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El movimiento revolucionario latino americano 

 

La situación internacional de América latina y los peligros de guerra

Codovilla (S.S.A. de la I.C.). ‑ Camaradas: a nadie puede escapar la importancia política de esta Conferencia, no solo por ser la primera que se realiza entre representantes de los partidos comunistas de América latina, sino, también por el momento histórico en que se realiza.

En efecto, ¿cuál es el periodo histórico actual y cuáles las perspectivas del movimiento revolucionario mundial? El periodo histórico actual, compañeros, es el de la agravación de las contradicciones capitalistas, de los conflictos interimperialistas, de las crisis revolucionarias con ritmo acelerado, de las guerras y de las luchas revolucionarias. En una palabra: es el periodo agónico del capitalismo. Nuestro aserto se encontrará corroborado en el análisis que trataremos de hacer en forma somera de la situación internacional y de la de los países latinoamericanos, en relación con los peligros de guerra, contra los cuales hay que luchar en la actualidad con todo tesón y energía, porque son los más inmediatos.

I. Características de la "estabilización" capitalista

El 6° congreso de la Internacional Comunista, al definir como "precaria y podrida en su cimientos" la estabilización capitalista, señaló cómo esta traía como consecuencia un aumento acelerado de las contradicciones internas y externas del capitalismo, y los hechos van demostrando cómo esas contradicciones se hacen cada vez más agudas y las luchas entre los países imperialistas ‑ Inglaterra y Estados Unidos, en primer término ‑ por la dominación del mundo, los lleva al callejón sin salida de la guerra.

Esa estabilidad precaria del capitalismo se deriva, en primer término, de la contradicción fundamental existente entre el aumento del aparato de producción y la reducción de los mercados. Al mismo tiempo que crece el aparato de producción capitalista, disminuye el mercado interno a causa de la pauperización de las amplias masas. El mercado exterior se reduce, también, especialmente en lo que se refiere a las colonias, presentándose ante el capitalismo imperialista la necesidad de conseguir nuevos mercados y de realizar una nueva repartición del mundo, sin la cual el capitalismo se ve abocado a una crisis catastrófica inminente. Pero como la conquista de esos mercados no puede hacerse en forma "pacifica", el imperialismo, al mismo tiempo que presiona sobre los países coloniales y semicoloniales para obtener la exclusividad del mercado, se prepara para defender o conquistar el mismo, mediante la acción armada contra el imperialismo rival.

El "tercer periodo" del capitalismo de post-guerra ha sido calificado con justeza por el 6° congreso como el de agudización de la lucha de clases, de polarización de las clases sociales. La "racionalización" capitalista se ha ido realizando, más que por el perfeccionamiento técnico, mediante un ataque directo contra el nivel de vida de las masas trabajadoras, y estas, al resistir las consecuencias de esa "racionalización", han ido realizando luchas defensivas que progresivamente se van transformando en luchas ofensivas.

Los síntomas de esa ofensiva proletaria se encuentran en todas partes del mundo. Las huelgas del Ruhr, las de Lodz, los movimientos en Norteamérica, en Inglaterra, y ahora tenemos los acontecimientos de Berlín que demuestran cómo las masas despiertan en todas partes a la lucha. Este año depara, también, para Inglaterra grandes movimientos de masas, ya que los obreros ingleses esperan el advenimiento del laborismo al poder para pedirle el "cumplimiento" de las promesas, y, como sus reivindicaciones no serán satisfechas, estos se verán abocados a grandes huelgas.

El aplastamiento momentáneo del movimiento insurreccional en las colonias no representa en manera alguna una "solución capitalista" de los problemas planteados por esas revoluciones. Al contrario, las luchas en esos países adquieren un carácter específico de luchas de las masas obreras y campesinas contra toda la burguesía nacional y el imperialismo; y, si tomamos como ejemplo a China, vemos cómo a pesar de la reacción sanguinaria desencadenada por el Kuo‑min‑tang, el movimiento revolucionario agrario continúa en varios puntos del país y huelgas de importancia se han realizado en la regiones industriales.

Si consideramos la América latina, vemos como las previsiones del 6° congreso, al decir que la agravación de la lucha interimperialista ‑ sobre todo la yanqui-británica ‑ tendría como punto fundamental de operaciones a la América latina, ha sido completamente justa. Efectivamente, en el periodo que va desde el 6° congreso hasta hoy, hemos visto desarrollarse grandes conflictos, como el boliviano-paraguayo (lucha interimperialista para la dominación de una gran zona de materias primas), la gran huelga bananera de Colombia y el conflicto interimperialista yanqui-inglés por la posesión del petróleo en dicho país, acciones armadas de masa contra la reacción en México, insurrecciones en Venezuela, continuación de la lucha armada en Nicaragua, grandes huelgas en Brasil, Argentina, Uruguay, México, etc.; todos ellos producidos en empresas directa o indirectamente dominadas por los imperialistas.

En Chile, donde la lucha entre los imperialismos yanqui e inglés se ha ido definiendo en favor del primero, existen también síntomas de que el imperialismo inglés no se dejará desalojar de ese país sin una resistencia encarnizada, que tendrá hondas repercusiones en la vida económica y política nacional.

En general, la lucha sórdida entre los imperialismos yanqui e inglés, el primero para desalojar de las viejas posiciones al segundo y conquistar nuevas y el segundo por mantenerlas y ampliarlas, para la dominación de la América latina, se agrava cada día, lo que determina una inestabilidad social en los países latinoamericanos, cuyas burguesías gobernantes son agentes de uno u otro imperialismo.

Si tenemos en cuenta que la contradicción más grave que caracteriza la situación actual del capitalismo, es la desproporción entre su aparato de producción ‑ en constante aumento ‑ y sus posibilidades de colocación de mercaderías y capitales, y consideramos que la sexta parte del mundo, ‑ constituida por la Unión Soviética ‑, escapa a las esferas de dominación capitalista, veremos cómo esa agravación de las contradicciones capitalistas trae como consecuencia luchas de aniquilamiento entre las fuerzas de la reacción y las de la revolución. Pero la Unión Soviética representa una herida de las más graves causadas al capitalismo después de la guerra, no solo por la importancia de ese mercado que escapó a la "esfera de influencia" capitalista, sino también porque representa el más grande baluarte de la revolución mundial y el ejemplo viviente para las luchas emancipadoras de las masas explotadas.

Y la Unión Soviética se consolida política y económicamente, desarrolla aceleradamente ‑ como lo analizaremos más adelante ‑, su economía socialista, y las dificultades por las que atraviesa en la actualidad son dificultades de crecimiento, ya que son creadas no por una política de capitulación ante el capitalismo, sino para reforzar el sector socialista de la economía soviética.

Todos esos factores son los que determinan la inestabilidad del régimen capitalista, aceleran sus contradicciones e indican que el periodo actual es el periodo de las luchas decisivas de las masas obreras y campesinas contra el régimen capitalista.

II. La "racionalización" capitalista y sus consecuencias

El país en que en la postguerra se ha realizado con más rapidez la "racionalización" y el aumento de la producción, es indiscutiblemente Alemania. Si tomamos como ejemplo a ese país, veremos cómo el problema de los mercados se plantea en forma imperativa, ya que sin un aumento progresivo de su exportación no podrá atender los compromisos financieros internacionales (deudas de guerra y empréstitos extranjeros), lo que produciría su catástrofe económica. En ese país es donde se ve claramente la desproporción entre el aparato de producción y la producción misma.

En efecto, tenemos la proporción siguiente:

 

Años

Capacidad
de producción

Producción
(millones
de $ oro)

1913

-

2.800

1925

5.038

2.900

1926

4.950

2.500

1927

5.350

3.400

 

No disponemos todavía de los datos de 1928, pero las cifras parciales demuestran que esa desproporción va en aumento, con la agravante de la disminución continua del consumo interno.

Esa situación se ve todavía agravado, si se tiene en cuenta que Alemania ha producida más durante los últimos años, con el objeto de acumular reservas y, además de eso, se nota actualmente un retraimiento de capitales extranjeros del mercado alemán, debido a que se hace dificultoso el arreglo de las deudas de guerra.

Si tomamos a los Estados Unidos, vemos también una desproporción progresiva entre el aparato de producción y la colocación de mercaderías, reducida a un 50 % de su capacidad de producción.

Pero el síntoma más claro de la agravación de la crisis interna de los países capitalistas, se encuentra en la aparición de una desocupación orgánica y con tendencia al aumento.

La "racionalización" se ha realizado en los países de técnica más adelantada, mediante una reducción cuantitativa de productores, lo que ha venido a aumentar el ejército de los desocupados o el número de los obreros con funciones secundarias en la producción. Algunas cifras pueden demostrar nuestro aserto: Alemania, en el mes de febrero de este año, tenía 2.225.000 desocupados, es decir, 225.000 más que en 1926; y ese número de desocupados con algunas variaciones, ha de mantenerse si se tiene en cuenta que anteriormente muchos obreros habían sido empleados para la transformación de las industrias, para la "racionalización".

Los Estados Unidos tienen, también, su ejército de desocupados permanentes ‑ alrededor de 4.000.000 ‑, con tendencia a aumentar, ya que, a pesar del aumento de la producción, esto no involucra un aumento paralelo de la mano de obra, sino, por el contrario, una diminución. Según una estadística reciente sobre el análisis de los efectos de la "racionalización", la producción de un obrero, gracias a la "racionalización", ha aumentado hasta un 45 % con referencia al rendimiento anterior a la guerra y que, al mismo tiempo que aumenta la producción, disminuye cuantitativamente el número de obreros ocupados en la misma.

Si tomamos a Inglaterra, país que todavía no ha procedido en forma enérgica a la "racionalización" de su producción ‑ ya que hasta ahora el menor costo de la producción lo ha conseguido únicamente mediante el aumento de las jornadas de trabajo y en la disminución de los salarios ‑, vemos que el ejército de desocupados va siempre en aumento y ha de aumentar más aún, a medida que se hagan esfuerzos serios para la "racionalización". Ese país tiene una desocupación orgánica que sobrepasa a 2.000.000.

Al mismo tiempo que aumenta la desocupación, los salarios reales de los obreros ‑ y especialmente en los países capitalistas europeos más importantes ‑, tienden a disminuir. En Alemania, apenas alcanzan al 93 % de anteguerra; en Inglaterra, al 90 %; en Francia, al 87 %; en Italia, al 70 %, etc. El único país en que los salarios han tenido un aumento del 3 al 5 % ha sido en los Estados Unidos; pero este se ha realizado únicamente en las capas obreras más privilegiadas, que participan de los beneficios obtenidos a expensas de las colonias; mientas, en cambio, las masas más numerosas (textil, minas, etc.), empeoran sus condiciones de vida y sus salarios tienden a reducirse.

Si a todo eso agregamos que la "racionalización" de la producción ha traído como consecuencia, una mayor concentración de los medos de producción, la creación de "trusts" gigantescos, la desaparición del pequeño comercio, de la pequeña industria, una mayor pauperización de las masas, etc., lo que aumenta el ejército del proletariado. Si se considera que la "racionalización" se realiza no solo mediante el mejoramiento de los medios técnicos de producción, sino también gracias a una explotación más intensa y más brutal de las masas trabajadoras, se comprenderá como las luchas internas de cada país, tienden a agravarse, como la lucha de clases tiende a agudizarse, como grandes masas trabajadoras, para luchar con éxito contra los gigantescos "trusts", deben realizar acciones tales que conmuevan a la sociedad capitalista, en su conjunto.

Otra de las contradicciones graves de los países imperialistas, se deriva de su necesidad de aumentar la exportación, sobre todo a los países coloniales y semicoloniales, al mismo tiempo que deben disminuir la importación. Ese fenómeno lo notamos especialmente en lo que se refiere al imperialismo yanqui-inglés en sus relaciones con la América latina; sobre todo, el imperialismo yanqui, que realiza una política aduanera proteccionista, impidiendo la entrada de productos agropecuarios de los países latinoamericanos, creando en los mismos fuertes corrientes contra esa política.

En resumen, tenemos como consecuencia de la "racionalización" capitalista, una agravación de los conflictos internos y externos, cuya solución no puede ser otra que el conflicto armado.

III. La Unión Soviética como factor de inestabilidad capitalista

Como ya hemos dicho, uno de los factores más formidables de la inestabilidad capitalista, es la existencia de la Unión Soviética que, con su progresiva edificación socialista, estimula la radicalización de las masa en todos los países y el movimiento insurreccional de las colonias y semicoloniales {SIC}, al mismo tiempo que representa un gran mercado que escapa al contralor capitalista y que produce choques permanentes entre la economía burguesa y la economía socialista.

Ahora bien: el único país en que paralelamente a la “racionalización” y al aumento de producción, ha seguido un aumento del bienestar de las masas trabajadoras, es la Unión Soviética, por la misma razón que se trata de un país de economía socialista.

Quizás sean necesarias algunas cifras para dar a los compañeros, la certidumbre de los progresos alcanzados por la Unión Soviética en su obra de construcción socialista, y demostrar así, como ya hemos dicho, que las dificultades actuales—que tanto asustan a algunos compañeros que han manifestado abiertamente desviaciones de derecha—son dificultades de crecimiento, que el proletariado ruso—con el apoyo del proletariado internacional—sabrá superar una vez más.

El presupuesto del Estado ha sido para el año que transcurre en 12% mayor al de anteguerra, habiendo aumentado en 41% en el término de dos años. En lo que a la producción respecta, cabe señalar que el aumento se produce mediante el refuerzo del sector industrial. La proporción de la industria en el monto de la producción nacional, que era en 1924 de 53 1% ha pasado en 1928 a 60, 7% mientras que, en la agricultura, la proporción ha pasado de 46, 9% a 39%, respectivamente.

La mayor productividad de los medios de producción, que es la base fundamental para continuar la industrialización del país y su desarrollo económico independiente del mundo capitalista, se produce también con ritmo acelerado. En efecto: de 34, 1% en 1924, ha pasado a 38, 6% en 1928. Respecto de los capitales invertidos en la industrias, pasó de 81% en 1924 a 86, 9% en 1928. Lo más fundamental es el ritmo de ese desarrollo. Ese ritmo de desarrollo de la producción industrial en la Unión Soviética, es actualmente superior al de las épocas más florecientes del capitalismo. La burguesía internacional comprueba que si la Unión Soviética puede continuar unos años más en su trabajo de construcción socialista “en paz” adquirirá una potencialidad tal que será invencible. En efecto, los compañeros deben recordar las discusiones recientes en el seno del Partido de la Unión Soviética, respecto del “arriesgado” plan quinquenal, a raíz de la discusión del cual, pudieron notarse claramente desviaciones de derecha que se basaban en que, de llevarse a la práctica ese plan, se agotaran las reservas y, en caso de guerra, la Unión Soviética no tendría los medios necesarios para hacer frente al enemigo. Olvidaban esos compañeros que mientras la Unión Soviética está circundada por países capitalistas, el peligro de agresión armada es permanente, pero que eso no debe impedir llevar a la práctica con energía, los planes más audaces para acelerar el proceso de construcción socialista.

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Algunas cifras pueden dar la sensación de la importancia económica y política de ese plan, el cual tiende a transformar el país, en un lapso de tiempo muy breve, de agroindustrial en industrial agrario. Las industrias serán equipadas con un aparato de producción perfeccionado y en el quinquenio, la producción aumentará dos veces y media sobre el nivel actual. El número de obreros específicamente industriales—cuyo aumento, como es sabido, representa una garantía efectiva para llevar a cabo la construcción socialista—aumentaría, de 2.700.000 a 4.000.000, y los obreros en general, de 11.350.000 a 15.500.000, en 1933.

En lo que respecta al sector agrario, que es uno de los más difíciles de socializar para el Estado Proletario, sufrirá también un cambio considerable mediante ese plan quinquenal, que prevé la creación de grandes haciendas agrícolas colectivas, de cooperativas agrícolas de producción y de ayuda directa a las campesinos más pobres, para arrancarlos a toda influencia de los “kulaks” y hacerlos participar activamente en la vida soviética.
La realización de este plan, viene a cambiar fundamentalmente la situación del mercado agrícola del país, ya que el 40% del mismo pasaría a manos de la producción socializada, y sólo un 60% quedaría todavía en manos privadas, pero con creciente contralor del Estado.

El bienestar de las masas trabajadoras de la Unión Soviética, en aumento creciente se acelerará aún más, puesto que dicho plan prevé un 70% de aumento del salario real con tendencia al aumento de los salarios más reducidos.

En el campo cultural, cuya preocupación de parte del Estado Proletario es conocida, se prevé también el aumento del presupuesto de 2.400.00 a 5.900.000 en 1933.

Por los datos que he suministrado, pueden valorar, los compañeros, el poderío económico que adquirirá la Unión Soviética en pocos años y eso lo sabe la burguesía internacional. De ahí que, al mismo tiempo que teme la guerra contra la Rusia Proletaria—porque presiente que esa guerra se transformará en una guerra revolucionaria de las masa trabajadoras y de los pueblos oprimidos de todo el mundo, contra su propia burguesía—quiere esa guerra, porque si espera mucho tiempo en realizarla, la consolidación de la U.R.S.S., y el desarrollo del movimiento revolucionario de masas, destruirá el régimen capitalista. De manera que la guerra, como hemos dicho, se prepara simultáneamente sobre dos frentes: guerra inter-imperialista—cuyo eje está en Estados Unidos e Inglaterra—y guerra del imperialismo en su conjunto contra la Unión Soviética y el proletariado y los pueblos oprimidos. Pero, los países imperialistas para poder realizar la primera, que les permita un nuevo reajuste del mundo, o sea, esferas de explotación más amplias, necesitan tener las “manos libres” para que de sus conflictos no aproveche el tercero en discordia, que es la Unión Soviética y el proletariado internacional.

En lo que respecta a la Unión Soviética y a la necesidad de su destrucción, para poder iniciar libremente la guerra inter-imperialista, lo dicen claramente los órganos más representativos de la burguesía internacional. En “La Nación” de Buenos Aires, pudo leerse, a principios de este año, un comentario de un corresponsal europeo de dicho diario, quien, después de analizar la tirantez de relaciones que se había producido entre Estados Unidos y Francia-Inglaterra, por el famoso “Pacto naval” analizaba las posibilidades de conflictos armados inter-imperialistas y ponía en guardia a los probables contendientes sobre el “tercero en discordia” es decir, sobre la Unión Soviética que aprovecharía ese estado de cosas en beneficio de la revolución mundial. En su apoyo, citaba la opinión de la revista “El Economista”, la cual refiriéndose al mismo asunto, decía: “Encontrándose Francia y Gran Bretaña sobre la balanza antiamericanista, los Estados Unidos se esforzaron por restablecer un equilibrio favorable para ellos, oprimiendo a los adversarios de Francia y Gran Bretaña, Italia y Alemania. Efectivamente, todo el mundo será arrastrado, con excepción de la Unión Soviética, que asistirá, tercero en discordia, al espectáculo agradable de una guerra de destrucción entre potencias imperialistas.”

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Referente al movimiento revolucionario internacional, vemos cada día a medida que aumentan los peligros de guerra, cómo la burguesía busca por todos los medios—la corrupción y el terror—quebrar su resistencia.

IV. La agudización de las contradicciones capitalistas y la guerra

Los hechos que hemos analizado anteriormente, que en su conjunto determinan el aceleramiento del ritmo de las contradicciones capitalistas, determinan, también, situaciones de fuerza, choques cruentos de las fuerzas capitalistas entre si y de las fuerzas capitalistas coaligadas contra la Unión soviética y el movimiento revolucionario internacional, que ponen a la burguesía internacional frente al callejón sin salida de la guerra.

La guerra ya está resuelta; nunca como en estos momentos, se ha hablado tanto de paz, pero nunca con tanta intensidad se ha preparado de hecho la guerra. Si no hubiese otros hechos para demostrar que las potencias imperialistas, mientras hablan de paz preparan la guerra, bastaría recordar la proposición de desarme de la Unión Soviética, también desarme parcial, expuesta en la Conferencia del Desarme, en que todos los presentes ‑ los social-demócratas, en primer término ‑, la rechazaron indignados porque su propósito no era otro que el discutir, no el desarme, sino el de querer demostrar que reduciendo algunos armamentos inadecuados para el estado actual de la técnica aplicada a la destrucción, se realizaba parte del desarme, mientras, en cambio, lo que se hacía era reforzar o crear nuevos armamentos más modernos.

Si tomamos el famoso "Pacto de Kellog", por el cual se deshacen en elogios "pacifistas" los social-demócratas, amén de ser, como todos los pactos capitalistas, una proposición ventajosa para el proponente, es completamente nulo en su aplicación práctica, puesto que cada potencia signataria ha hecho una serie de reservas que en realidad anulan, en el caso que hubiese existido, toda posibilidad de eficacia. Por otra parte, todo el mundo sabe que el "Pacto de Kellog" no ha sido otra cosa que una maniobra política de Estados Unidos, tendiente a desplazar el centro de influencia política internacional de Europa a los Estados Unidos. Que la lucha interimperialista después de la firma del "Pacto de Kellogg" se haya intensificado, lo demuestra el reciente discurso de Borah ‑ el gran "pacifista" norteamericano ‑, el cual ha declarado que en vista de la continua constelación de países europeos alrededor de Gran Bretaña, con vistas a una guerra imperialista, los Estados Unidos "se veían en la necesidad de defender su comercio contra Inglaterra" y que, por consiguiente, "era necesario prepararse para la guerra y precisamente para la guerra contra dicho país".

Si tomamos en nuestro análisis tan solo la agudización de la lucha interimperialista entre Inglaterra y Estados Unidos, no es que olvidemos que otros países capitalistas ‑ Japón, Italia, Francia, Alemania, etc. ‑, tengan entre si motivos de lucha, al mismo tiempo que buscan de aliarse con fines imperialistas. Al contrario, todos esos son motivos de agravación de la situación con vistas a la guerra que se prepara. Pero es indiscutible que ese continuo reagrupamiento de fuerzas, representa combinaciones militares y estratégicas entre los grupos de potencias, cuyo objeto no es otro que el de resolver por la fuerza, el problema de los mercados, proceder a una nueva repartición del mundo y establecer la hegemonía sobre el mismo, de uno de los imperialismos más potentes: Estados Unidos o Inglaterra.

Esta lucha sórdida no puede limitarse a la competencia "normal" del periodo preimperialista en el mercado internacional, y en las colonias y semicolonias, ya que llevando esa lucha en forma encarnizada, produce lo mismo la catástrofe económica del capitalismo. De allí el reforzamiento de las formas imperialistas de penetración que preparan también las condiciones para llevar la guerra a las colonias y semicolonias; la compra de los diversos gobiernos "nacionales" y la provocación de conflictos entre el país dominado y el que se quiere dominar, todos prolegómenos de la guerra que se prepara en escala internacional y que estallará en el momento preciso en que se rompe el equilibrio económico mundial, y una de los grandes potencias imperialistas ‑ Inglaterra, particularmente ‑, que va siendo desalojada de sus posiciones en las colonias y semicolonias y del mercado internacional, por el imperialismo americano, no encuentre otra salida que jugarse el todo por el todo: la guerra.

Repetimos: el obstáculo más grande para esa guerra, lo constituye la Unión Soviética y el proletariado internacional; pero el hecho de que se prepare y se intente realizar la guerra contra la U.R.S.S., no excluye que al mismo tiempo se prepare y se intente realizar la guerra interimperialista.

De ahí, entonces, que en nuestra táctica de lucha contra la guerra, debemos tener varias perspectivas para conformar nuestra acción a las mismas. Lo cierto es que la guerra de clases en el frente interno se agudiza crecientemente; que las masas se radicalizan y empiezan a pasar de las luchas defensivas a las ofensivas y se aprestan a grandes movimientos que llevarán al derrumbe del régimen capitalista. Y justamente, porque asistimos a esa polarización de clases y a la agudización de la lucha, es por lo que se pone de manifiesto con más claridad el nuevo rol de la social-democracia, que desempeña no solo el papel de traidora del movimiento revolucionario, sino que es el instrumento que la burguesía utiliza para reprimir al mismo. Es necesario, entonces, romper en forma absoluta con la social-democracia y sus alas "izquierdas" y ganar a la influencia comunista a los más sinceros obreros de base.

Únicamente comprendiendo toda la importancia de las luchas revolucionarias que se realizan en la actualidad ‑ y que se desarrollan en forma creciente ‑, es como podremos ponernos al frente de esas masas, orientarlas y dirigirlas en la lucha contra la burguesía y la social-democracia, identificada con la misma. Si no se comprende la necesidad de esa lucha, que muchas veces sobrepasa los marcos legales de las organizaciones sindicales existentes, se cometerán los más graves errores oportunistas.

La burguesía internacional dispone de varios métodos de lucha contra el proletariado; la social-democracia, que desde el poder representa un periodo de preparación ‑ cuando no acciona como "socialfascismo", caso Zoergiebel en Alemania ‑ para la transición del régimen "democrático" al dictatorial, ya que su misión es la de desarmar continuamente a las masas y frenar sus acciones revolucionarias; los gobiernos fascistas que, el terror mediante, impiden toda manifestación de descontento y acciones reivindicatorias de las masas; y los gobiernos "nacional-fascistas" ‑ típicos de América latina ‑ que sirven para facilitar la penetración imperialista, reprimiendo los movimientos de masas, lo que permite aumentar la explotación imperialista y, en una palabra, asegurar, como agentes del imperialismo, la colonización rápida de estos países.

Conclusión: tenemos entonces en la esfera mundial un reforzamiento del polo reaccionario ‑ preparativos de guerra contra la Unión Soviética, recrudecimiento de la reacción contra el proletariado ‑ y un reforzamiento del polo revolucionario ‑ desarrollo rápido de la economía socialista, radicalización de las masas, desarrollo de los partidos comunistas ‑, lo que hace inminente luchas decisivas de las cuales la revolución proletaria, a pesar de todas las vicisitudes y de las víctimas que ha de tener en la lucha, ha de salir vencedora.

V. La América latina como factor de agudización de las contradicciones imperialistas

Si en otras partes del mundo se agudizan las contradicciones capitalistas, la América latina, gracias a su proceso de colonización, representa actualmente uno de los factores más formidables de esa agudización de la lucha interimperialista, particularmente entre los imperialismos inglés y yanqui.

No se excluye, entonces, que en la próxima guerra, la América latina sea también el objeto de la misma. Sea como fuere, teniendo en cuenta su estado de dependencia del imperialismo, será obligada a desempeñar un papel de primer orden, siendo arrastrada directamente a la guerra.

Para poder establecer con certeza nuestra táctica en la lucha contra el imperialismo, es preciso tener en cuenta que en la batalla encarnizada que se libra actualmente entre los imperialismos yanqui e inglés por la hegemonía sobre la América latina, las ventajas se resuelven de más en más en favor del primero. El imperialismo inglés va siendo desalojado de sus posiciones y el yanqui no solo va dominando económicamente a estos países sino que crea gobiernos reaccionarios nacional-fascistas, que mediante su apoyo se transforman en baluarte de la reacción en América latina, al mismo tiempo que en puntos sólidos de penetración imperialista. Debido a eso, si bien es claro que nuestra lucha debe ser dirigida por igual contra los dos imperialismos, no debemos olvidar la necesidad de reforzar nuestro sector de lucha contra el imperialismo americano que en las condiciones históricas actuales es el más potente y el más avasallador.

Me parecería un error, que no se tuviese en cuenta la realidad de los hechos que demuestra la decadencia del imperialismo británico en el orden internacional; si bien es cierto que el imperialismo inglés, como toda fuerza reaccionaria, retrocede atacando.

Algunas cifras pueden dar la impresión de la situación actual del imperialismo británico y del yanqui.

El comercio de exportación de Gran Bretaña ha disminuido en un 20 % comparado con el de anteguerra, mientras que las exportaciones norteamericanos han aumentado en un 30 % sobre las cifras de anteguerra y en un 46  en volumen.

Eso en el mercado mundial. En América latina el proceso de retroceso británico es todavía más pronunciado. El aumento de las exportaciones de los Estados Unidos en el mercado mundial, comparado con la anteguerra, está demostrado por las siguientes cifras: en Asia, 366 %; en Australia, 346; en Europa, 71; en América latina, 310.

Y, en general, el aumento del comercio de los Estados Unidos con el Oriente es de 500 % más, comparado con la anteguerra.

En lo que se refiere a la exportación de capitales ‑ que antes era el fuerte de Inglaterra ‑ para el periodo 1924‑28 tenemos que Inglaterra ha exportado al extranjero 473 millones de libras esterlinas, mientras que los Estados Unidos 990.

Luego analizaremos las ramas en que ha sido colocado el capital americano y sus consecuencias en la deformación de la economía nacional, como así también la calidad distinta de esas ramas de producción con las dominadas por los ingleses. Verifiquemos ahora que el ritmo de la penetración americana ha sido vertiginoso, mediante el apoyo de capas sociales interesadas en la introducción de capitales para el desarrollo de la economía "nacional". Veamos esas cifras:

 

 

(millones de dólares)

 

Anteguerra

Postguerra

Cuba

220

1.400

México

800

1.288

Chile

15

451

Argentina

40

450

Brasil

50

388

Perú

35

169

Venezuela

3

162

Colombia

2

125

Bolivia

10

86

Uruguay

5

77

Costa Rica

7

46

Honduras

3

40

Guatemala

20

37

El Salvador

3

35

Panamá

3

31

Ecuador

10

30

Haití

4

28

Santo Domingo

4

28

Nicaragua

3

20

Paraguay

4

18

Guayanas

5

8

 

De manera que vemos que el capital americano ha pasado de 1248 millones en 1912, a 4971 en 1928.

Inglaterra, en cambio, que tenía colocados 989 millones de libras esterlines en 1913, alcanzo a 1139 en 1928, o sea un aumento de apenas 150 millones de libras esterlinas.

Pero lo que se debe analizar no es solo el monto de los capitales invertidos, sino el peso específico de los mismos; es decir: las ramas de producción en que han sido empleados los capitales y los beneficios que mediante la deformación de la economía nacional comportan al país imperialista.

Ahora bien; mientras el capital ingles en su casi totalidad ha sido empleado en los empréstitos a los gobiernos (30 %) y en los transportes (47 %), solo tiene un 23 % en las industrias; en cambio, el capital americano fue empleado en su gran mayoría en las industrias particularmente extractivas. En efecto, de los 4917 millones de dólares colocados en América latina, 3445 lo han sido en las industrias.

En lo que respecta a las exportaciones yanquis en América latina, basta recordar, para comprender toda su importancia, que ellas representan el 67 % de los productos manufacturados adquiridos.

Queda entendido que sería un error subestimar la importancia y la influencia del imperialismo inglés ‑ y también de sus capitales ‑ en América latina. El imperialismo inglés dispone todavía de fuertes posiciones, especialmente en la Argentina (397 millones de libras esterlinas), Brasil (310), Chile (100), México (67), Perú (64), etc.

La característica del capital británico en América latina ha sido la de acapararse productos agropecuarios y las materias primas para alimentar sus industrias ‑ explotando esas materias primas en forma primitiva ‑ y establecer medios de transporte convenientes a la rama de producción para explotar en un país determinado.

Ahora bien; a pesar de las trabas imperialistas, una cierta industrialización se ha realizado en los países latinoamericanos ‑ industrias secundarias, se entienden ‑, y esa "industrialización" se ha realizado justamente bajo la influencia del imperialismo yanqui, especialmente en los países más evolucionados económicamente.

Los Estados Unidos se independizan de más en más de Inglaterra en lo que se refiere a materias primas ‑ es sabido que actualmente produce un 72 % del petróleo mundial, un 60 % del acero, un 53 % del cobre, un 80 % del azúcar ‑, adquiriendo en América latina terrenos para plantaciones propias de caucho, fibras vegetales, algodón, café, etc. Y en algunos productos hace la competencia a Inglaterra, ya que es sabido, por el ejemplo, que el monopolio de estado del café en Brasil es apoyado financieramente por el imperialismo inglés, mientras el yanqui desarrolla la misma producción en Colombia y otros países de América latina. Actualmente los americanos realizan tentativas serias para adquirir el puerto de Santos y quebrar definitivamente el monopolio inglés. Eso unido a la característica del imperialismo yanqui, de incautarse de las mismas fuentes de materias primas en los diversos países latinoamericanos, formando poderosos "trusts" que explotan las mismas materias primas en todos los países, y la de imponer sus manufacturas "standardizadas" a los mismos, lo que hace más violentas sus luchas contra su rival, el imperialismo inglés, que se ve cada día más desalojado de sus posiciones.

Esos hechos vienen a demostrar que tanto en el campo internacional como en la América latina ‑ aquí particularmente ‑ los yanquis se incautan de las fuentes más vitales de materias primas, en este periodo histórico de la economía mundial, realizan una creciente colonización de América latina mediante la dominación de la vida económica y política de estos países.

Gran Bretaña trata de resistir por todos los medios los empujes del imperialismo yanqui, apoyándose en las situaciones adquiridas antes de la guerra, pero se ve obligada a contraer compromisos momentáneos, ventajosos, para el capital americano (frigoríficos argentinos, salitre chileno, petróleo en Venezuela y Colombia, etc.). Pero esas "treguas" son utilizadas por los imperialismos para suscitar conflictos, tales como el paraguayo-boliviano, el boliviano-peruano-chileno, el panameño-colombiano, etc.)

Que del compromiso con el capital americano, el inglés se ve obligado a ceder también algunas de sus posiciones económicas lo demuestran hechos recientes e incontrovertibles. Asistimos en este momento al traspaso vertiginoso de muchas industrias y concesiones inglesas a manos yanquis. Tal es el caso de las empresas de electricidad y en gran parte de las tranviarias (Chile, Brasil, Argentina), de los teléfonos y telégrafos, y actualmente el imperialismo yanqui realiza una lucha encarnizada para obtener el traspaso de algunos tramos de ferrocarriles en Brasil y Argentina (ferrocarril de Buenos Aires al ¨Pacifico), hasta ahora monopolio del imperialismo inglés.

En lo que respecta a las finanzas de los diversos países latinoamericanos, salta a la vista cómo de más en más estos países se dirigen con preferencia para sus empréstitos a los banqueros de Wall‑Street. Como se sabe también que es la misión Kemerer la que va "regularizando" paulatinamente las finanzas de los gobiernos latinoamericanos, creando bancos centrales, controlados directamente por los "trusts" bancarios americanos, y reguladores de las finanzas del país.

Todos esos hechos demuestran que la lucha entre los imperialismos yanqui e inglés por la dominación de la América latina se hace día a día más encarnizada, que esa lucha se determina progresivamente en favor del imperialismo yanqui y como consecuencia, tenemos una agravación de los conflictos interimperialistas en América latina ‑ parte considerables de los conflictos mundiales ‑ cuya agudización hace que este sector sea cada día más un factor de guerra interimperialista.

VI. La guerra mundial y la América latina

La apreciación de las tesis del 6° congreso de la I.C. sobre la cuestión colonial en lo que a la América latina respecta es completamente exacta, cuando afirma que "la creciente expansión económico-militar de los Estados Unidos en los países de América latina, convierte a este continente en uno de los focos más trascendentales de las contradicciones de todo el sistema colonial imperialista". En efecto, como lo hemos señalado varias veces en el curso de la exposición, los conflictos interimperialistas se agraven de más en más, ya que la América latina es además del sujeto, el objeto de esa lucha interimperialista para la dominación mundial.

Si en el orden internacional asistimos a un continuo reagrupamiento de fuerzas imperialistas, ello se debe justamente al propósito de sumarse a uno de los bandos ‑ Inglaterra o Estados Unidos ‑ con el objeto de poder participar en la redistribución del mundo colonial.

En efecto, si bien las diversas potencias capitalistas giran como satélites alrededor de Inglaterra y de Estados Unidos, tratan al mismo tiempo de jugar un rol independiente y a su vez devenir el punto de concentración de otras potencias. Es el caso en particular del imperialismo francés y del japonés. El reciente pacto naval anglo-francés ‑ sea cualquiera la suerte que corra ‑ no ha sido otra cosa que una alianza de guerra de esos dos países con vistas a la lucha armada contra el imperialismo yanqui para destruir su poder mundial.

Por otra parte, el Japón, que hasta después de la guerra estuviera ligado con Inglaterra, actualmente también, se esfuerza por desempeñar un papel independiente.

La Conferencia naval de Washington, en 1922, que estableció la proporción de 5‑5‑3, reconoció "oficialmente" el poderío de Japón. Es indiscutible que Estados Unidos trata de influenciar dicho país para alejarlo de las "combinaciones inglesas", y como síntoma de eso tenemos que Japón ocupa el primer puesto en la importación y exportación de Estados Unidos.

Se ha dicho, y con razón, que el teatro de la nueva guerra imperialista será el Pacifico. Si consideramos que la guerra del Pacifico está a la orden del día debemos también tener en cuenta cuales son los preparativos que hacen los imperialistas en nuestro continente con vistas a esa guerra. En ese sentido, podemos observar como los Estados Unidos preparan sus posiciones estratégicas en las costas de la América latina bañadas por el Pacifico. Después de ir "adaptando" y reforzando más los medios de defensa del canal de Panamá, Estados Unidos se apresura en la construcción del de Nicaragua. Después de preparar las diversas bases navales del Mar Caribe, con vistas al pasaje rápido de esa flota al Pacifico, los Estados Unidos obtienen posiciones estratégicas en la costa pacífica de los países centro-americanos. Y no es un misterio para nadie que los conflictos actuales entre el gobierno colombiano y Estados Unidos ‑ a cuya resistencia a las pretensiones yanqui no es ajena Inglaterra ‑, tiene como orígenes, además de las concesiones petrolíferas de la región de Zulia, el querer obtener concesiones territoriales para hacer una base de abastecimiento de su flota en el Pacifico.

A pesar de los "desmentidos patrióticos" del gobierno ecuatoriano, respecto de la venta de las islas Galápagos a los Estados Unidos, cuando un diputado nacional pedía se le autorizara a hacer conocer la forma en que se había hecho la transacción, la Asamblea no autorizo su publicación "por tratarse de un asunto secreto y reservado". Pues, bien, esas islas serán vendidas a los Estados Unidos, y estos harán de ellas bases navales.

Y la cuestión de Tacna y Arica, de cuya solución tanto hablan los patrioteros de los dos países, ¿qué es, sino otro triunfo y adquisición estratégica de posiciones del imperialismo yanqui? No se conoce todavía el texto íntegro del tratado entre Chile y Perú, pero se sabe desde ya que el puerto de Arica será "neutral", bajo el contralor directo del imperialismo yanqui; y que en ese puerto podrán depositarse o transitar elementos bélicos cuando el árbitro lo crea conveniente. Todos esos hechos, agregados al hecho fundamental de la creciente dominación económico-militar de los yanquis en América latina, particularmente en los países bañados por el Pacifico, demuestran que los Estados Unidos preparan "su base" para la guerra del Pacifico. Y la potencia política americana se extiende en el Oriente, ya que después de la traición del Kuo‑min‑tang este ha obtenido el apoyo "benévolo" de los Estados Unidos y el gobierno "nacionalista" de Nankín no es otra cosa que un agente del imperialismo yanqui. El poder del imperialismo americano llega hasta las mismas colonias británicas ‑ en la India, por ejemplo ‑, donde alcanza a desempeñar un rol "progresista" colocando sus capitales para el desarrollo de la industria "nacional".

Los hechos precitados demuestran que en la gran guerra que se aproxima, nuestros países han de jugar un rol de primer orden, y es preciso, prepararlos para dar un golpe mortal al imperialismo y conseguir la independencia económica, política y social de estos países.

VII. Características de la América latina

Hemos dicho ya que el periodo actual de "estabilización" capitalista significa una mayor presión del capitalismo imperialista sobre las masas trabajadoras ‑ presión aún más fuerte en los países coloniales y semicoloniales; al mismo tiempo que una agudización de la lucha entre los imperialistas por la dominación de los países.

En América latina, la penetración imperialista, tanto inglesa como yanqui, no ha jugado un rol progresista, sino que ha servido para deformar la vida económica de estos países; no ha desarrollado las relaciones capitalistas, manteniendo la explotación semifeudal y semiesclavista de las masas trabajadoras.

No asistimos, pues, actualmente, a una "descolonización" de estos países, sino por el contrario, a su colonización. En el segundo punto del orden del día, se analizará este problema. Creo, sin embargo, necesario plantear algunas cuestiones que sirvan para precisar cuál es el rol del imperialismo en nuestra vida económica y política, para poder establecer con mayor exactitud, nuestra táctica frente a la guerra. Para comprender el carácter de la revolución en América latina, es entonces, necesario tener en cuenta que la independencia de estos países , realizada a principios del siglo pasado, ha sido una independencia de forma, puesto que el imperialismo ha intervenido directamente en la misa, impidiendo el desarrollo normal de una burguesía agraria e industrial independiente, sino que conservando el régimen de explotación semifeudal, dejando que la economía se desarrollara en forma primitiva y de acuerdo a los intereses imperialistas.

Por esta razón, la burguesía nacional estuvo vinculada desde su nacimiento con el imperialismo, transformándose en agente del mismo, ayudándolo en la explotación de las masas trabajadores indígenas, con tal de participar de las ganancias que el imperialismo obtenía en estos países.

Hoy, es tal el estado de deformación de la economía nacional y su dependencia del mercado exterior, que toda tendencia a crear una economía nacional independiente dentro de los cuadros de la legalidad burguesa, esta llamada al fracaso. Únicamente una revolución democrática-burguesa dirigida contra el imperialismo y los grandes terratenientes, puede crear las condiciones para ese desarrollo independiente.

De ahí, entonces, que todas las manifestaciones demagógicas de la pequeña burguesía y la burguesía industrial naciente, respecto del desarrollo económico independiente de los países latinoamericanos, no pasan de ser manifestaciones liricas, cuando no está tras de ellas, la mano de un imperialismo ‑ particularmente el americano ‑, que tiene interés en colocar los capitales para la "industrialización".

Es el caso típico de la Argentina, donde la burguesía industrial naciente se ha dado la fórmula de "la Argentina debe bastase a sí misma", es decir, debe crear una industria "propia" mediante la introducción del capital extranjero (léase yanqui) ‑ o de la burguesía agropecuaria, "compremos a quien nos compre", compremos a Inglaterra, que es la que nos compra nuestros productos. En los dos casos se trata de satisfacer los propios intereses, satisfaciendo los de uno u otro imperialismo.

De aquí que la verdadera lucha por la independencia nacional debe realizarse contra la gran burguesía nacional y el imperialismo, de lo que se desprende que el carácter de la revolución en América latina, es el de una revolución democrático-burguesa. Pero, las conquistas de esa revolución podrán llevarse a cabo, únicamente si se tiene en cuenta que las masas obreras y campesinas serán la fuerza motriz de la misma y bajo la hegemonía del proletariado.

Esa revolución deberá poner en primer plano: la lucha contra los grandes terratenientes; por la entrega de la tierra a quienes la trabajen; lucha contra los gobiernos nacionales, agentes del imperialismo; lucha contra el imperialismo y por el gobierno obrero y campesino.

Sería un error grave el sobreestimar el rol de la pequeña burguesía y de la burguesía industrial naciente, como posible aliada de la revolución antiimperialista. En algunos casos podrán ser aliados momentáneos; pero, la fuerza motriz de la revolución deben ser los obreros y campesinos. En todos los países de la América latina, la pequeña burguesía ‑ salvo las capas pauperizadas o en tren de pauperizarse a causa de la penetración imperialista ‑, y la burguesía industrial naciente, están ligadas directamente a los intereses imperialistas.

En algunos países, los gobiernos pequeño-burgueses, agentes directos del imperialismo yanqui, se han transformado en gobiernos nacional-fascistas (Ibáñez, Leguía, Siles, Machado, etc.), y otros que se pueden calificar de nacional-reformistas por su demagogia obrerista (Argentina, Uruguay, Ecuador, etc.), se están transformando de más en más en gobiernos fuertes con vistas al nacional-fascismo.

El gobierno pequeño-burgués de México, pasa del nacional-reformismo, al nacional-fascismo, capitula ante el imperialismo, impide todo desarrollo de la revolución agraria, suprime las pocas conquistas de la revolución del 17 y desencadena la reacción contra las masas trabajadoras y su vanguardia, el Partido Comunista.

En general, al mismo tiempo que asistimos a una mayor presión del imperialismo sobre las masas trabajadoras de estos países, se nota un proceso hacia la formación de "gobiernos fuertes", tipo nacional-fascista, en toda América latina, que tienden a impedir toda acción de masas contra ese aumento de explotación.

La tendencia actual del imperialismo es la de crear gobiernos nacional-fascistas con una organización estatal y un servicio perfecto de policía, listo para reprimir toda manifestación de descontento obrero o insurrección de las masas campesinas, y reservar su intervención armada únicamente para los casos de no sumisión absoluta del gobierno "nacional", o de su imposibilidad de reprimir por sí solo, los movimientos insurreccionales.

Al gobierno yanqui le resulta menos oneroso "sostener" al gobierno de Ibáñez y su aparato estatal que le permite la colonización "pacifica" del país, que la ocupación armada de Nicaragua.

Respecto de la "justificación" de las diversas formas de penetración imperialista en América latina y los que las favorecen, es necesario decir algunas palabras.

Empecemos por: a) la filosofía americanista respecto a la necesidad de reemplazar la intervención armada ‑ costosa e impopular ‑, por la conquista de los gobiernos "nacionales". Seguramente todos ustedes habrán leído a fines del año pasado, las discusiones habidas en el "Instituto de Williamstown", cuya misión es la de crear esa filosofía americanista, por la cual se justifica jurídicamente la penetración imperialista en América latina. Ese instituto, después de una gran discusión, tomo una resolución por la cual se consideraba que "las intervenciones armadas no eran siempre necesarias y había que considerarlas como agresividad indebida por parte de una grande y poderosa nación en los asuntos de una nación débil y atrasada". Según el Instituto, se debía renunciar a esa intervención armada puesto que "las naciones poderosas, por medio de la penetración económica, obtienen el control de un país atrasado", y si las intervenciones de Estados Unidos se hicieron necesarias en otras épocas en el Caribe, eso fue "debido a que las deudas de esos países con naciones europeas, hizo temer que estas últimas se apoderaran de las aduanas y sus territorios, haciendo que los Estados Unidos encargaran a banqueros norteamericanos para hacerse cargo de las deudas y establecer el control de las finanzas de esos países". En esos casos ‑ continua el Instituto ‑, "no puede llamarse imperialismo; es la protección de los pueblos débiles". Agrega luego: "Después de haber pagado nosotros a Colombia la cantidad de 25 millones de dólares como indemnización para obtener las concesiones de petróleo, en un esfuerzo para adelantarnos a los intereses de la "Dutch Shell", ¿se nos puede titular imperialistas por eso? ¿O se puede titular de imperialista a los Estados Unidos por su actitud de 1921, relativa a la retroactividad del artículo de la ley mexicana del petróleo? ¿o se nos puede titular por imperialistas por la enmienda Platt, que acuerda a Estados Unidos algunos derechos en los asuntos de Cuba para defender nuestros intereses?" A esas preguntas, como es lógico, el Instituto, contesta que no, "El asunto está ‑ y en eso reside la nueva “filosofía” americanista del Instituto ‑, en saber si esa política es: primero, buena para todo el pueblo de Estados Unidos; segundo, si lo es para el pueblo de América latinan; y tercero, si lo es para los otros pueblos del mundo".

Como se ve, no puede expresarse en tan pocas palabras, y con mayor cinismo, toda la política imperialista de Estados Unidos. Primero, se trata de saber si el "pueblo" de Estados Unidos ‑ entiéndase: los grandes "trusts" financieros americanos y la aristocracia obrera de ese país ‑, obtienen beneficios de la colonización de América latina; segundo, si la burguesía nacional, venal y corrompida, está o no interesada en la penetración del imperialismo yanqui; y tercero, si los otros "pueblos" del mundo, o sea los otros países imperialistas, realizan o no la misma política rapiña en las colonias.

b) Pero si los imperialistas yanquis se esfuerzan para crear esa filosofía americanista, no es menos cierto que las burguesías nacionales de América latina, ‑ y gran parte d la pequeña burguesía ‑, tratan a su vez de inculcar en las masas, la teoría del fatalismo respecto de la penetración imperialista en América latina, llegándose hasta el caso servil y repugnante de Leguía, en el discurso de recepción a Hoover, en el cual dijo que "ni los ruidosos clamores de los que disputan al coloso del norte su papel de dirigente, ni aun bajo el manto de una transformación de la doctrina de Monroe, en favor de una intervención cuando en realidad la doctrina ha sido y sigue siendo un baluarte de nuestra libertad. Monroe proclamo la personalidad de América en medio de la libertad, y vos, por vuestra visita, vais a garantizarla por medio de la expansión económica". De manera que, en pocas palabras, Leguía asegura a Hoover el apoyo incondicional de los diversos gobiernos reaccionarios de América latina, para el derecho a su expansión económica en los mismos.

En lo que respecta a otras corrientes de la burguesía o pequeña burguesía que hacen gestos demagógicos contra el imperialismo, en realidad también facilitan su penetración. Ellos temen tan solo que la intervención brutal del imperialismo yanqui pueda despertar el sentimiento nacionalista revolucionario de las masas y provocar una lucha armada antiimperialista. Se justifica la penetración "pacifica", pero no violenta, del imperialismo. En el caso de la amenaza yanqui de intervención en Colombia, que originó la protesta en diversas capas de la burguesía latinoamericana, "La Nación" de Buenos Aires, escribía lo siguiente: "El capital norteamericano, que llega a las repúblicas latinoamericanas como anuncio de civilización y progreso; llamado a embellecer sus ciudades, a multiplicar sus caminos y a fecundar su economía, no se vuelva en razón de la doctrina intervencionista, en imperialismo embozado". Esa es la opinión de la burguesía liberal, pero, ¿creéis que ella difiere de las de los socialistas? Absolutamente, no. "La Vanguardia", órgano del Partido Socialista Argentino, en esa época, después de lamentar con los mismos argumentos que "La Nación", la actitud "agresiva" del imperialismo yanqui, decía: "se hace, pues, indispensable, si esas relaciones han de mantenerse, que las inversiones yanquis no constituyan un peligro para los países que necesitan el dinero yanqui y pagan por él buenos intereses o le garantizan de hecho una ganancia no despreciable". La filosofía de la fatalidad ‑ contra la cual hay que luchar con toda energía si se manifiesta entre las masas trabajadoras ‑, de la penetración imperialista y de la inutilidad de resistirla, toma cuerpo también en ciertas capas de la burguesía liberal latinoamericana. Yo tomo como ejemplo, a un escritor mexicano, García Naranjo, que seguramente los compañeros delegados de México, han de conocer, el cual en un libro reciente del que la prensa argentina ha publicado extractos, refiriéndose a la situación de México y a la de Nicaragua, explicaba "como las medidas económicas son más eficaces que os procedimientos de guerra para hacer capitular a los pueblos débiles. En frente de Sandino ‑ continúa el escritor nombrado ‑, Coolidge perdió la serenidad y dio orden a sus soldados para que lo sometieron por la fuerza; enfrente de Calles ‑ que parecía decidido a no respetar los intereses norteamericanos ‑, el presidente yanqui sugirió un bloqueo económico. Y allí están los resultados: mientras el general Calles está completamente sometido a la Casa Blanca, el general Sandino sigue dándole guerra a los soldados de Estados Unidos".

De esos hechos, García Naranjo extrae como conclusión, que desde el momento en que es imposible a los pueblos de América latina, escapar a la colonización yanqui, es mucho más conveniente aceptar el método de Calles que el de Sandino. "Resultado ‑ dice García Naranjo ‑, mientras Sandino por andar luchando contra los americanos, reposará pronto en un cementerio humilde o en la fosa de los héroes anónimos, Calles está encantado con Mr. Morrow, socio de Pierpont Morgan. Sandino será un vencido y Calles un convencido."

c) Que el antiimperialismo pequeño-burgués de algunas capas sociales de la burguesía latinoamericana, no asusta al imperialismo americano, lo dice claramente Robert de Forrest en una intervención realizada en el Instituto americano precitado, el cual afirma que es necesario "entenderse" con ciertas capas de la pequeña burguesía latinoamericana y no utilizar la fuerza armada para dominarlas ya que, dice de Forrest, "el hombre de negocios latinoamericano es un ciudadano tranquilo, que se ocupa de sus cosas y se muestra inclinado a no mezclarse en política. En privado admite francamente que acoge la cooperación de Estados Unidos y también, que es por el bien de su país que en ciertos casos se tienen intervenciones estadounidenses; pero en público no expresara esos puntos de vista, pues se encontrara atacado por los elementos políticos que el evita". Y si es posible entenderse con esa capa de burguesía, ¿por qué no ha de serlo con los socialistas, los cuales ‑ por ejemplo, tomamos otra vez los de la Argentina, que son los que típicamente representan la ideología reformista latinoamericana ‑, reconocen el papel "progresista" del imperialismo y la necesidad de traer esos capitales al país, para desarrollar las industrias "nacionales"? Lo único que ellos lamentan es que el capital norteamericano no sea más prudente y amenace con intervenciones, resultado de "la mala política americana", ya que ellos dicen: "preferiríamos, naturalmente, que con el dólar fuera otra cosa: el honesto espíritu de empresa, el legítimo fomenta que toda incorporación de capitales útiles provoca; un nuevo vinculo de relaciones amistosas entre el país de donde el capital sale y aquel a cuyo acervo definitivamente se incorpora. Bienvenido el dólar como emisario de paz, de actividades nuevas, de fomento industrial y comercial". Bienvenido a los países de América latina el imperialismo y el capital financiero yanqui; nosotros les entregaremos nuestras fuentes de producción; les ayudaremos a explotar más intensamente a los trabajadores indígenas, siempre que tenga el "honesto espíritu de empresa" de que hablan anteriormente. Tal es la actitud canallesca y traidora de los socialistas argentinos frente a la penetración imperialista que, como es lógico, no difiere en nada de la de la 2a Internacional, ya que Vandervelde, en una de sus conferencias pronunciadas en Buenos Aires, sobre los progresos alcanzados por la "gran nación argentina" ‑ de la burguesía que le pago sus viajes y sus juergas ‑, que "si bien es cierto que en la Argentina, por ejemplo, los grandes empresas se desarrollan con capitales europeos, no quita eso la importancia a la grandeza de su expansión, puesto que treinta años atrás la situación en Norteamérica era igual a este respecto, y Seligman decía en aquel entonces, que Norteamérica era financieramente una nación deudora de Europa. Hoy todo ha cambiado: Norteamérica es acreedora de la mayoría de los países del mundo".

Conclusión: si Norteamérica ha podido transformarse en una gran nación imperialista, ¿por qué no podría transformarse también en una nación independiente la Argentina? Es la historia del lobo y del cordero y creo que no hará falta refutar las afirmaciones de Vandrvelde, sobre la teoría de que la colonización económico-militar de los países débiles, representa la descolonización y la independencia de los mismos. Es, por otra parte, la ideología traidora de la 2a Internacional.

VIII. La lucha antiimperialista en América latina y las fuerzas motrices de la revolución

También tocaré de paso este problema, puesto que deberá ser discutido en el segundo punto del orden de día, y lo hago solamente con vistas a establecer las fuerzas sociales que están frente al imperialismo, y, por consiguiente, frente a la guerra.

¿Cuáles son las capas sociales interesadas en la lucha contra el imperialismo? Ante todo, es preciso establecer que las fuerzas motrices de la revolución en América latina, son el proletariado y los campesinos. Las demás ‑ como ya hemos dicho anteriormente ‑, se deben considerar como fuerzas auxiliares. La pequeña burguesía ‑ y esta capa social, no tomada en bloque ‑, puede jugar en ciertos momentos un rol auxiliar, puesto que su ligazón con el imperialismo ‑ especialmente el yanqui, en los países donde las fuerzas agrarias están ligadas al imperialismo inglés ‑, se realiza en el transcurso cuando no en el comienzo de la lucha, y si busca el apoyo de las asas trabajadoras, mediante promesas demagógicas, apenas en el poder, impide todo desarrollo ulterior de la revolución democrática burguesa desencadena la reacción contra las masas trabajadoras y se vuelve el perro de guardia más furioso del imperialismo.

Tal es la experiencia que nos han deparado los gobiernos pequeño-burgueses que llegaron al poder, con el apoyo de las masas trabajadoras de América latina.

El único experimento de lucha más o menos largo contra el imperialismo, lo constituye el caso de México. Pero allí mismo, en los momentos más álgidos de la lucha, la pequeña burguesía en el poder, frenó siempre el desarrollo de la revolución agraria, no llevo a cabo las conquistas de la revolución democrático-burguesa, buscó compromisos con el imperialismo, y terminó capitulando ante el en la forma vergonzosa por todos conocida, siendo en la actualidad un agente del mismo.

El programa esbozado al principio de la revolución fue siempre aplicado con oscilaciones (entrega de parcelas de tierra "provisoriamente" a los campesinos, para luego quitárselas por los tribunales; armamento de los campesinos en los periodos de contrarrevolución, desarmándolos luego para impedir que arrancaran por la fuerza la tierra a los latifundistas; participación de los representantes obreros y campesinos en el poder, en los periodos de emergencia, excluyéndolos luego; fomento y ayuda de las fuerzas revolucionarias de Nicaragua, Cuba y Venezuela, para luego abandonarlas a sus propias fuerzas, etc.) y los resultados fueron que a través de esa política, el aparato estatal fue pasando a manos de la burguesía agraria que hoy lo vuelve completamente contra las masas obreras y campesinas.

La revolución mexicana podía cumplir las reivindicaciones de la revolución democrática-burguesa, a condición de desarrollar la revolución agraria, realizar una lucha consecuente contra el imperialismo y esforzarse por extender la revolución a los demás países latinoamericanos.

Pero eso no podía hacerlo la pequeña burguesía. Solo las masas obreras y campesinas, dirigidas por nuestro Partido, podrán llevar a cabo las conquistas de la revolución democrático-burguesa, estableciendo un gobierno obrero y campesino, primer paso hacia la revolución proletaria.

Teniendo en cuenta que en casi todos los paisas latinoamericanos existen condiciones objetivas para la revolución democrático-burguesa, nuestra tarea fundamental para el futuro, una vez que hayamos establecido cuales son las fuerzas motrices de la revolución, es la de crear las vanguardias de lucha que den perspectivas claras al movimiento revolucionario latinoamericano. Sin perspectivas claras para la lucha y sin ideología conformada de nuestros partidos, los próximos movimientos revolucionarios antiimperialistas que se perfilan en América latina, caerán de nuevo bajo la influencia de la pequeña burguesía y de los aventureros políticos sin escrúpulos, que llevarán nuestros países al nacional-fascismo, como en Chile, o al nacional-reformismo, como en México y Ecuador, que no es otra cosa que la primera etapa hacia el nacional-fascismo, que significa una explotación y un sometimiento brutales de las masas trabajadoras del país por la burguesía nacional y en beneficio del imperialismo.

Los socialistas latinoamericanos ‑ que son tan lacayos, o más, del capitalismo que los del resto del mundo ‑, no solo admiten la necesidad de los "gobiernos fuertes", agentes del imperialismo, sino que admiten, también, que el nacional-fascismo representa una necesidad transitoria para "contener la impaciencia de las masas". La prueba de nuestro aserto está en un editorial del 21 de abril de este año, publicado en el órgano oficial del partido socialista argentino, "La Vanguardia". En él se dice que "las mismas dictaduras que parecen ser su negación más absoluta representan solamente un recurso destinado a moderar, a regularizar el ritmo de la evolución hacia el socialismo en aquellos países que por razones de insuficiente capacidad técnica y política, no se hallan en condiciones de superar, dentro de la legalidad, los problemas que ha creado la post-guerra y la impaciencia incontenible de las masas".

Como ven los compañeros, fascismo y socialismo no son sino, dos diversos métodos de gobierno, que la burguesía utiliza para someter y explotar al proletariado, según convenga a la situación del momento.

Conclusión: que solamente el Partido Comunista como vanguardia de las masas obreras y campesinas en lucha, representa la garantía efectiva de que estos podrán realizar las conquistas de la revolución y llevarlas a la práctica.

Fortalecer orgánica e ideológicamente a nuestras partidos, debe ser nuestra tarea inmediata.

IX. El papel de América latina en la guerra. Nuestra táctica y la experiencia latinoamericana de lucha contra la guerra

Para poder establecer el papel que le tocará desempeñar a la América latina en la próxima guerra, es necesario encuadrar a estos países en el marco internacional. Al hacer eso debe tenerse en cuenta que habiéndose establecido que el nudo de las contradicciones imperialistas lo representan Inglaterra y Estados Unidos, y que esas contradicciones se agudizan continuamente en América latina, donde los intereses de los imperialismos entrechocan continuamente, se puede considerar que estos países, en la próxima guerra, serán utilizados por uno u otro imperialismo en la lucha armada interimperialista; o por el imperialismo en general en la guerra contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos.

Además, debe considerarse que toda la estructura económica de nuestros países está modelada de acuerdo a las necesidades del imperialismo, ya que algunos países son sus graneros y proveedores de carne, otros de café y frutas, otros de petróleo y minerales en general, otros de algodón y caucho, etc. Y en caso de guerra deberán conformar aún más su producción a los intereses inmediatos de la metrópoli. En caso de guerra, mientras un grupo de países abastecerá el combustible, otro abastecerá los comestibles.

En cualquiera de los dos casos, la deformación de la economía nacional, ya realizada de acuerdo a los intereses imperialistas, se acentuará todavía y la dependencia de la producción de nuestros países del mercado extranjero los obligará a producir solamente lo que interesa al imperialismo en guerra, produciéndose así crisis graves en la economía de nuestros países.

Si tomamos la Argentina, por ejemplo ‑ cuya economía ha sido deformada casi exclusivamente por el imperialismo inglés ‑, durante la guerra aumentó su producción de cereales y ganado para abastecer a los ejércitos aliados. Toda otra rama de la vida económica argentina quedó paralizada, y eso, mientras produjo ganancias fabulosas para la burguesía agropecuaria y los "compradores", determinó la pauperización de ciertas capas del campesinado y una crisis general de trabajo.

Eso produjo un gran malestar en el interior del país, malestar que trataron los socialistas de desviar por todos los medios, apartando la atención de las masas de las acciones revolucionarias, engañándolas sobre el bienestar que se produciría, mediante el empleo de las ganancias en el desarrollo económico del país.

Veremos en seguida cual debe ser nuestra táctica frente a los distintos tipos de guerra, ligándola con la situación objetiva que se creará en cada país siguiendo las características de esas mismas guerras. Los tres tipos fundamentales de guerra pueden resumirse en los siguientes: a) guerra interimperialista; b) guerra contra la Unión Soviética o contra la revolución de los pueblos oprimidos; c) guerra entre países latinoamericanos, instrumentos del imperialismo.

En el primer caso, es decir: en el caso de guerra interimperialista, nuestra consigna debe ser la de: "transformarla en guerra civil por la independencia del país del imperialismo, por la revolución democrático-burguesa, por el gobierno obrero y campesino". En ese caso, la coyuntura resulta favorable al movimiento revolucionario en cuanto los países imperialistas tienen que concentrar sus fuerzas armadas en la lucha entre sí y no están en condiciones de utilizarlas para la represión de los países latinoamericanos que se independizan del yugo imperialista.

En el segundo caso, en el caso de una guerra contra la Unión Soviética o contra los países coloniales que luchan para independizarse del imperialismo, nuestras consignas deben ser: "ni combustibles ni comestibles para los ejércitos imperialistas que luchan contra la primera república proletaria o contra el movimiento revolucionario de las colonas. Apoyo directo y por todos los medios a la U.R.S.S., disgregando el frente imperialista. Sabotaje por todos los medios de todo lo que tenga relación con el abastecimiento de los ejércitos imperialistas". En estos momentos de efervescencia debe aprovecharse también, el estado de espíritu especial de las masas que se creará como un reflejo de su resistencia a luchar en los ejércitos imperialistas, para incitarlos a la lucha revolucionaria por la independencia del imperialismo.

El tercer caso, caso de guerra entre países latinoamericanos, instrumentos del imperialismo, en que los imperialistas aprovechan su situación predominante en uno u otro país para lanzarlos a guerras entre sí, para anexar partes del territorio o afianzar la situación de un imperialismo, o como fuerzas auxiliarías de uno u otro imperialismo en la contienda mundial, nuestra consigna debe ser la de: "Fraternización, transformación de la guerra entre países latinoamericanos en guerra contra la burguesía, agente del imperialismo. Por la tierra a quienes la trabajan. Por el gobierno obrero y campesino." Esas consignas permitirán movilizar a las grandes masas trabajadoras para la revolución democrático-burguesa, ya que en esas guerras serán reclutadas especialmente las masas campesinas indígenas que sufren la explotación más brutal por parte de la burguesía nacional y de las empresas imperialistas.

La consigna de "la tierra a quienes la trabajan" es la que tendrá el poder de atracción de esas masas campesinas que añoran volver a la posesión en común de sus tierras y que para eso son capaces de cualquier sacrificio.

En América latina tenemos también alguna experiencia respecto de la lucha contra la guerra. Hay que decirlo con toda franqueza: no es de las mejores. En toda ella se ha manifestado abiertamente los peligros de derecha, del peor oportunismo pequeño-burgués.

Aparte el hecho de que en todos nuestros partido existe un "provincialismo" remarcado que se manifiesta a través de una despreocupación por los problemas internacionales, en el centro de los cuales está la cuestión de la guerra, ese "provincialismo" se manifiesta, también, en la falta de ligazón entre la acción de nuestros partidos en el orden continental, a pesar de que tenemos un enemigo común inmediato que combatir: el imperialismo, cuyas garras se clavan por igual y en la misma forma en todos los países latinoamericanos.

Ese "provincialismo" se ha manifestado en forma abierta con motivo del conflicto paraguayo-boliviano. A pesar de ser inminente la guerra, de haberse efectuado encuentros entre las tropas de Bolivia y de Paraguay, y a pesar de saberse que los dos países no eran otra cosa que instrumentos de las miras imperialistas, nuestros partidos, con muy raras excepciones, no realizaron ninguna agitación entre las masas trabajadoras de sus respectivos países para denunciar la inminencia de esa guerra y la esencia imperialista de la misma.

La guerra entre Bolivia y Paraguay debía ser explicada a las masas trabajadoras como una consecuencia directa de las luchas interimperialistas por la conquista de la América latina, y demostrarles a cuantos y cuales mayores males se exponían al no disponerse a luchar con energía contra el imperialismo y sus agentes: los gobiernos nacionales.

En cambio, camaradas, no se hizo nada en ese sentido. Algunos partidos ni publicaron el llamado del Secretariado Sudamericano. Y eso es inadmisible. Hechos semejantes no deben repetirse, su pena de desacreditar toda nuestra actividad frente a las masas.

Hay que decir también que en ese caso, nuestros compañeros, tanto de Paraguay como de Bolivia, no supieron cumplir enteramente con su deber de revolucionarios.

Las causas hay que buscarlas, en gran parte, en la falta de experiencia política de nuestros compañeros, la no conformación ideológica de nuestros partidos, etc.; pero eso no puede eximir de nuestra crítica. Sobre todo si se tiene en cuenta que tanto en Bolivia como en Paraguay existían condiciones objetivas para hacer la propaganda contra la guerra.

En el segundo punto del orden del día se discutirá sobre táctica y allí se establecerá cuál debe ser nuestra actitud frente a los partidos pequeño-burgueses.

Pero quiero citar el caso de Bolivia como ejemplo típico del papel contrarrevolucionario de esos partidos. Temiendo que las masas trabajadoras del país se asustaran por el nombre "comunista", nuestros compañeros entraron en una combinación con grupos heterogéneos del país y formaron el "partido laborista". Ahora bien, en la dirección de ese partido estaban nuestros compañeros; pero cuando el estallido de la guerra se hizo inminente, nuestros compañeros más activos fueron perseguidos y tuvieron que ocultarse para realizar un trabajo ilegal, los pequeños burgueses se adueñaron de la dirección de ese partido, lanzaron proclamas en favor de la guerra, invitando a las organizaciones obreras a apoyar al gobierno en la acción guerrera; en una palabra: hacían propaganda chauvinista.

Las masas trabajadoras, que habían creído que el partido laborista era su partido, se encontraban desorientadas frente a las declaraciones patrioteras del mismo y se pudo asistir al hecho bochornoso de que la mayoría de las organizaciones obreras hicieran manifestaciones en favor de la guerra. La inactividad de nuestros compañeros, por una parte, la confusión producida en el campo obrero, por otra, hicieron que manifestaciones aisladas de grupos de obreros honestamente revolucionarios ‑ entre ellos anarquistas sinceros ‑ realizaran propaganda contra la guerra.

En Paraguay, donde creíamos tener un partido formado y por consiguiente con más responsabilidad entre las masas, las desviaciones oportunistas y social-patriotas fueron todavía más pronunciadas. El que fuera secretario de nuestro partido, Ibarrola, no solo no incitó a los otros compañeros a una acción efectiva contra la guerra, sino que había preparado ya la publicación del órgano del partido, con un editorial completamente chauvinista, precedido de fraseología hueca respecto a la "paz", pero acusando a los "borrachos bolivianos" de querer la guerra. Por consiguiente, había que "defender al país", invadido por las "hordas" de Siles. Después de la reorganización de la dirección del partido, y con la ayuda de nuestro Secretariado, se realizó cierta propaganda contra la guerra; pero allí también fueron más activos que nosotros algunos elementos anarquistas, si bien dando una forma equivocada a su protesta contra la guerra que materializaron mediante la deserción.

Sin embargo, como hemos dicho, existían condiciones objetivas para nuestra propaganda. Tanto los campesinos indígenas de Bolivia y como los del Paraguay no iban con "entusiasmo" a la carnicería, primero por tratarse de una guerra a realizarse en una región en que más que la acción armada era de temerse la de los insectos venenosos y la inclemencia del tiempo, y segundo, porque la movilización se había realizado en la época de la cosecha y, de no realizarse la recolección, se exponía al hambre a sus familias. Y eso se manifestó al desmovilizarse, en que hubo conatos de rebelión de los campesinos, debido a que a la vuelta se encontraron sin la cosecha y con el hambre en sus hogares.

Hay que señalar, también, que nuestro partido de la Argentina, si bien realizó una propaganda general contra la guerra boliviano-paraguaya, no organizo una acción efectiva contra la misma, limitándose a denunciar el pasaje de armamentos para los países beligerantes por territorio argentino.

Nuestros compañeros del Perú tampoco se han ocupado seriamente del asunto de Tacna y Arica ‑ cuyo arreglo ultimo por parte de Leguía produjo descontento en ciertas capas de la población ‑, para ver si era posible, bajo la consigna dela autodeterminación y del plebiscito mediante el contralor obrero y campesino, organizar la resistencia activa de las masas obreras y campesinas de esa región contra el arreglo "salomónico" impuesto por los yanquis, que reserva para los mismos puntos estratégicos para la guerra en el Pacifico y también una base de operaciones militares para aplastar cualquier movimiento insurreccional de la América del Sur.

En lo que respecta a la experiencia de la Argentina, podemos decir que en la lucha contra los peligros de guerra también se ha perfilado claramente la desviación oportunista y socialdemocrática frente a la acción, representada por Penelón y sus adláteres, hoy en el campo de la contrarrevolución. Los compañeros de la Argentina intervendrán en este debate y nos explicaran más detalladamente esa experiencia que es útil sea conocida por todos los compañeros delegados y que demuestra como los oportunistas, que empiezan siempre poniendo reparos a las consignas revolucionarias del partido, a pesar de estar de acuerdo "en general", pero arguyendo que es preciso "contemplar la situación especial del país", terminan luego por desenmascararse en el momento de la acción, porque en el fondo temen la acción revolucionaria de las masas contra la guerra y tratan de sabotear la revolución.

En fin, se puede verificar en general que el peligro más grave para nuestros partidos es el de la subestimación de los peligros de guerra como consecuencia de su "provincialismo". Teóricamente, se comprende el peligro de guerra, pero se considera como una cosa lejana o que en todo caso no tendrá como teatro a los países de América latina. Estos desempeñaran un papel secundario: tal es la opinión de algunos compañeros.

Creo repetir un lugar común al decir que en la guerra próxima nadie restará neutral, por la misma razón que será una guerra imperialista por la dominación mundial, y que, por consiguiente, es necesario que cada partido estudie detenidamente la situación económica, política y estratégica de su país, la coloque en el marco internacional y vea cual es el rol que su país desempeñará en la próxima guerra. Solo así se podrá organizar la acción efectiva contra la misma. Darle una visión clara a nuestros partidos respecto de la ineluctabilidad y de la inminencia de la guerra, debe ser parte integrante de la preparación de la acción contra la misma.

X. Nuestras tareas frente a los peligros de guerra

Camaradas: me acerco al final del informe. A través de la exposición hemos podido verificar, al analizar la situación internacional, que los conflictos interimperialistes ‑ anglo-americano, particularmente ‑ se agudizan constantemente; que cada una de esas grandes potencias imperialistas trata de agrupar bajo su dirección a potencias menores con vistas a a guerra por la hegemonía mundial y hemos comprobado, sobre todo, la consolidación siempre creciente de la Unión Soviética, en el camino de la construcción del socialismo y el desarrollo del movimiento revolucionario mundial, factores fundamentales de la inestabilidad creciente del régimen capitalista.

La extensión de las esferas de influencia mundial, el mercado exterior, constituyen la condición "sine qua non" de los países imperialistas para evitar sus crisis catastróficas.

Si se tiene en cuenta que la América latina representa uno de los mercados de colocación más importantes para los productos manufacturados y los capitales, y para la obtención de materias primas, se comprenderá como el sector latinoamericano se transforma de más en más en uno de los sectores en que las luchas interimperialistas se hacen más agudas y donde los choques de los intereses imperialistas tendrán repercusiones desastrosas para la economía nacional, creando situaciones objetivamente favorables para el desarrollo de grandes movimientos de masas, y para la revolución agraria y antiimperialista.

Para la América del Norte, la colonización de la América latina y su dominación indisputada representa una necesidad imperiosa, porque así lo requiere su situación interior, donde existe una crisis de superproducción, y la obtención del mercado exterior es la condición para evitar una crisis catastrófica de su economía. Pero al mismo tiempo que necesita del mercado latinoamericano para sus exportaciones, por "razones internas" se ve obligado a levantar barreras aduaneras para defender la producción nacional, que obstaculizan la introducción de ciertos productos agropecuarios y materias primas provenientes del mercado latinoamericano. Ello crea crisis en esos países, levantando grandes olas de descontento. De allí que necesite conquistar por todos los medios puestos económicos de comando en todos los países latinoamericanos, crear y sostener regímenes nacional-fascistas que impiden toda manifestación de descontento entre la masa trabajadora.

Es así como trata de adquirir ‑ desplazando a los ingleses ‑, los ferrocarriles de la Argentina y Brasil, habiendo adquirido ya los de Chile, Perú y otros países latinoamericanos; además, como lo hemos dicho, de las teléfonos, telégrafos, usinas eléctricas, etc., que van pasando de las manos ingleses a las americanas.

Por su parte, Inglaterra trata de detener el avance del imperialismo yanqui y evitar ser desplazada de sus posiciones de América latina, aferrándose a las situaciones conquistadas en los países del Sur (Argentina, Brasil y Chile) para contrarrestar la ofensiva. De ahí que como contestación al viaje de Hoover, se haya resuelto el envío de una delegación comercial a estos países ‑ presidida por lord D'Abernon ‑ donde las relaciones comerciales han sufrido fuertes quebrantos.

Inglaterra se propone aprovechar la situación de descontento de la gran burguesía agraria de estos países ‑ particularmente la Argentina ‑ frente al aumento de los aranceles norteamericanos, que le cierra el mercado para gran parte de su producción agropecuaria, y el descontento de los productores de café de Brasil ‑ cuyo monopolio trata de quebrar Norteamérica, lo que produciría una catástrofe en la economía brasileña ‑, para atraer de nuevo a esos países al mercado inglés.

Bajo el lema de "compren a quienes les compran" ‑ Inglaterra es el primer comprador de productos agropecuarios ‑, presiona sobre estos países, amenazándolos con que si no se adaptan a las necesidades de la producción inglesa, ella se verá obligada a abandonar estos mercados, aumentando su intercambio con los dominios y produciendo crisis catastróficas en estos países.

Todos esos hechos hacen que las contradicciones angloamericanas en América latina se agudicen de más en más y bien es sabido que en los conflictos armados, tales como el paraguayo-boliviano, ocúltanse los ingleses y americanos, que cierta orientación reciente de Bolivia hacia la Liga de las Naciones ‑ a pesar de ser un país dominado por el imperialismo yanqui ‑, puede interpretarse como manifestación de protesta por la solución dada al asunto de Tacna y Arica, es obra exclusiva del imperialismo inglés.

En el segundo punto del orden del día se hablará de la situación objetiva del movimiento revolucionario de cada país. Yo diré tan solo que en casi todos los países de Latinoamérica asistimos actualmente a un gran despertar de las masas trabajadoras, a grandes movimientos cuyo desarrollo revolucionario posterior dependerá de quienes tengan la dirección.

Pero si verificamos que existen en estos países todas las condiciones objetivas para el desarrollo de los movimientos revolucionarios, debemos comprobar también que nos faltan las fuerzas subjetivas, ya que ni nuestros partidos ni las organizaciones sindicales, por su composición social, por sus métodos de organización e ideología, están en condiciones de aprovechar completamente esa situación objetiva.

La desproporción entre los factores objetivos, y los subjetivos es muy grande, y tomar las medidas para hacerlas desaparecer será una de las tareas de nuestra Conferencia.

El congreso de Montevideo, que ha creado la Confederación Sindical Latinoamericana, ha realizado un gran paso hacia la conformación de las organizaciones sindicales revolucionarias de la América latina, a las necesidades de las luchas que se aproximan. Pero allí, como acá, podemos comprobar que es preciso adaptar nuestro trabajo a la estructura de nuestros países, que es la de países coloniales y semicoloniales.

Para realizar con eficacia la lucha contra el imperialismo y la guerra es menester organizar en los sindicatos a los obreros que trabajan en las empresas imperialistas (empresas de transportes, puertos, minas, plantaciones, obreros agrícolas en general, etc.) y hacer ingresar a los mejores en nuestros partidos.

Las consignas que hemos lanzado contra la guerra, para que no queden en el aire, es preciso que cuenten con sus ejecutores, que deben ser los obreros de la rama de producción en que debe llevarse al cabo el sabotaje. "Ni combustibles ni comestibles para los ejércitos imperialistas que luchan contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos", presupone la existencia de Comités de acción contra la guerra en las empresas de transportes, en las minas, en los frigoríficos, en los puertos, etc. "Transformación de la guerra imperialista en guerra civil contra el imperialismo y la burguesía nacional, etc.", presupone la organización de los campesinos y de los obreros agrícolas para que, conjuntamente con los obreros de las ciudades, pueden llevar a cabo esas consignas. "Apoyo directo y por todos los medios a la U.R.S.S. y pueblos oprimidos que luchan contra el imperialismo", presupone una labor antimilitarista seria y persistente, que todavía no se ha realizado.

En fin, para luchar con eficacia contra la guerra ‑ y en general contra la reacción ‑ es preciso dotar a nuestros partidos de aparatos ilegales que le permitan escapar a los golpes de nuestros enemigos.

La Jornada del 1° de agosto ‑ que es la jornada internacional de lucha contra los peligros de guerra ‑, decidida por la Internacional Comunista, debe ser, entonces, el motivo para desplegar una gran campaña para hacer conocer nuestras consignas contra la guerra, pero al mismo tiempo organizar la acción contra la misma.

Sin emprender seriamente los trabajos de organización a que hemos hecho referencia anteriormente, y sin adaptarlos a las características de cada país, nuestra lucha contra la guerra no pasara los límites de la de la socialdemocracia, o sea, de la charla demagógica.

En una reunión especial discutiremos esa cuestión y la acción práctica a realizar, como así también la cuestión de la huelga general para ese día.

Para terminar, compañeros, he de decir que una de nuestras tareas inmediatas debe ser la de elevar el nivel ideológico de nuestros partidos, darle más vida política a los mismos; romper con el "provincialismo" discutiendo más los problemas internacionales, y la forma de hacerlo es la de discutir de inmediato el problema de la guerra y las características que asumirá en nuestros respectivos países.

La lucha contra la guerra será tanto más eficaz, cuanto tengamos partidos comunistas que, por su composición social y su ideología, puedan estar a la vanguardia del movimiento revolucionario antiimperialista; y, por esa razón, el próximo periodo debe caracterizarse por la fortificación orgánica y política de nuestros partidos ya existentes, por la cristalización en partidos de los grupos que tenemos en algunos países, por la conformación de nuestros partidos ‑ legales e ilegales ‑ en la ideología bolchevique. Como decía, la única garantía de lucha eficaz contra la guerra es la existencia de fuertes Partidos Comunistas: teniendo en cuenta esto, se debe combatir, como desviación oportunista de las más peligrosas, la no constitución de verdaderos Partidos Comunistas bajo el pretexto de "la falta de madurez política de las masas", de "favorecimiento" de la reacción.

Lenin, ya en las tesis del 2° congreso, sobre la cuestión colonial, establecía en forma absoluta la necesidad de la creación de los Partidos Comunistas y decía que "una de las más grandes tareas" era la de "la creación de Partidos Comunistas que organicen a los obreros y campesinos y los conduzcan a la revolución".

Eso debe tenerse en cuenta por todos los compañeros de los diversos países de América latina, y comprender que es preciso explicar a las masas cual es la situación de nuestros países: movilizarlas, organizarlas, crearles una conciencia revolucionaria, conquistar a sus elementos más abnegados para nuestros partidos, consolidar los Partidos Comunistas, ligados estrechamente en la acción continental contra el imperialismo, ligar más esa acción con los Partidos Comunistas de las metrópolis, internacionalizarlos más mediante una ligazón constante con la Internacional Comunista; en una palabra: formar los vanguardias revolucionarias que dirijan los movimiento de masas que surgen en todas partes de América latina. Tales son las tareas que nos incumben en estos momentos para poder llevar a las masas trabajadoras a la lucha y al triunfo, y, a través de la revolución democrático-burguesa, su pasaje rápido a la revolución proletaria, al unísono con la revolución proletaria mundial.

Luchar contra el imperialismo es luchar contra la guerra. Destruyamos el imperialismo y habremos destruido las causas que generan las guerras.

(Aplausos prolongados).

ROMO. (Presidente). — Está en discusión el informe.

BRACERAS. (Cuba). — El informe del compañero Codovilla es tan completo que ha abarcado todos los aspectos de la cuestión. No creo que haya desacuerdos; por eso, propondría que pasará a la comisión para que ésta elabore la resolución sobre los peligros de guerra.

RAMÍREZ. (Uruguay). — Justamente, porque se trata de un informe completo e importante—y la importancia de la cuestión en sí no escapa a nadie—es que contrariamente a lo que opina el compañero de Cuba, creo absolutamente indispensable que se discuta ampliamente. Propongo, entonces, que se pase sin más a la discusión.

ROMO. (Presidente). — Tiene la palabra el compañero Sala, del Uruguay.

SALA. (Uruguay). — Compañeros: No tengo que hacer observación alguna al informe del compañero Codovilla, que es bueno y refleja la línea política de la Internacional Comunista.

El problema central en la política mundial es el de la guerra; el peligro de guerra aparece desde distintas direcciones.

El capitalismo, en su tercer período de postguerra, ha sobrepasado su nivel de producción de anteguerra. Los períodos anteriores fueron: de crisis revolucionaria el primero, y de curación de las heridas de la guerra, el segundo. Tenemos actualmente una constante ampliación de la producción y de la capacidad de producción, y, al mismo tiempo, una restricción del mercado mundial de consumo. En este sentido puede decirse que hay una estabilización relativa, parcial y temporaria. Por ejemplo, Alemania tenía en 1923 una situación muy grave y ahora goza de cierta estabilidad en sus relaciones de producción. Naturalmente, la gran contradicción entre la capacidad productiva del capitalismo y el mercado de consumo, determina fuertes luchas imperialistas por los mercados y por la redistribución de las colonias. De aquí resulta el peligro de guerra. La guerra se desencadenará contra la Unión Soviética, contra la Revolución China, etc., o entre las mismas potencias imperialistas. En todo caso, será una guerra mundial.

Por otra parte, la ola revolucionaria crece no sólo en los países imperialistas sino en los pueblos coloniales y semicoloniales. En China, después de un período de reconcentración de fuerzas, la revolución asciende de nuevo; en la India, hay un gran movimiento de masa contra el imperialismo, movimiento que no está dirigido ahora por los elementos pequeño-burgueses, sino por las propias masas obreras y campesinas.

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Cuando los imperialismos penetran en los países coloniales y semicoloniales no desempeñan un papel de progreso. Por ejemplo, en América latina a pesar que el imperialismo inglés penetró profundamente hace más de un siglo, no ha desarrollado las industrias del Continente. América latina carece aún de una verdadera industria pesada. ¿Dónde están nuestros países los altos hornos, las fábricas de locomotoras y de máquinas en general? No existen. Y es que el imperialismo, en vez de estimular el desarrollo industrial de los países a él sometidos, trata de trabarlo. En este sentido, su función es reaccionaria. Igualmente, en el terreno político. Donde los imperialismos han penetrado, tienen necesidad de aplastar toda resistencia interior a sus planes, y para ello establecen los gobiernos dictatoriales, como los que existen en varios países latinoamericanos.

¿Cuáles son las perspectivas de América latina? Tenemos la perspectiva de una revolución democrático-burguesa. Esta revolución va a dirigida, esencialmente, contra el feudalismo, por la ruptura de las relaciones feudales en el campo, por la entrega de la tierra a los campesinos. Pero en nuestros países semicoloniales, trátase también de una revolución contra el imperialismo y la reacción.

En los países latinoamericanos, la escasa burguesía industrial está ligada a los imperialistas y al feudalismo. Por ello, no desempeñará un papel revolucionario. Las únicas fuerzas revolucionarias antiimperialistas, son: en primer lugar los obreros, luego los campesinos, y por último una parte de la pequeña burguesía. Claro está que esta pequeña burguesía oscila entre la revolución y la reacción, y constituye un aliado poco seguro; pero si el proletariado sigue a su respecto una línea justa, desempeñará un papel revolucionario en ciertos períodos de la revolución democrático-burguesa.

Hay en América latina, como lo dijera el camarada Codovilla, toda una tendencia que trata de justificar la intromisión del imperialismo y de hacer creer a las masas que toda resistencia al respecto es completamente inútil. En el Uruguay, y en el diario "El Día", un intelectual, Zum Felde, ha expresado tales conceptos en una serie de artículos. Es necesario combatir enérgicamente semejantes corrientes, y llevar a la clase trabajadora la convicción de que es posible vencer al imperialismo, por potente que sea, mediante una lucha incansable contra él, en alianza con los trabajadores de los mismos países imperialistas.

Quiero dejar establecido que no deseaba intervenir esta noche en la discusión. Había recogido una serie de apuntes con el objeto de participar en la reunión de mañana en la discusión del informe del compañero Codovilla. Dejó, sin embargo, anotadas estas opiniones porque creo que sobre este informe importantísimo, debe hacerse una amplia discusión. (Aplausos).

GHITOR. (I. J. C.). ? Evidentemente, muchos camaradas se encontrarán en la situación del compañero Sala: que han recogido diversos apuntes, pero que deben ordenarlos a fin de intervenir eficientemente. Propongo, entonces, que se pase a cuarto intermedio hasta mañana. (Se aprueba).

(Queda levantada la sesión).

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Segunda sesión, junio 2 de 1929

ROMO. (Presidente). ? Queda abierta la sesión. Tiene la palabra el compañero González Alberdi.

GONZÁLEZ ALBERDI. (Argentina). ? La delegación argentina está de acuerdo con el informe presentado anoche por el compañero Codovilla sobre la situación internacional y los peligros de guerra, y me encomendó interviniera para decir algunas palabras sobre las características de este problema en nuestro país, y especialmente para solicitar a las demás delegaciones, y en forma particular a las de Paraguay y Bolivia, que intervengan en los debates para facilitarnos sus experiencias. Y es lo necesario por dos razones principales. Una estriba en que pocas ocasiones como ésta hemos tenido los comunistas de la América latina para ilustrarnos mutuamente sobre la situación de nuestros países. En la Argentina, por ejemplo, se conoce mucho más las experiencias revolucionarias europeas, que las de los países latinoamericanos, a pesar de la ligazón que debe existir en el desarrollo de la acción comunista en Latinoamérica. En los demás países existe igual desconocimiento, sino mayor. De esta Conferencia ha de surgir, previa la reunión de experiencias, el comienzo de la elaboración de la línea política y táctica exacta para Centro y Sud América. Esta tarea, dificultosa por el nivel político no muy elevado de nuestros partidos, constituye la segunda razón que exige la intervención de las distintas delegaciones en los debates.

Esta Conferencia debe aclarar dos cuestiones de suma importancia para el movimiento revolucionario latinoamericano: la primera es la del papel que juega el imperialismo en la economía de los pueblos centro y sudamericanos. Hay compañeros que no comprenden que ese papel no es de progreso, sino de deformación del desarrollo económico de los pueblos latinoamericanos. Es necesario combatir estas concepciones que pueden llevar a serios peligros. La segunda cuestión que debe aclararse es la que se refiere al carácter de la revolución en América latina. En nuestros partidos han habido, y las hay actualmente, concepciones sumamente erróneas. Para unos, la revolución es el apoyo incondicional a la burguesía o a la pequeña burguesía liberal. Para otros, es la espera de la dictadura del proletariado, tipo europeo, que se ve casi como un artículo de importación. Esta segunda concepción llevaba a una pasividad completa. Debe aclararse bien el problema, estableciendo asimismo qué debe entenderse por revolución democrático-burguesa.

En cuanto al problema en sí, creo sumamente necesario no descuidar, al establecer la situación internacional en relación a la América latina, la situación de disgregación que ha comenzado para el imperio británico y que es más pronunciada cada día. Esa situación, que tiene sus causas en el desgaste originado por la guerra a la economía británica, en la inferioridad técnica de la industria inglesa, en el reemplazo del carbón por el petróleo como combustible, en la pérdida del mercado ruso, en el nacimiento de industrias en las colonias, etc., exige de Inglaterra una política de mayor vinculación con sus dominios y esto, evidentemente, hace que sus adquisiciones en América latina tengan que ser menores en su importancia, creando para los países latinoamericanos situaciones difíciles. Ya el gobierno de Inglaterra ha resuelto comprar exclusivamente en sus dominios una buena cantidad de productos destinados al la alimentación de los soldados del ejército y la armada, de los hospitalizados, etc. A esta situación, para los países como la Argentina y Uruguay, se agrega el aumento de las tarifas aduaneras yanquis, ya aprobadas por la Cámara de Representantes, que cerrará uno de sus más importantes mercados?para el lino argentina el más importante?a varios productos agropecuarios. El capitalismo yanqui trata de resolver así la contradicción existente en su propia economía: diferente ritmo de desarrollo de la producción industrial en relación a la agropecuaria, contradicción que si bien es común a todos los países de capitalismo desarrollado, está agudizada en grado sumo en los Estados Unidos. Tratan así los gobernantes yanquis, con esa ayuda a los agricultores, de evitar una posible radicalización de la pequeña burguesía agrícola, y en forma especial, trata el Partido Republicano de prevenirse contra la aparición del tercer partido. El mercado interno, que significa la población campesina, también trata así de que no se restrinja.

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Por otra parte, la agudización de la competencia, que exige abaratar hasta el máximo la mano de obra, determina a empresas imperialistas?"La Forestal" compañía inglesa que explota bosques en la Argentina, por ejemplo?a suspender o limitar sus explotaciones en América latina, para intensificar la explotación en África, donde encuentra trabajo aún más esclavizado que en Centro y Sud América. Se crean así múltiples causas de crisis para los países latinoamericanos, que a su vez generan situaciones objetivamente revolucionarias.

Contra las tarifas aduaneras yanquis, los reformistas sólo aciertan a repetir sus loas liberal-burguesas sobre el librecambio. Los comunistas, ante la situación de crisis, hemos de lanzar consignas que signifiquen hacer pagar al imperialismo y a las burguesías nacionales, las consecuencias de las dificultades económicas. No rebaja de los salarios, aumento de los mismos, rebaja de las tarifas del transporte la tierra a quien la trabaja, son algunos ejemplos de las primeras consignas con las que habrá que movilizar a los obreros y campesinos.

En cuanto a la lucha antiimperialista, puede señalarse la América latina como uno de los campos donde más fuertemente se produce. A la concentración de empresas de comunicaciones y de otras ramas alrededor de empresas yanquis, por un lado, y británicas, por otro, ha seguido una ofensiva intensísima en los países latinoamericanos, del imperialismo de los Estados Unidos, contra su imperialismo rival. En Chile y la Argentina, las empresas telefónicas que eran británicas, han pasado bajo el contralor yanqui. En la Argentina, en el interior del país, se está produciendo idéntico proceso con respecto a las empresas ele electricidad. En Nueva York acaba de constituirse una fuerte empresa con la única finalidad de adquirir títulos latinoamericanos. Y el National City Bank y el Farmers Loan and Trust Co., acaban de fusionarse constituyendo una enorme empresa con 2100 millones de dólares como capital.

La tentativa de adquisición del Ferrocarril Pacífico y ele otras empresas ferroviarias por capitales norteamericanos, es una etapa fundamental de esa lucha interimperialista por la dominación ele la economía argentina. Han sido los ferrocarriles un arma fundamental en manos del imperialismo británico para tomar un papel preponderante en la economía nacional. Merced a la política ferroviaria, Inglaterra puede contar con la economía argentina acomodada a la economía inglesa. De aquí la resistencia a que el imperialismo inglés parece dispuesto en la lucha por el dominio de los ferrocarriles argentinos. Perderlos, significa el paso al imperialismo yanqui de una llave fundamental de la dominación económica argentina.

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Toda lucha interimperialista, ¿qué significa? Que la América latina es uno de los motivos principales de la próxima gran guerra imperialista, que se producirá si el proletariado no la impide, terminando con el capitalismo. La América latina está así ligada fuertemente como objeto cuya posesión disputan los dos imperialismos más fuertes, al problema de la guerra imperialista. Los conflictos entre países latinoamericanos responden a esa rivalidad entre las dos grandes potencias imperialistas, cuyas cancillerías trabajan activamente por crear motivos de conflictos entre los países Centro y Sudamericanos. El problema de la guerra es, pues, importante para nosotros. El Partido Comunista de la Argentina que ha nacido en la lucha contra la traición reformista frente a la guerra, y que ha tenido el problema de la guerra como uno de los más importantes de su última crisis, espera una amplia discusión, en la que han de darse directivas y consignas para el caso d.e guerra interimperialista, en caso de guerra entre países latinoamericanos y en caso de guerra contra la Unión Soviética o contra los pueblos insurreccionados contra el imperialismo. La situación boliviano-paraguaya, requiere igualmente, de nosotros, el máximo de atención. ¡No olvidemos, compañeros, que ha sido frente a la guerra que los Partidos han demostrado su temple bolchevique o han mostrado sus taras oportunistas! (Aplausos).

Luis (Delegado de la I.C.). ‑ Camaradas: Sobre este primer punto de la orden del día, deseo abordar tres cuestiones esenciales: 1° La cuestión de la estabilización del capitalismo, el tercer periodo y su ligazón con la crisis general del capitalismo; 2° La cuestión de los peligros de guerra y de nuestra lucha contra esta; 3° El problema de las formas de penetración del imperialismo en América latina.

I. La estabilización capitalista, el tercer periodo y la crisis general del capitalismo

Para evitar toda interpretación errónea de la tesis del 6° congreso sobre la estabilización del capitalismo, es necesario hacer un análisis de las formas tomadas por la crisis general del capitalismo, inmediatamente después de la guerra, y de las formas que ella adquiere en el presente; comprender lo que ha cambiado en la situación del capitalismo.

Si se compara el estado del mundo capitalista de hoy, con el estado en que se encontraba en los años que han seguido a la guerra mundial, aparecen transformaciones que sería infantil y tonto el querer negarlas en el sentido de una estabilización, de una consolidación aparentemente más grande del régimen capitalista, de su aparato de producción y de cambio, de su aparato de represión política, de la ligazón siempre más íntima del capital financiero con el Estado burgués y las organizaciones obreras reformistas, para una colaboración de clases en la obra de estabilización del régimen.

Este esfuerzo por la estabilización se caracteriza por el desarrollo de la producción por encima del nivel de anteguerra, por un desenvolvimiento considerable de la técnica y del aparato de producción, por el restablecimiento de los cambios internacionales; el comercio mundial sobrepasa también el nivel de anteguerra, por la estabilización de los cambios y un saneamiento de la moneda, por un compromiso en la cuestión de las deudas de guerra y de las reparaciones, que elimina, por cierto tiempo, los métodos tales como la ocupación del Ruhr; por una concentración rápida y considerable de las empresas capitalistas en "cartells" pujantes, en "trusts" internacionales monopolistas, etc.

Estos signos evidentes de estabilización ¿son la prueba de que el capitalismo ha curado las heridas profundas que le fueron hechas por la guerra mundial y la primera ola de revolución proletaria? La crisis general del régimen capitalista ¿ha sido superada? De ninguna manera. Las heridas superficiales más visibles, han sido más o menos curadas; pero el esfuerzo hecho por el capitalismo para hacer desaparecer esas manifestaciones exteriores de su crisis, han provocado una agravación de las contradicciones y lesiones internas. Las formas en que se expresa la crisis general del capitalismo han cambiado; pero la crisis continúa y toma aspectos diferentes y en gran parte nuevos. ¿Cuáles son esas contradicciones profundas, insolubles, que minan el régimen en su base y precipitaran su ruina? Citemos algunas:

a) La división de la economía mundial en dos sectores: el sector capitalista que se ha consolidado superficialmente y el sector socialista, que ocupa una sexta parte del mundo, y que se robustece cada día más, con ritmo muy rápido, a pesar de las dificultades que surgen del esfuerzo mismo de su desenvolvimiento. Esta contradicción fundamental tiende sin cesar a provocar la guerra, la coalición de las fuerzas imperialistas contra la Unión Soviética, para eliminar ese cuerpo extraño y ese formidable elemento de disolución de la economía capitalista mundial.

b) Las contradicciones que aumentan incusamente, entre el desenvolvimiento considerable de la técnica y el aparato de producción en general, y la capacidad de absorción del mercado mundial, que se desarrolla de una manera mucho más lenta y que aún retrograda sobre algunos de sus sectores más importantes (consumo reducido de las masas obreras, coloniales, pequeño-burguesas, etc., generalmente empobrecidas).

Esta contradicción agudiza la competencia entre las grandes potencias imperialistas y entre los grandes "trusts" internacionales, y provoca nuevas luchas por una redistribución del mundo, materias primas y mercados, por una nueva repartición de las colonias (Alemania, Italia), lucha que se expresa por una creciente tensión internacional, por formidables preparativos de guerra, a pesar de la "hoja de parra" de los parloteos de Ginebra, y por un peligro de guerra acrecentado entre los grandes potencias imperialistas.

c) Esta competencia se expresa, en primer lugar, en el dominio de la explotación de las colonias, por una mayor explotación de sus riquezas naturales y, sobre todo, de la mano de obra indígena. Esta acrecentada presión sobre los pueblos coloniales, provoca vastos movimientos de millares de esclavos coloniales contra las metrópolis imperialistas. Es el caso de China, India, Egipto, Siria, Marruecos, Nicaragua, etc., etc.

d) Se manifiesta, además, por el esfuerzo de "racionalización" de la producción, por una disminución de los gastos, "racionalización" de la cual el progreso técnico y la concentración de empresas han constituido la parte menos importante, mientras los métodos de explotación intensiva de la mano de obra obrera se desarrollaban terriblemente.

La "racionalización" en perjuicio de los trabajadores trae como consecuencia una agudización de los conflictos sociales y de la lucha de clases, levanta millones de obreros contra el capital "trustificado" y los grandes "cartells" capitalistas. Las batallas entre la clase obrera y la burguesía han tomado, después de serios cambios en la estructura misma del capitalismo, después de una mayor concentración de sus fuerzas y de su fusión siempre más íntima con el aparato estatal, han tomado ‑ decimos ‑ formas nuevas llevando masas considerables de explotados, centenares de miles, millones de obreros, contra la fuerza coligada de los "trusts" gigantescos, del Estado imperialista y de los jefes reformistas. La racionalización provoca otras amenazadoras contradicciones internas: el número de obreros empleados en la producción disminuye a causa del desenvolvimiento de la técnica y, sobre todo, de la explotación más intensa de la mano de obra utilizada en la producción. Así se crea una desocupación orgánica que no corresponde a una disminución de la producción o a una depresión económica; sino que es la expresión de la "racionalización" y de las nuevas contradicciones profundas que se desarrollan sobre la base misma de la especialización y del esfuerzo tentado por el capitalismo para superar su crisis. Así los éxitos obtenidos por el capitalismo en el sentido de hacer desaparecer las manifestaciones más aparentes, y también, frecuentemente, las más superficiales, de su crisis, tienen sus reveses en el desarrollo de nuevas contradicciones, de nuevas manifestaciones, más serias y más profundas, de la misma crisis.

El esfuerzo de estabilización y sus éxitos aparentes y momentáneos, desarrollan a su vez, nuevos fenómenos de nuevas formas de crisis, más graves; la estabilización conduce en realidad, a una conmoción más grande, a una agudización inaudita de la crisis general del capitalismo, a un nuevo ciclo de guerras imperialistas y de revoluciones proletarias, a un desarrollo de guerras por la independencia colonial, y de luchas de clases de una amplitud hasta ahora desconocida, que obligan al Estado burgués, a quitarse la máscara de la democracia y a tomar a ritmo acelerado, las formas de reacción brutal hasta el fascismo declarado, contra la clase obrera.

En la misma clase obrera, la contradicción entre el interés de las masas explotadas y su voluntad de lucha por una parte, y la política colaboracionista de los jefes reformistas, por la otra, provocará un creciente alejamiento de las masas de las organizaciones reformistas y de la social-democracia, su radicalización, su orientación hacia el solo Partido revolucionaria del proletariado, el Partido Comunista, a condición de que nuestros Partidos conduzcan una política revolucionaria consecuente, alejada tanto del oportunismo que abandona las perspectivas del desarrollo revolucionario, como del "putchismo" que separa la vanguardia revolucionaria de la masa obrera, en lugar de convertirla en su guía.

El 3° congreso mundial de la I.C., bajo la dirección de Lenin, había previsto ya que la crisis general del capitalismo no se desarrollaría hacia la revolución socialista internacional, según una línea recta que condujera directamente a la catástrofe, por la dislocación progresiva de todo el aparato económico y político de la burguesía. Había previsto momentos de contra-ofensiva por parte del capitalismo: sus esfuerzos por impedir su ruina y por restablecer su explotación y dominación. La línea seguida por la crisis general del capitalismo es una línea quebrada, como la de un enfermo afiebrado, con altas y bajas. El 3° congreso mundial había extraído de esta perspectiva, las enseñanzas tácticas, como por ejemplo: ¡Ir hacia las masas!, conquistar la mayoría del proletariado. La consolidación de la caparazón económica y política del capitalismo, las transformaciones de su estructura, hacen necesario un esfuerzo más grande en las mases obreras tendiente a una concentración más fuerte de las fuerzas proletarias, una alianza más estrecha con el campesinado y con las masas explotados y en revuelta de las colonias. Esa caparazón reforzada comprime contradicciones que se agrandan y provocaran su explosión, tanto más terrible y formidable cuanto más el capitalismo se haya reforzado artificialmente.

La América latina representa uno de los papeles más considerables en el desenvolvimiento de la crisis general del capitalismo. Es uno de los principales nudos del conflicto entre los dos imperialismos más pujantes que se disputan la economía del mundo: Estados Unidos y Gran Bretaña. La lucha por la conquista del petróleo en todo el Continente, la situación estratégica y económica del Caribe donde se libra una de las más encarnizadas batallas de influencia, los peligros de guerra entre los satélites del imperialismo inglés y yanqui, son otros tantos factores que colocan a América latina en el centro de las contradicciones interimperialistas. La lucha antiimperialista de Sandino y de las masas obreras y campesinas de América latina en general, es también uno de los principales factores de la lucha contra el imperialismo más pujante: los Estados Unidos. La importancia de Latinoamérica como factor de la situación económica y política mundial aumenta día a día; por eso, también, su movimiento obrero, el desarrollo de los sindicatos revolucionarios y de los Partidos Comunistas, es de una importancia decisiva para el triunfo de la revolución socialista mundial.

II. Peligros de guerra y lucha contra esta

Me limitare a algunas notas para señalar lo que ya ha manifestado el miembro informante sobre algunos puntos que me parecen esenciales;

Es, primeramente, necesario vencer en nuestros propios cuadros y, sobre todo, en los cuadros de la clase obrera en general, una especie de optimismo no razonado, concerniente a la posibilidad de una nueva guerra mundial, un escepticismo que recuerda el que dominaba a ciertos círculos pacifistas y social-demócratas antes de la guerra 1914‑18. Se dice corrientemente: "Jamás los gobiernos osaran recomenzar; la guerra química, bacteriológica, que sería tan tremenda que la guerra sería imposible por el desarrollo mismo de los medios de destrucción".

¡Camaradas! Estos mismos razonamientos han sido hechos antes de 1914 y, sin embargo, la guerra estallo. La guerra será terrible, sin duda; ¡pero la guerra estallara! Es el fruto maldito, pero necesario del régimen capitalista. Es preciso que esta verdad nos penetre y que la hagamos penetrar en la clase obrera, tanto más cuanto que la social-democracia, la gran mentira de Ginebra, la ascensión al poder de Mac Donald en Inglaterra, contribuyen a sembrar las ilusiones a este respecto.

El teatro de los conflictos posibles se ha ampliado. Antes de 1914, la política europea dominaba los conflictos; hoy, el mundo entero se ha convertido en teatro de las luchas de intrigas, de posibles origines de guerras imperialistas. La guerra imperialista mundial puede surgir mañana de un conflicto como el que opuso Paraguay a Bolivia, con tanta facilidad como surgió en 1914, motivada por un incidente en la frontera de Serbia. La chispa puede surgir de China, de América latina, de áfrica, como surgió en 1914 de los Balcanes.

La Jornada internacional contra la guerra, decidida por el 6° congreso mundial, fue fijada por el Presídium para el 1° de agosto. Es preciso que esta Jornada no sea limitada a demostraciones en los países europeos. Es menester que sea internacional como lo es el peligro de guerra. Es necesario que los Partidos Latinoamericanos desarrollen un esfuerzo máximo para ligar su acción a la de sus hermanos de Europa y de los otros continentes.

En 1913, la 2a Internacional había organizado una Jornada pero solamente se había limitado a discursos y mítines. Es preciso que nuestra demostración tenga otro carácter. Los discursos y los mítines son necesarios, sin duda, pero no suficientes; es menester, sobre todo, preparar esta Jornada mediante un trabajo especial, de propaganda y de organización en las empresas ligadas a la participación en la guerra, como transportes, puertos, frigoríficos, minas, etc. Además, una intensa propaganda y la creación de células en el ejército y la armada. Un trabajo ilegal paciente que culminará con la demostración del 1° de agosto, pero que continuara, que se ampliara, después de esa fecha.

Así, la preparación de la Jornada Internacional del 1° de agosto debe hacerse profundamente. Hacer comprender a las masas la extensión y la inminencia del estallido de la guerra; crear nuestro aparato de organización contra la guerra, de desarrollar el trabajo fijando para cada rama de la industria, los transportes, etc., sus tareas en caso de una guerra. En las conversaciones que nosotros mantendremos al final de esta Conferencia, con cada delegación, podremos fijar concretamente las tareas de cada Partido en este trabajo.

En fin, es necesario extraer en esta Conferencia, algunas conclusiones de las experiencias realizadas en el dominio de la lucha contra los peligros de guerra por nuestros Partidos de América latina, en particular, en el conflicto entre Paraguay y Bolivia.

Debemos decir francamente que la actitud del Partido del Paraguay y la de nuestro Grupo de Bolivia, no han sido las que deben tener comunistas consecuentes. Nuestros camaradas han temido la represión, no han sido activos en el seno de las masas y del ejército, y no es sino después de la intervención y la ayuda del Secretariado Sudamericano que estas vacilaciones y pasividad del comienzo han sido eliminadas y que el trabajo se desarrolló seriamente. En Paraguay, han sido menester, para llegar a este fin, cambiar la dirección del Partido y expulsar a Ibarrola. Esta experiencia debe servir para todos nuestros partidos. Algunos grupos anarquistas han sido más activos, más luchadores, que los comunistas para difundir la literatura comunista del Secretariado Sudamericano.

En el curso de esta lucha contra la guerra, hemos notado en la clase obrera de Paraguay una concepción completamente falsa de la naturaleza de la guerra entre Paraguay y Bolivia. Las organizaciones sindicales del Paraguay, en un manifiesto, han planteado la cuestión en los siguientes términos:

"Tras la Bolivia, es el imperialismo que quiere el petróleo del Chaco. ¡El Paraguay lleva, pues, una guerra defensiva contra el imperialismo yanqui!" Como existen todavía en América latina, cierto número de conflictos de limites no resueltos en las regiones hasta la fecha inexplorados, pero que poseen, sin duda, riquezas naturales inmensas, entre Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, etc., es necesario fijar nuestro punto de vista con la máxima claridad.

La guerra entre Paraguay y Bolivia no puede tener el carácter de una guerra por la independencia nacional, contra el imperialismo; es un conflicto entre dos satélites del imperialismo: Bolivia empujada por el imperialismo yanqui; Paraguay, por el imperialismo inglés. Es cierto que ambos países no son estados imperialistas sino semicolonias; pero la guerra entre ambos, es de naturaleza netamente imperialista. Los intereses en juego son los del petróleo de la "Shell" y de la "Standard". Denunciar el carácter imperialista es el deber de nuestras camaradas; hacerlo comprender a la masa obrera, es una necesidad absoluta e impostergable. ¿Qué táctica debemos emplear ante una guerra entre dos satélites del imperialismo? La misma que para las guerras imperialistas: "Fraternización de los soldados, pero no para poner término a la guerra, arrojando las armas, sino, fraternización para transformar la guerra imperialista en guerra de independencia nacional contra el imperialismo, contra los gobiernos nacionales que son sus agentes y sus vasallos; por un gobierno obrero y campesino, por la entrega de las tierras quienes las trabajan, por la revolución democrático-burguesa".

Naturalmente, en una guerra como la que sostiene Sandino, dirigida contra el ejército y la armada yanqui, nuestra consigna es el sostenimiento absoluto de la lucha. Para los soldados yanquis, el pasaje a las filas del ejército nacional sandinista, defendiendo no obstante en el ejército de Sandino y en la región dominada por él, la consigna de la tierra a los campesinos, y de la formación de soviets de obreros, campesinos y soldados, etc.

III. Las formas de penetración del imperialismo en América latina

Hace tiempo, tuvimos que discutir vivamente con nuestros camaradas de América latina, para hacerles aceptar la idea de que sus respectivos países son países dependientes semicoloniales del imperialismo inglés y norteamericano. Hoy, no es necesario demostrar estas verdades elementales. Cada compañero, al contrario, viene munido de estadísticas para demostrar la suma de las inversiones del capital financiero yanqui o inglés, en su propio país, y afirmar su carácter colonial o semicolonial. Evidentemente, es este un progreso sensible, pero creo que debemos hacer un paso más en nuestras investigaciones: las inversiones del capital financiero de los grandes Estados imperialistas son evidentemente un índice importante de colonización, pero esto es insuficiente para dar carácter colonial a un país.

Tomemos, por ejemplo, Alemania e Italia, dos Estados imperialistas que tienen grandes ambiciones. Los Estados Unidos han invertido capitales considerables en la industria y en los empréstitos públicos en los dos países citados. No son, por eso, colonias y semicolonias del imperialismo yanqui; tienen la estructura política y económica de los grandes Estados imperialistas. Alemania tiene el más desarrollado aparato de producción; Italia, un ejército y una flota de guerra, potentes, dispone de colonias y tiene una política netamente expansionista. Las inversiones de capitales extranjeros son, pues un factor importante, pero insuficiente para probar el carácter colonial de los países de América latina. Es necesario estudiar qué repercusiones han tenido esas penetraciones del imperialismo, sobre la vida económica y política de estos países, sobre su desarrollo y la estructura de toda su economía. Veremos así, que las inversiones de capitales no han contribuido al desenvolvimiento normal y completo de la vida económica de los países latinoamericanos, sino, que al contrario, han provocado un desarrollo unilateral y monstruoso de la vida económica, tendiendo únicamente a la explotación de las riquezas naturales, las fuentes de materias primas y reservando el mercado sudamericano para la colocación de los productos fabricados en las metrópolis imperialistas. La economía de casi todos los países de América latina, reposa sobre la exportación de un producto o varios, esenciales: el petróleo para México y Venezuela; azúcar para Cuba y Perú, café para Brasil y Colombia, cacao para el Ecuador, carnes elaboradas para Uruguay, trigo y carne para Argentina, nitratos para Chile etc.

Basta que los financistas de Wall Street y los estadistas de Washington, que son los agentes de los grandes "trusts" reduzcan la explotación del petróleo en México o en Venezuela, para provocar una crisis de toda la economía nacional. Basta que los derechos aduaneros sean elevados para el azúcar de Cuba, el trigo o las carnes de la Argentina, para que la vida económica de estos países sufra una crisis profunda. Lo mismo ocurre para el nitrato de Chile, etc. Por este desarrollo monstruoso, anormal de la producción, por el hecho que la Bolsa de Nueva York, juega crecientemente el papel esencial para la fijación de los precios, por el hecho que la exportación de los países latinoamericanos se dirige progresivamente hacia el mercado de Estados Unidos, o depende de él, quita toda la independencia económica y también política a los países de América latina.

Es preciso que en nuestra próxima Conferencia, nuestros delegados se esfuercen por hacer un estudio de la deformación de la economía nacional por la inversión de los capitales extranjeros.

Otro fenómeno ligado a la penetración del imperialismo en los países latinoamericanos, es el desarrollo de una burguesía nacional netamente parasitaria, que vive de la explotación imperialista de los países de América latina, intermediaria entre las grandes metrópolis y las masas de obreros y campesinos explotados.

Este carácter parasitario de la burguesía nacional encuentra su expresión en el desarrollo de las grandes ciudades parasitarias, cuyo papel es el de succionar las riquezas del país y de la fuerza de trabajo. Ciudades sin gran industria, ciudades de comercio, de burocracia, de Bancos, de pequeñas industrias para las necesidades más urgentes de la vida urbana. Buenos Aires, es el tipo de esa gran ciudad parasitaria, donde la gran masa vive, no el trabajo creador de riquezas, sino de la explotación ajena. Este tipo de ciudad parasitaria existe en todos los países y comporta consecuencias muy importantes para nosotros. Por ejemplo, asistimos a todo un movimiento de autonomismo provincial con respecto a las ciudades, de las capitales en particular. Este regionalismo, este autonomismo no tiene base cultural o histórica; es una especie de resistencia, de protesta de las provincias contra el papel parasitario que desempeña la ciudad. Es la capital que vive y se desarrolla gracias a la explotación del país. Es también, muchas veces, la competencia de las ciudades secundarias contra la capital para transformarse a su turno, en ciudad parasitaria, que viven de una región se esfuerza por dejar el menor provecho posible a la capital nacional[1].

Otra constatación importante: la clase obrera de las ciudades parasitarias, formada en gran parte de profesiones secundarias (panaderos y alimentación en general, peluqueros, mozos de hoteles y de bares, transportes, trabajos públicos, empleados, etc.), está colocada en una situación económica y social considerablemente más elevada que la de los obreros agrícolas, trabajadores de las minas y de las grandes empresas imperialistas. El salario entre estas dos capas de obreros ofrece diferencias formidables. Estas capas de los obreros urbanos, forman la base, generalmente, de los sindicatos, participan en cierta medida del carácter parasitario de la gran ciudad. Forman una capa privilegiada y representan una base para el reformismo de a C.O.P.A. y de Amsterdam, para la penetración imperialista y gubernamental en las filas de la clase obrera. También en ciudades como Montevideo y Buenos Aires, que poseen algunos frigoríficos, los obreros de las grandes empresas son infinitamente más mal pagados, habitan barrios especiales con pésimo alojamiento, verdaderas cabañas de madera, etc. y no gozan de obras públicas generales (canalización, etc.), forman como una ciudad aparte, de los pobres, de los emigrados, de los parias, en el seno mismo de la gran ciudad; una clase desheredada en el seno del proletariado. Están social y físicamente separados de la clase obrera de la ciudad parasitaria, generalmente desorganizada.

Organizar las capas de obreros más bajas, menos remuneradas, las peores víctimas de la doble explotación, del imperialismo insaciable y de la burguesía nacional parasitaria, es nuestra tarea esencial. Esta es la verdadera base de nuestro movimiento sindical revolucionario, la verdadera base de los Partidos Comunistas. En esa capa está la gran reserva para la lucha revolucionaria contra las ideas anarquistas y reformistas que se desarrollan entre los obreros privilegiados de las ciudades parasitarias. Ver y comprender esto, es absolutamente esencial para el desarrollo de nuestro movimiento en América latina.

Naturalmente, cuando nosotros hablamos de la burguesía nacional parasitaria, agente del imperialismo, es necesario velar por no simplificar estas nociones al extremo, y pensar que los gobiernos y las burguesías nacionales, están rendidos a tal imperialismo de una manera absoluta y simple. La misma lucha de los diversos imperialismos en América latina, el hecho mismo que es un dominio colonial que conserva formalmente la autonomía nacional y que no es directamente gobernado por un virrey ‑ a pesar que el embajador yanqui desempeña a menudo el papel de virrey ‑, da a la burguesía la posibilidad de maniobrar, mercantilizar sus servicios, de venderse al mejor postor y de sacar un beneficio muy grande de esta posición "independiente".

Otro problema ligado a la penetración del imperialismo es el del papel "progresista" del imperialismo, para desarrollar las formas de producción capitalista y abolir las formas de la explotación feudal. Sería un error negar que el imperialismo capitalista desarrolla las formas de producción racionalizada y que hace entrar más la producción latinoamericana en el sistema de producción capitalista. En estos países desarrolla una economía unilateral, monstruosa pero desenvuelve la producción bajo las formas capitalistas más modernas. Sin embargo, sería erróneo pensar que los métodos de explotación de la mano de obra, de los obreros, sufren por este hecho, una transformación radical. El imperialismo adapta a las empresas de tipo capitalista racionalizadas los métodos de explotación feudal y semiesclavistas que encuentra. Sin duda, ciertas formas de prestación y de servidumbres personales ligadas al feudalismo, desaparecen, como el servicio personal para con el terrateniente, el derecho de la pernada, etc. Al accionista de a "United Fruit Co." le interesa poco dormir con la mujer de sus obreros agrícolas, pero, a la inversa, en las empresas yanquis el trabajo racionalizado es más extenuante, la explotación más intensa, los sistemas de pagos, la organización de comisariatos y la obligación para los obreros de gastar en estos sus salarios, el transporte de miles de negros de Haití y de Jamaica para las plantaciones bananeras de Centroamérica, son estas la adaptación de formas de explotación semiesclavistas y feudales de la mano de obra en la empresa moderna racionalizada.

Sería, pues, ilusorio y erróneo creer en el papel progresista del imperialismo en lo que concierne a la explotación de la clase obrera. Si los salarios son generalmente más elevados en las empresas imperialistas que en las explotaciones del terrateniente, la intensidad y la explotación del trabajo son infinitamente más grandes, el precio de los víveres más elevado, etc.

Es necesario, pues, destruir absolutamente la ilusión de los altos salarios, de la posibilidad por el imperialismo de pagar a los obreros de sus empresas sudamericanas, el mismo salario que ganan los trabajadores de Estados Unidos.

Para formar una aristocracia obrera corrompida, para poner en situación privilegiada a las grandes masas de obreros calificados de las metrópolis, el imperialismo tiene justamente la necesidad del sobre-provecho extraído de la explotación de las colonias. Los capitalistas de Estados Unidos pueden dar altos salarios a grandes masas de obreros en su país, y ligarlos al desarrollo mismo del imperialismo, gracias a la explotación más intensa de sus dominios coloniales, en primer lugar, de los obreros y campesinos de América latina, que le reportan el sobre-provecho.

Creer en la posibilidad para el imperialismo yanqui de dar a los campesinos y obreros sudamericanos, los mismos salarios que los obreros privilegiados de Estados Unidos, es una utopía que desconoce absolutamente las leyes fundamentales del desarrollo imperialista moderno. No hay nada que esperar en ese sentido.

No hay otro camino para las masas obreras y campesinas explotadas de la América latina que la de la insurrección, de la acción revolucionaria de las masas para vencer al imperialismo a la vez que a la burguesía nacional parasitaria, y a los grandes terratenientes; ningún otro camino que la formación de repúblicas obreras y campesinas sobre a base de los soviets. Estamos aquí para discutir los mejores medios para conseguir este fin. Este será el objeto del segundo punto de la orden del día.

(Muy bien. Aplausos).

MENDIZABAL. (Bolivia). ? En general, estoy de acuerdo con las apreciaciones formuladas en su informe por el compañero Codovilla. Pero en lo que a Bolivia respecta, debo puntualizar más sobre las causas del conflicto guerrero y ampliar las críticas hechas a nuestro Partido por el compañero Codovilla, a pesar de que como se ha dicho, los errores cometidos fueron en gran parte corregidos por la activa participación del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista. La lucha armada entre Paraguay y Bolivia no tiene como causas las "cuestiones nacionales" como se ha manifestado por la burguesía, sino que es el resultado de la lucha entre los imperialismos yanqui e inglés por la conquista de los yacimientos petrolíferos del Chaco paraguayo. Los gobiernos anteriores, especialmente el del general Montes, habían favorecido en tod,a forma al imperialismo inglés y al francés. Pero subió al poder Bautista Saavedra, quién hizo el juego al capital yanqui. Las concesiones petrolíferas fueron vendidas completamente a la "Standard Oil Co.", pero el gobierno anterior tramitaba la concesión de una extensa zona petrolífera a un "trust" inglés, cuyo representante era Mr. Jacobo Backus, gerente de "The Bolivian Railway Co.". Esta concesión abarcaba una extensión de un millón de hectáreas. Esto originó un pleito promovido por la empresa inglesa al comunicarle la caducidad de la concesión, juicio que últimamente fué resuelto en contra, quedando el imperialismo yanqui como dueño de la situación con una extensión de tres millones y medio de hectáreas para la explotación. Si el Chaco Boreal está comprendido en la concesión de la "Standard Oil Co." es lógico que el gobierno yanqui intervenga en el entredicho con Paraguay, con el fin de defender a sus propios capitalistas. En este sentido el gobierno boliviano no es más que un instrumento en manos del imperialismo yanqui, al cual está vendido completamente.

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El gobierno boliviano no había hecho antes mención de esta cuestión del Chaco. Más aún, el ministro Antezana había llegado a afirmar que a Bolivia no le interesaba en absoluto ese territorio y que a la guerra empujaban otras más graves cuestiones de Estado. Hacia el 4 de junio de 1928, fueron enviados emisarios a los centros obreros y estudiantiles para hacer ambiente en favor de la política de Estados Unidos, que debían culminar con manifestaciones públicas y grandes desfiles, los cuales fueron rechazados en absoluto. Más tarde, el ministro norteamericano dedicó su tiempo y el dinero para agasajar a los periodistas, ofreciéndoles recepciones y comidas, a tal punto, que ha llegado a ser en la fecha, Presidente del Círculo Boliviano de Periodistas, lo que implica la complicidad de la prensa para la penetración imperialista. Cuando se presentó el conflicto boliviano-paraguayo, en general las organizaciones obreras defeccionaron frente a la guerra y asumieron la defensa de la actitud del gobierno. Las menos quedan desorientadas ante el conflicto; ninguna adoptó una actitud francamente contraria a la guerra. Las acciones contra la guerra se manifestaron en forma espontánea y aislada. Se notaron defecciones tanto en los reservistas como en los conscriptos. En Sucre, se fueron del cuartel general 300 hombres completamente en contra de la guerra; en Oruro, saquearon el mercado público, y se puede decir que, en general, los reservistas no acudieron al llamado del gobierno, en la forma que éste lo tenía previsto.

Frente a esta situación, es preciso que se haga verdadera conciencia revolucionaria en el país, puesto que se encuentra aún latente el peligro de una guerra entre Paraguay y Bolivia. Para crear esta conciencia, hay que considerar, en primer término, la formación de un verdadero Partido Comunista. La masa acepta en principio la táctica del comunismo; pero la mayoría teme el nombre del Partido. En segundo lugar, sólo el Partido Comunista puede hacer una propaganda intensa y eficaz para desarrollar en toda su amplitud las fuerzas revolucionarias que eviten la guerra imperialista, transformándola en guerra civil, por el gobierno obrero y campesino. Es ésta, compañeros, una cuestión que debemos estudiar seriamente. Hemos venido a esta Conferencia con la esperanza de encontrar en vosotros, la línea política exacta que nosotros esperamos para ponernos de inmediato a trabajar en el sentido de practicarla. (Muy bien). 

VILLALBA. (Guatemala). — Camaradas: en nombre del partido Comunista de Guatemala, traigo a esta Conferencia el saludo sincero de los luchadores obreros de mi país. Es la primera vez que las fuerzas comunistas de Latinoamérica se reúnen en una conferencia comunista para discutir los problemas que nos corresponde resolver como revolucionarios. Abrigo la esperanza, camaradas, que de esta Conferencia saldrá la táctica acertada para que nuestras fuerzas comunistas encuentren hondo arraigo en las masas obreras y campesinas.

Sobre el informe presentado por el compañero Codovilla, declaro mi completo acuerdo y manifiesto que existen todas las condiciones objetivas que indican la necesidad, para el imperialismo, de zanjar sus dificultades y sus contradicciones por medio de una lucha armada. También existen todos los síntomas que indican la inminencia de una agresión armada contra la Unión Soviética, para destruir la fortaleza del proletariado mundial. Todos los Partidos Comunistas del mundo, deben acatar y aplicar las resoluciones y consignas de la Internacional Comunista, y especialmente, para nosotros, las que surjan de esta Conferencia; efectuar grandes agitaciones aprovechando la fecha del 1 de agosto próximo, denunciando los propósitos imperialistas de la guerra contra el Estado Proletario, y en cajo que se produzca una guerra entre dos países latinoamericanos, nosotros debemos convertir esa guerra en guerra civil y tomar las armas, pero para derrocar al capitalismo. No debemos olvidar, pues, que el problema de la guerra golpea también a las puertas de nuestros países. En Centroamérica, existe actualmente el peligro de una guerra entre Honduras y Guatemala. Este conflicto fue provocado por el imperialismo yanqui, por intermedio de dos poderosas compañías que se disputan entre sí una faja de terreno. El Partido Comunista de Guatemala inmediatamente se puso en contacto con los trabajadores de Honduras, tratando de desvirtuar la acción de los políticos burgueses que sostenían la necesidad de la guerra de "defensa" nacional porque habían sido comprados por las compañías extranjeras, y nuestro Partido denunció al gobierno nacional, como cómplice del imperialismo para desencadenar la lucha fratricida.

Compañeros: discutamos, entonces, ampliamente el problema de la guerra, pero preparemos sobre todo, una acción efectiva contra la misma. (Aplausos).

(Se pasa a cuarto intermedio).

Tercera sesion, junio 2 de 1929

Preside ROMO. (Argentina).

DELLEPIANE. (Paraguay). — Compañeros: quiero expresar a todos los compañeros reunidos en esta primera Conferencia Comunista Latinoamericana, el más cordial saludo de los trabajadores revolucionarios afiliados al Partido del Paraguay, en cuyo nombre habló. Trataré, con ánimo de intercambiar experiencias, el punto de tanta trascendencia como es el de la lucha contra la guerra imperialista, y expresaré las enseñanzas que se pueden extraer de la labor, de la acción desplegada por el Partido Comunista del Paraguay, frente al conflicto armado del país que represento y Bolivia. Ante todo, será menester, para apreciar con justicia los trabajos que hemos realizado, tener en consideración, primero, que nuestro Partido es joven, de reciente constitución; segundo, las pocas experiencias que nuestro Partido tuvo sobre la cuestión de la guerra, y por último, el no muy elevado nivel ideológico de nuestros militantes en general, cuestión ésta que merecerá gran atención al Partido que represento, en el sentido de conformar nuestro ideología, pulirla {SIC}, ajustarla a la doctrina y la táctica de la Internacional Comunista. A este respecto, estoy plenamente seguro que podré aprender bastante de esta Conferencia, facilitando de esta manera la practicabilidad inmediata y entusiasta de todas las' resoluciones que adoptemos.

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Las escaramuzas entre soldados bolivianos y paraguayos que tuvieron por teatro la frontera de ambos países, con la consecuencia inmediata de la toma de fortines, motivó que nosotros, militantes comunistas, nos hallamos abocados al serio problema de la guerra imperialista. Fueron llamados, por parte del gobierno paraguayo, las clases comprendidas entre los 18 y 42 años, para servir de carne de cañón. Este llamado se hizo previa una rápida e intensa campaña patriótica, o mejor dicho, chauvinista, ya que la burguesía paraguaya reeditó las consignas de la "defensa de la patria en peligro" de la "invasión del territorio paraguayo por las fuerzas de Bolivia", del "allanamiento de la soberanía nacional", consignas éstas que en el primer momento tomaron cuerpo entre las masas obreras y campesinas. De esta forma consiguió la burguesía paraguaya que las: masas odiaran a Bolivia y se aprestaron a la lucha armada. Esa propaganda guerrera y chauvinista cundió entre las masas, como decía, y todos concurrieron a los cuarteles, pero inmediatamente comenzaron las decepciones, las incomodidades, la nerviosidad, el descontento, puesto que en los cuarteles no había alimentos, ni armas, ni vestuario en cantidad suficiente. Si grande fué la efervescencia contra Bolivia, si intenso fué el patriotismo o el chauvinismo, inyectado por la burguesía en favor de la guerra, luego de la concentración de los ciudadanos, se notaron entre las masas signos evidentes de desmoralización. Los dos Partidos políticos burgueses paraguayos, tanto el Colorado como el Liberal, ayudados eficazmente por la prensa capitalista, sembraron la semilla de la guerra en los cerebros proletarios, pero aquella falta de elementos a que he aludido, motivaron protestas y algunas adquirieron caracteres graves como en los acuartelamientos del norte y algunos de Asunción.

Ya he manifestado que nosotros no poseíamos experiencias para luchar con eficacia contra la guerra imperialista, y además, que nuestro Partido es jóven. Así fué que nuestra intervención fué tardía y sólo se puede decir que comenzó cuando el Secretariado Sudamericano intervino directamente, ayudándonos en la fijación de nuestra táctica para la lucha contra la guerra imperialista. Además, contábamos como elemento negativo en nuestra acción, el sabotage manifiesto de Ibarrola—en esa época secretario del Partido—que se negó a accionar como era menester, y bien al contrario, dió muestras de perfecta ideología anticomunista y patriotera, motivos éstos que originaron su expulsión del Partido como todos los compañeros conocen.

Los odios contra Bolivia, fruto de la propaganda chauvinista, eran difíciles de contrarrestar, pero asimismo, supimos explicar como causa generadora de la guerra, la lucha interimperialista por el dominio del Chaco Boreal, que encierra una rica zona con inmensos yacimientos petrolíferos. Al mismo tiempo, utilizabamos como motivo de propaganda contra la guerra, la situación en que en otra oportunidad se encontraron los veteranos, expuestos a pedir limosna por las ciudades, porque el Estado, después de hacerlos marchar a la guerra, no había sabido recompensar, cómo se les prometió, los servicios prestados, y solamente les entregó la ridícula suma de 30 pesos paraguayos.

En general, hay que decir que nuestro Partido no ha sabido—por falta de experiencia e incomprensión de su papel revolucionario en esa emergencia—cumplir como era, menester ante el problema de la guerra, y esas fallas, esos errores, nos servirán para el futuro, las que acompañadas de las enseñanzas que recibamos con esta Conferencia—tanto en el curso de los debates como en las revoluciones—nos servirán para poder cumplir como corresponde a un verdadero Partido Comunista.

No quiero dejar de mencionar otro hecho: si hemos tenido esas flas, esos errores de poca actividad, o mejor dicho, de pasividad en cierto momento, hasta que con la ayuda del Secretariado supimos encontrar el verdadero camino de la acción, es debido en parte también, a la carencia de relaciones entre nuestro Partido y los restantes de América Latina. Yo creo que de esta Conferencia saldremos más estrechamente ligados. Igualmente, quiero dejar constancia que en nuestra actividad contra la guerra, hemos chocado con la propaganda chauvinista realizada por la burguesía que envenenó a los obreros y campesinos, y también, por la presión del gobierno que amenazaba con encarcelar a nuestros militantes si proseguía denunciando ante las masas proletarias, el móvil imperialista de la guerra.

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Estamos convencidos que nos ha faltado preparación suficiente para desplegar una acción que ahora comprendemos era necesaria, pero tenemos entusiasmo para saber enmendar esos errores, proponiendonos efectuar una acción inteligente y metódica, con la ayuda del Secretariado Sudamericano. Después de esta Conferencia, los militantes comunistas del Paraguay, sabremos comprender mejor los problemas que tenemos ante nuestros ojos. He terminado. (Aplausos).

BRACERAS. (Cuba). — Camaradas: la delegación cubana se declara de acuerdo con el informe del compañero Codovilla. Por su parte, cree bosquejar, aunque someramente, algunos acontecimientos históricos para extraer consecuencias respecto a la actual situación de Cuba. Los compañeros ya saben como la petición formulada por Estados Unidos a España para comprar la isla de Cuba fué desechada, transcurriendo un tiempo más o menos breve, después del cual los Estados Unidos declararon la guerra a España para apoderarse de la isla. Con ese fin, aprovecharon una oportunidad que se les ofreció para "ayudar" a los revolucionarios cubanos, y enviaron un acorazado que fue volado y produjo la muerte de 250 tripulantes. Ese fué el pretexto para que Estados Unidos declarara la guerra a España. Todos los compañeros delegados saben cuál fué el resultado de esta guerra, que terminó con el Tratado de París, siendo muy pequeña la delegación de cubanos que intervino en la discusión de dicho Tratado. Desde el primer momento, la delegación cubana marchó bajo el dominio y la tutela de los Estados Unidos. Más tarde, los yanquis penetraron en el territorio con el propósito ele "civilizar" a los cubanos. La primera intervención duró varios años, durante los cuales los americanos se crearon "simpatías" fundando escuelas, fomentando 1a construcción de carreteras, pero apoderándose también ele la sexta parte del territorio de Cuba.

Es exacta la formulación enunciada en esta Conferencia por el compañero Codovilla, de que el imperialismo, en cualquier parte que penetra, eleforma la economía de las colonias o semicolonias. En el caso ele Cuba, hay muchos hechos que lo demuestran acabadamente, para lo cual citaré tan sólo algunos: 1) la producción azucarera estaba en manos de españoles y nativos, pero el imperialismo yanqui utilizó el dinero para comprar toclos los cañaverales y hacerse dueño de la situación. Por esta causa, el imperialismo yanqui controla hoy categóricamente la producción de azúcar. 2) De más o menos 200 entidades que se dedicaban al cultivo del tabaco, subsisten en la fecha tan sólo clos, debido a la concentración imperialista en esta rama de la producción cubana. El gobierno yanqni, para "ayudar"" a los cubanos, se reserva el derecho de controlar toda la producción. Y actualmente en Cuba no se produce lo que tiene necesidad de consumir la población indígena, si no lo que el imperialismo cree conveniente para su exportación. Muchos productos que se pueden producir en el país se importan a precios fabulosos. He ahí el rol "progresista" del imperialismo en la economía de los países coloniales. También han conseguido por la fuerza la introducción en la Constitución cubana ele la Enmienda Platt, por la cual los Estados Unidos pueden intervenir en los asuntos internos ele Cuba cuando juzgue que no existen garantías para los yanquis residentes en el territorio de la Isla, y ya se sabe que cuando se dice súbditos se trata de las compañías imperialistas que se han ubicado en el país. Para que los camaradas puedan darse cuenta del régimen de “libertad” que gozamos, diremos, que mediante negocios con el gobierno que ellos mismos apoyan, el imperialismo ha logrado establecer en la bahía de Guantánamo que le ha sido cedida, un puerto donde destaca fuerzas de la armada para reprimir cualquier movimiento que se origine en las empresas yanquis. Por otra parte, todos los compañeros tienen opinión formada con respecto a la significación imperialista de la doctrina de Monroe, por cuya razón no hay necesidad de invertir tiempo en este asunto.

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Los imperialistas poseen los ferrocarriles, los ingenios, es decir toda la vida económica de Cuba, en sus manos. Últimamente Machado ha dado a los imperialistas la concesión para la construcción de la Carretera Central, que cruzará toda la Isla y servirá para el transporte de tropas en caso de necesidad del imperialismo. Había anteriormente un campo de aviación denominado "Columbia", pero Machado, fiel intérprete de los imperialistas, ha desalojado el lugar y actualmente funciona una escuela con técnicos estadounidenses.

Durante la última conflagración europea, los obreros cubanos debieron realizar grandes movimientos de masas para impedir los designios imperialistas que pretendían empujarlos a los campos de batalla. Este movimiento fué coronado por el éxito, lo que hace presumir que si dentro de poco tiempo se produce un caso semejante, las masas obreras reaccionaron como en 1914. Pero es el caso que nosotros no le hemos asignado toda su importancia a los peligros de la guerra que actualmente se cierne sobre el proletariado mundial, debido al escaso nivel ideológico y a la incomprensión del problema.

En el movimiento antiimperialista que encabezó Sandino en Nicaragua, los compañeros de Cuba prestaron su apoyo. Se enviaron diversas comunicaciones a los tabacaleros y en algunas fábricas los "lectores" las hicieron conocer a los obreros; en otras no, porque el empleado del gobierno que revisa toda comunicación a los sindicatos y los materiales para los "lectores" y que

oficina de censor, no dio curso a esa comunicación. De esa actividad de los campaneros cubanos en pro de Sandino se enteró el Secretariado de Gobernación y prohibió terminantemente toda colecta entre la masa trabajadora, amenazando con prisión en caso de desobediencia.

Es necesario dejar establecido que la mayoría del proletariado de la América Latina no estima en toda su importancia los peligros del imperialismo, y en más de una ocasión hemos escuchado en los sindicatos y reuniones de trabajadores que no es ese un problema que verdaderamente deba interesar a la clase trabajadora. Nuestra labor será, para lo sucesivo, de hacer penetrar más aún nuestra opinión entre las masas, sobre este asunto; para este efecto, será menester intensificar aún más la actividad de la Liga Antiimperialista, cuya labor se ve trabada por los agentes de Machado. En cuanto a nuestra acción futura contra la guerra, prometemos realizarla más que en el pasado, a pesar de la reacción sanguinaria que sufrimos.

El Partido Comunista de Cuba cumplió en lo que pudo las tareas encomendadas por las resoluciones de la Internacional Comunista, para preparar al proletariado en caso de una guerra contra la Unión Soviética. Lo mismo hará en el futuro.

Queda entendido que en caso de una guerra interimperialista, nosotros ocuparemos nuestro puesto de lucha contra el imperialismo que nos oprime y por la independencia efectiva de las masas trabajadoras de Cuba, que al par con la de otros países, luchan por su emancipación. (Aplausos).

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SACO (Perú). — Compañeros: Traigo el fraternal saludo del proletariado peruano a los compañeros delegados de los diversos países de América latina.

Refiriéndome al informe del compañero Codovilla diré que nuestra delegación está de acuerdo con los conceptos vertidos. Creo que este informe sintetiza en forma certera la realidad actual y señala la posición que el proletariado debe adoptar en los presentes momentos. Quiero, sin embargo, señalar que algunas de sus apreciaciones referentes a la posición adoptada por el proletariado peruano frente a la solución del conflicto del Pacífico no están de acuerdo con las condiciones: determinadas por la política del gobierno peruano.

El conflicto entre Ecuador y Perú tiene un antiguo origen. En 1909 se produjeron situaciones tales que plantearon inmediatamente los peligros de una guerra. Estos peligros aún no han desaparecido.

En las relaciones entre Perú y Bolivia, también existen peligros de conflictos. Pero el pleito internacional de más repercusión es el existente con Chile por la cuestión de Tacna y Arica. No quiero remontarme a los orígenes históricos del mismo. Perú entró al arbitraje sosteniendo la caducidad del tratado de Ancón. Chile, en cambio, sostenía su validez. Pení. quería el arbitraje, Chile el plebiscito. Er árbitro falló en favor del plebiscito que no pudo realizarse por diversas razones.

Nosotros, comunistas, debemos estudiar un punto importantísimo: cuál ha sido la posición de las distintas capas sociales frente a un conflicto determinado. Y en ese punto llegaremos a comprobaciones interesantes.

Los elementos que últimamente han realizado manifestaciones públicas de protesta por la solución dada al pleito del Pacífico han sido principalmente los estudiantes, en su mayoría pequeños burgueses; todos ellos movidos por un sentimiento patriótico que se siente herido por una solución que no restituye a la patha los territorios perdidos, en su integridad. El grupo de manifestantes, durante varios días, no. lo.gró polarizar ninguna corriente, no logró extender su acción; quedó siendo un pequeño grupo.

Las masas se sintieron desde el primer momento, ajenas a tales manifestaciones patrióticas y se mantuvieron espontáneamente neutrales, ajenas a tales manifestaciones. No se vió un solo obrero en las manifestaciones realizadas. Nuestro grupo reforzó esta posición, y esa era la única actitud que tenía que tomar en esa ocasión. Desde que Leguía ascendió al poder siempre trató de prometer la restitución de los territorios en litigio y siempre la vanguardia obrera denunció que no estaban allí los verdaderos problemas del país. Apartarse, hoy día, de esa posición, para unirse a los que reclamaban una solución más "patriótica" hubiera sido traicionar los intereses del proletariado. Pedir un plebiscito en un régimen dictatorial burgués, y bajo el contralor del imperialismo hubiera sido fortalecer las posiciones de ambos. Los pueblos tienen derecho a determinar su independencia política, pero cuando la autodeterminación sea verdadera y efectiva, y no bajo el gobierno de una clase, sierva a su vez del imperialismo. Por eso no me adhiero a la sugestión del compañero Codovilla, que opinó que el proletariado peruano hubiera debido participar en la protesta de los patrioteros y extender la agitación.

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GHITOR. (Secretariado de la I. J. C.). — Compañeros: Intervenimos en este debate con el propósito de precisar bien algunos conceptos, porque ello servirá para orientar mejor el movimiento juvenil. Por supuesto, que nos asociamos al informe del compañero Codovilla y a lot conceptos expresados en la intervención de Luis. Vamos a referimos precisamente a uno de los distintos problemas aquí tocados que se relacionan con los peligros de guerra y con el trabajo antimilitarista.

Como ya se ha subrayado, es general en los partidos latinoamericanos, la subestimación de los peligros de guerra. Para muchos militantes eso no significa nada más que una preocupación teórica, que permite la edición de algunos manifiestos y la realización de actos públicos. No lucharemos contra los peligros de guerra con discursos, sino movilizando a la masas y preparándose para materializar nuestras consignas. Esa subestimación de los peligros de guerra en el Partido argentino, determinó la formación del grupo contrarrevolucionario de Penelón; en otros países esa subestimación se manifiesta en una inactividad sorprendente en la aplicación de las consignas de la I. C. y del S. S. A.

Subestimar los peligros de guerras imperialistas, es una de las características sobresalientes de los derechistas. Y en la América latina ese derechismo es más peligroso porque se manifiesta tras una aceptación formal de la línea de la I. C., pero sin que se realizan serios esfuerzos, salvo casos aislados, para su aplicación práctica.

Esa falta de movilización de los Partidos ante el incremento de los peligros de guerras se ha evidenciado en el caso del allanamiento de la Arcos, en Londres, y recientemente, cuando el conflicto boliviano-paraguayo alcanzaba el punto máximo. Será necesario reaccionar enérgicamente, ya que el nudo de nuestra actividad en la hora presente, es la lucha tenaz contra las guerras imperialistas. La enérgica preparación de la Jornada Internacional contra la guerra imperialista (1 de Agosto) debe marcar el comienzo de dicha reacción.

Entrando en el terreno del trabajo antimilitarista de nuestros Partidos, que deben realizar en conjunto con las juventudes, hay que señalar que en él se deben tener en cuenta las características especiales del movimiento revolucionario en América latina y de las formas que pueden revestir. Para precisar mejor, recordemos el pasaje de la tesis del último congreso de la I. C. al referirse al trabajo antimilitarista en los países coloniales y semicoloniales:

 “Es necesario subrayar siempre que las guerras nacionales, en las que el proletariado en lucha contra los imperialistas pueda temporariamente marchar con la burguesía democrática, se convierten de más en más raras, pues las burguesías de los pueblos oprimidos, por el temor a la revolución pequeño-burguesa, se hacen reaccionarias y son corrompidas por los imperialistas. En el orden del día, con una nitidez siempre más grande, surge un nuevo tipo de guerras nacionales, en que solamente el proletariado podrá jugar un rol dirigente. Esto se relaciona también con la guerra nacional en la América latina contra el imperialismo norteamericano. Las tendencias de transformación de estas guerras y de las insurrecciones en proletarias o bien dirigidas por el proletariado, las que señaló ya Lenin, son cada vez más fuertes.”

Teniendo en cuenta esta concepción que surge de los hechos mismos, es que debemos encarar nuestros trabajos en el interior de los ejércitos. Digamos, en primer término, que hasta el presente dicho trabajo es casi nulo, lo que entraña una seria falla del movimiento revolucionario. Ya lo señalaba el VI congreso de la I. C. “Una de las fallas más graves de la mayoría de los Partidos Comunistas, es que plantean el problema de la guerra de una manera abstracta y únicamente desde el punto de vista de la organización y de la propaganda, sin prestar suficiente atención al ejército, a este factor decisivo de todas las guerras.”

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Subrayemos con fuerza que nuestro trabajo en el interior del ejército burgués se propone desagregar. Y en aquellos, en que la pequeña-burguesía democrática tiene una gran influencia (Brasil) además de esa finalidad general, atraerla hacia nuestra influencia, como una parte integrante de la lucha por la hegemonía del proletariado en el seno de las fuerzas armadas.

Para poder orientar bien nuestro trabajo antimilitarista, es necesario estudiar las características de los ejércitos en la América latina. Podemos dividirlo en tres tipos: 1) tipo de ejército mercenario, donde indudablemente el trabajo en su seno es dificultoso pero no imposible; esa dificultad no puede ser una causa que determine la no realización del trabajo antimilitarista; 2) tipo de ejército sobre la base del servicio militar obligatorio, que en realidad en forma pura no existe en ninguno de los países de América latina. El militarismo moderno evoluciona hacia las formas mercenarias porque son las más aptas para la defensa del capitalismo en el período actual. En realidad, el sistema imperante en nuestros países es mixto, pues las policías militarizadas, las guardias especiales, las gendarmerías, etc., son formas de ejército mercenario. 3) El tercer tipo es el ejército nacional que ya tiene su expresión en el ejército de Sandino y que indudablemente se desarrollarán con las luchas revolucionarias venideras.

Mientras que nuestro trabajo antimilitarista en los dos primeros casos debe tender a la desagregación del ejército, en el tercero, hacia su fortalecimiento, pero luchando enérgicamente por la hegemonía del proletariado en su dirección.

Queremos señalar especialmente algunos errores en que ya incurrieron algunos Partidos y juventudes al formular las consignas de lucha antimilitarista. Es evidente que en ese sentido se puede incurrir en consignas de contenido democrático-pacifista. Señalamos algunas:

  1. Reducción del servicio militar obligatorio o adopción de otras formas más “democráticas” (milicias, etc.). Es claro que tal consigna no podemos propiciarla, pues nuestra lucha debe orientarse hacia la destrucción del ejército capitalista y al armamento de obreros y campesinos. Las tendencias de “democratización” de los ejércitos, tienden en verdad a su fortalecimiento, mediante el incremento de las formas mercenarias.
  2. Oposición al servicio militar obligatorio (caso del Uruguay=. Es cierto que cuando la burguesía intenta su implantación, nuestros Partidos no pueden presentarse ante las masas, aceptando tal reforma. Pero cuando la oposición a esos proyectos se hace sentimentalmente, sin completar las consignas con las siguientes: disolución de los cuerpos mercenarios, armamento del proletariado, entonces, se cae en el pacifismo pequeño burgués.
  3.  “Derecho a negarse a intervenir en los conflictos armados entre el capital y el trabajo” (consignas de la F. J. C. de la Argentina, 1925). Además de dar la ilusión a las masas de la posibilidad de los soldados frente a la lucha. La consigna debe ser, en tales circunstancias “fraternización de los soldados y marinos, con los obreros y campesinos en lucha”.

El trabajo antimilitarista es fundamental en la América latina; y lo será aún más con las perspectivas de desarrollo de amplios movimientos revolucionarios. Y ESA NECESIDAD IMPONE A LOS PARTIDOS EL DEBER IMPERIOSO DE CREAR O FORTALECER EL MOVIMIENTO JUVENIL COMUNISTA.

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Antes de terminar queremos hacer dos observaciones más:

  1. — Al hablar de los tipos de guerra, a los señalados por Codovilla creemos que la resolución debe prever dos tipos más: a) después de las revueltas antiimperialistas ocurridas en un país, la guerra puede desencadenarse declarada no directamente por un país imperialista, sino por intermedio de una nación vecina sometida a él; b) la guerra civil en el interior del país provocada por dos imperialismos contendientes (casos de Colombia y México).
  2. — Hay que remarcar con fuerza el “provincialismo” que aqueja a nuestros Partidos. Permanecen alejados de los acontecimientos internacionales, y aún más de aquellos que afectan directamente a la América latina. Eso es un mal serio que será necesario curar, pues puede determinar el fracaso del movimiento revolucionario originado en cualquier país. Ese “provincialismo” se puso de manifiesto en forma agudísima, a través de los acontecimientos del Brasil (Columna Prestes) y de la huelga bananera de Colombia, que, a pesar de su trascendencia, pasó en medio de la casi indiferencia del resto del movimiento revolucionario de la América latina a través también de los acontecimientos mexicanos.

Entre otros peligros, ese “provincialismo” origina una evidente falta de fe en las perspectivas revolucionarias, lo que determina la búsqueda de salidas desesperadas en situaciones difíciles. Cuando se analiza, en determinado país la trayectoria de cualquier movimiento revolucionario, aislandolo del resto de la América latina, entonces sus dificultades en la lucha contra un imperialismo potente, pueden influir poderosamente en su abortamiento. Pero cuando se tiene en cuenta el apoyo formidable que cualquier levantamiento puede tener del resto del continente, entonces la línea de nuestros Partidos y su orientación será indudablemente más justa.

Es cuanto tenía que decir. (Aplausos).

Suárez (México). ‑ Camaradas: Considero que, en general, es exacto el informe presentado por el compañero Codovilla; pero se nota algunas fallas de detalle, especialmente en lo que se refiere a las medias prácticas de lucha. Por eso quiero plantear ante todos los compañeros, algunas cuestiones, para que de aquí salgan las resoluciones para seguir luchando con resultado contra los peligros de guerra imperialista o de agresión contra la Unión Soviética, y necesitamos, compañeros, que se nos den consignas prácticas para combatir con éxito contra el enemigo. Sobre los peligros de guerra interimperialista, todos los compañeros estamos de acuerdo en que es imposible detener el estallido para más o menos breve tiempo, y que la cuestión de la guerra contra Rusia Proletaria, es una cuestión resuelta por los imperialistas. Debemos, entonces, tomar posición y elaborar una táctica para extraer, por medio de planes concretos, todo el éxito posible de estos acontecimientos. Es menester comprender el alto significado revolucionario de la acción tendiente a impedir por todos los medios el envió de combustibles, o de carne y cereales para alimentar a los ejércitos imperialistas en lucha contra el Primer Estado Obrero y Campesino. La Comisión de redacción que elaborará la resolución definitiva, debe tratar estas cuestiones y aconsejar a cada Partido qué debe hacer en caso de esa guerra, y no vernos en la situación de pedir consejos por telégrafo como ha pasado cuando nos hemos encontrado frente a hechos decisivos para la acción revolucionaria.

La lucha antiimperialista debe merecer de parte de todos los compañeros delegados, las críticas constructivas necesarias, con el objeto de enmendar en parte o totalmente si se creyera conveniente, nuestra línea táctica. Por ejemplo, compañeros, creo que en los empresas imperialistas no se pueden realizar huelgas por región o país, y solo se conseguirá la victoria haciendo movimientos de carácter continental, huelgas continentales.

Noto que en el informe del compañero Codovilla falta explicar los defectos de la lucha antiimperialista y especialmente la de Sandino. De mi parte, creo que es necesario intensificar más todavía el trabajo de las Ligas Antiimperialistas. Desde otro punto de vista, carece el mismo informe de críticas prácticas y las medidas impostergables para subsanarlas. Sobre la lucha contra las dictaduras, creo que ha llegado el momento de no permitir que a nuestros compañeros se los asesine o se los destierre, y será menester que en esta Conferencia se elaboren algunas medidas prácticas para impedir que nuestros militantes sean sacrificados por los agentes del imperialismo. En general, por ejemplo, yo creo que el atentado individual no soluciona nada, pero tomando en consideración algunos casos particulares, es posible que esa táctica nos sea beneficiosa.

En muchos casos, compañeros, la muerte de un dictador contribuye en mucho hasta que la política general de un país cambie en algunos casos fundamentalmente, tomando nuevos rumbos. En la historia de México, existen casos en que ha variado la situación interna con la muerte de uno de estos dictadores. Quizás convengamos en el criterio contrario sobre este punto; pero de cualquier manera, es conveniente discutirlo con la debida amplitud. En tal sentido, entrega esta iniciativa a los compañeros delegados.

Otro punto que yo quisiera despertara el interés de los camaradas reunidos, es que se establezca que los compañeros desterrados de sus países a causa de las dictaduras, no se retiran a naciones distantes, sino que a la inversa, se establezcan en las fronteras de países vecinos y aprovechen en esta forma, esa situación para los momentos decisivos de la acción. Es necesario que tengamos esos camaradas cerca de su mismo país, para que inmediatamente de producirse cualquier situación importante pueden ellos mismos dirigir el movimiento revolucionario.

Otro punto que estimo de suma importancia para que lo discuta la Conferencia, es el referente a la situación prerrevolucionaria que existe en más de un país de América latina, como es el caso de México, Columbia, Brasil, etc. Espero que todos los compañeros tomarán en cuenta esta indicación. Sobre este problema, nada nos dice el compañero Codovilla en su informe. La situación mejicana es sumamente interesante para nosotros. Todos los compañeros conocen la historia de México desde la caída de Porfirio Díaz. El gobierno pequeño-burgués de México dio a las masas trabajadoras todo lo que puede dar un gobierno dentro del régimen burgués. Entregó parte de la tierra a los campesinos, combatió el feudalismo y disminuyo, por ejemplo, la influencia de la Iglesia, pero actualmente está dominado por el imperialismo.

Hay que explicar y demostrar a las masas laboriosas que la situación actual de México es el resultado de la incapacidad de la pequeña burguesía para luchar contra el imperialismo y llevar a cabo la revolución democrático-burguesa. Es muy posible que la dictadura se implante en México; entonces tenemos que plantearnos esta situación y establecer puntos concretos para la agitación entre las masas y organizarlas para la acción revolucionaria.

Debemos plantearnos los problemas internos de los Partidos. Es posible que podamos encontrar solución al problema de la Argentina, ver cuáles son las causas que han determinado en su seno, crisis tan repetidas y tan hondas, a objeto de ponerles remedio. En esta Conferencia debemos tratar todos los temas y ejercer la más estricta autocritica correspondiente a nuestra acción en América latina. Nos hemos ocupado de los trabajadores urbanos, olvidándonos del campesinado, que es la fuerza fundamental en América latina. No nos hemos preocupado, tampoco, de la organización de las masas obreras ocupadas en las empresas imperialistas.

Termino, compañeros. Me he limitado a presentar algunos puntos que, en mi concepto, deben ser resueltos por esta Conferencia y espero que se tendrán en cuenta en la discusión que comenzamos. Nada más.

CONTRERAS. (Argentina). — Compañeros: La importancia de esta Conferencia para el movimiento comunista latinoamericano es evidente e innegable. Ella se realiza cuando es urgente tener perspectivas claras respecto del movimiento obrero y revolucionario de la América latina en general, y respecto al rol que corresponderá al movimiento comunista en el desarrollo de los próximos acontecimientos.

Como todos los demás Partidos, el Partido Comunista de la Argentina aporta a esta Conferencia las experiencias y enseñanzas que ha podido recoger en los 10 años que lleva de vida y de luchas incesantes. Dentro de esas experiencias, consideramos que una de las más importantes es la que se refiere a la cuestión de los peligros de guerra. Esta cuestión que, como se ha dicho, constituye la prueba de fuego más seria para todos los Partidos Comunistas, fué uno de los problemas que tuvieron mayor importancia en la última crisis de nuestro Partido, en la crisis peneloniana, razón por la cual estimamos útil llamar la atención sobre ella en este debate. Pero antes de hacerlo debemos manifestar a nombre de la delegación argentina que ella no tendrá inconveniente alguno en detallar las luchas y discusiones políticas habidas en su seno para mantener la ideología del Partido e inspirarla siempre dentro de los principios y tácticas de la Internacional Comunista. Oportunamente, otro compañero de delegación hará una exposición amplia al respecto, en base de documentos y materiales que estarán a disposición de todos los compañeros. Nosotros sólo haremos algunas ligeras referencias y comenzaremos por decir que las crisis habidas en nuestro Partido, como las de cualquier partido de la Internacional, han tenido su origen en la discusión de problemas de orientación y de táctica y en los resultados de la aplicación de la línea del Partido. Desde su fundación, nuestro Partido ha tenido tres crisis. La primera se produjo en 1922, al plantearse por primera vez en el Partido la aplicación de la táctica del frente único. Conforme a una de las previsiones de posibles interpretaciones oportunistas del frente único, contenidas en la tesis de la I. C. al respecto, apareció en nuestro Partido un grupo netamente oportunista, capitulaciones, que pretendiendo partidario y defensor de esta táctica realmente deseaba el retorno al Partido Socialista. Nuestro Partido comprendió la situación, la discutió y excluyó de su seno a esta corriente. Sus principales líderes están hoy en el Partido Socialista. En 1925 se produjo otra crisis. Durante cinco años se había discutido en el Partido la cuestión llamada “del programa” hasta que la Internacional Comunista dictaminó sobre el asunto estableciendo en una histórica e importante Carta Abierta que la posición del Partido argentino—que consistía en no haberse dado y en haber resistido a darse en todo ese tiempo un programa de reivindicaciones inmediatas—había constituído un grave error político y táctico, error que, según la I. C., era necesario reconocer y corregir con urgencia. Contra esta línea categóricamente trazada por la I. C. se levantó un núcleo de afiliados que pretendía justificar y mantener el error de su concepción anti programática. La cuestión se discutió ampliamente en el Partido y la masa del mismo se pronunció por la línea y el espíritu de la Carta de la I. C. Pero dicho grupo se organizó en fracción, trabajó con vistas a la escisión y finalmente quedó fuera del Partido. Últimamente, hemos tenido la crisis en que Penelón quedó fuera de las filas de la I. C. Esta crisis ha estado en gran parte ligada al problema de la guerra, dejándonos ciertas experiencias que, como hemos dicho, consideramos útil destacar en esta intervención del debate, en uno de sus aspectos más importantes.

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En 1927, cuando, a raíz del asalto a la “Casa Arcos” y del asesinato de Woikof {SIC}en Varsovia, estuvo a punto de estallar la guerra imperialista contra Rusia, se planteó en el Secretariado Sudamericano de la I. C., y en nuestro Partido, la necesidad de adoptar posición y trazar directivas precisas para la acción de los comunistas en la emergencia. Y fué entonces que aparecieron las divergencias más graves entre Penelón y la dirección del Partido, a las que siguieron todas las otras que culminaron con la escisión. La mayoría del Comité Central, y la mayoría de los miembros del S. S. A., sostuvo y lanzó la consigna de “no un kilo de carne ni una fanega de trigo para los ejércitos imperialistas” consigna de la que habría de derivar, naturalmente, la organización del trabajo de sabotaje correspondiente a esa posición.

Entre otros aspectos, esa consigna significaba plantear la lucha contra la guerra imperialista sobre la base de una lucha simultánea contra el imperialismo, impidiendo y saboteando el abastecimiento de sus ejércitos, y contra la misma burguesía nacional, cómplice de aquél y abastecedora de éstos, lo que equivalía a plantear la acción en sus verdaderos términos y en todos sus alcances y derivaciones necesarias e inseparables.

Lo políticamente justo de esta posición es ya perfectamente claro y elemental para todo el mundo. Sin embargo, Penelón encontraba demagógica, inaplicable, exagerada y, en definitiva, falsa dicha posición. De allí que cuando de mala gana, sin estar convencido de ello y sólo a título de “concesión” en el papel, aceptó dicha consigna, procuró que se introdujera en ella una serie de agregados que en el fondo la desfiguraron y llevarían al Partido a la pasividad en vez de llevarlo a la lucha activa e inmediata contra la guerra imperialista, v por ende a las acciones efectivas en favor y en defensa de la Unión Soviética.

En el fondo de todo, Penelón restaba en realidad importancia y menos-preciaba el peligro de la guerra y, fundamentalmente, carecía de fe en las masas, carecía de fe en la energía combatiente y revolucionaria de las masas trabajadoras. El se encerraba y decía que “no podíamos entregarnos a la aplicación de semejantes consignas y a semejante trabajo porque las masas no estaban organizadas y porque las organizaciones existentes eran muy débiles”. Todo lo reducía así a medir las posibilidades de acción según el número de los inscriptos y cotizantes en los sindicatos. Y como entonces la organización obrera apenas empezaban a salir de un largo período de depresión, con ese criterio esas posibilidades quedaban prácticamente reducidas a cero. Era justamente el otro extremo frente a la posición de algunos compañeros de otros países que creen que primero hay que hacer la revolución y recién después organizar a las masas, porque hacerlo ahora es perder el tiempo. Semejante concepción mecanicista de la acción de las masas en la lucha de clases y del movimiento obrero en general, le llevaba a olvidar y desconocer las grandes energías revolucionarias que están latentes en todo el conjunto de las masas obreras, estén o no sindicalmente organizadas, y que entran en juego como un factor decisivo en la lucha contra la burguesía en los momentos graves y de crisis para el capitalismo, y la guerra es indiscutiblemente y será uno de esos momentos críticos que levantan a las masas contra las clases burguesas.

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Esa concepción le hacía desconocer el importantísimo papel que las masas desorganizadas han jugado siempre en todas partes, y sobre todo en la América latina donde aún habiendo en todos los países en escasísimo porcentaje de obreros organizados se han realizado verdaderas luchas de masas tan trascendentales como las realizadas por la liberación de Sacco y Vanzetti. Naturalmente, la desorganización no es ninguna virtud: por el contrario es un mal que se debe subsanar urgentemente para centuplicar aún más la potencialidad del proletariado, y para eso volcaremos todas nuestras energías. Pero de aquí a llegar al desconocimiento de las energías y de la capacidad de lucha de las masas porque están desorganizadas, hay una gran distancia. Posteriormente, es ya sabido que Penelón acompañó sus graves fallas políticas organizando un intenso trabajo fraccionista y se sabotaje a la línea del Partido hasta llegar a colocarse fuera de la I. C. y del Partido, a pesar de todos los esfuerzos realizados en su oportunidad para evitar el desenlace de la crisis en una escisión.

Actualmente, Penelón ha llegado a las conclusiones más graves y desastrosas como consecuencia de esa falta de fe en las masas y de toda su falsa posición: Penelón y su grupo es hoy uno de los más encarnizados enemigos de la I. C., y constituye ya un sector caído con una rapidez asombrosa en el campo reformista y contrarrevolucionario. Pues, aventajando a los viejos reformistas, él y su amigos más visibles se han entregado a la más desleal tarea de desprestigiar y de combatir en todas las asambleas obreras a la I. S. R., a la C. S. L. A. y a la I. C., habiendo reducido su núcleo a un grupo electoral cualquiera cuyas únicas preocupaciones se reducen a la más cómoda e inofensiva actuación electoral y parlamentaria.

Es ese aspecto de la experiencia del Partido argentino sobre la cuestión de la guerra el que deseábamos destacar y que nos parece debe ser especialmente tenido en cuenta por los demás partidos latinoamericanos. Una crítica completa sobre la cuestión, aparte de la intervención que tendrán otros compañeros, los camaradas delegados la podrán ver en la Carta Abierta que la I. C. envió a nuestro partido en oportunidad de esta crisis, y que se halla entre los materiales distribuidos.

Estimamos que el caso del peronismo, esa falta de fe en la energía revolucionaria de las masas ese concepto mecanicista de supeditar toda la acción contra la guerra y toda la acción general del proletariado únicamente al número siempre reducido de los obreros organizados y menospreciando la combatividad indiscutible de la gran masa desorganizada, y ese menosprecio por los peligros mismos de las guerras, es un caso que puede presentarse y repetirse también en otros partidos en los momentos álgidos y decisivos de cualquier lucha contra el capitalismo y, sobre todo, frente al mismo caso de la guerra ante el cual ya se han producido muchas otras fallas parecidas en diversos partidos del mundo.

En resumen, estimamos que al adoptarse las tesis sobre los peligros de guerra, además de tenerse en cuenta esa experiencia del Partido argentino en lo que se refiere a la necesidad de combatir posibles peligros de derecha y de pasividad, se puede aplicar para toda la América latina el fondo de aquellas consignas, es decir, sus premisas fundamentales de no abastecimiento y de sabotaje al abastecimiento de los ejércitos imperialistas y anti soviéticos. Esto se haría, desde luego, adaptando esa premisa a las condiciones especiales de cada región o país.

Era lo que teníamos que decir en esta intervención. (Muy bien; aplausos).

(Se pasas a cuarto intermedio.)

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Cuarta sesión, realizada el 2 de junio

Preside: ROMO (Argentina).

SIMONS. (Estados Unidos).— Camaradas: En esta Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, hago llegar a todos los delegados de los Partidos hermanos, el cordial saludo de los obreros comunistas norteamericanos. Esta Conferencia nos dará la oportunidad de estrechar las relaciones entre nuestros Partidos, conocernos mejor, comprender los problemas comunes, para llevar una lucha más homogénea contra el capitalismo, no sólo del Hemisferio Occidental, sino también de todo el mundo. La presencia en esta Conferencia de un representante del Partido de Estados Unidos significa la iniciación de un nuevo período en nuestra lucha  y en nuestra acción; puesto que marca el comienzo de las relaciones más estrechas, de la ligazón que debe existir entre todos los países o, mejor dicho, del movimiento obrero de todos los países. Además, adquiere importancia grande para la lucha antiimperialista, la ligazón de los Partidos hermanos de las colonias o semicolonias con los de las metrópolis imperialistas.

No será posible en esta Conferencia, tratar “in extenso” la situación del Partido que represente; pero me referiré brevemente a algunos aspectos de esta cuestión. Empezando por decir que el Partido Comunista de Estados Unidos, que se desarrolla en el seno del imperialismo más fuerte del mundo, realiza una lucha tenaz contra el mismo. La Internacional Comunista, en su VI Congreso estableció lo siguiente, como se puede ver por las resoluciones que se tomaron. Dico el parágrafo 52: "Numerosos combates de clases, obstinados y encarnizados (en primer lugar la huelga de mineros), han encontrado en el P. C. un firme y enérgico dirigente. La campaña contra la ejecución de Sacco y Vanzetti fué también conducida por el Partido Comunista". Esto indica que a pesar de tener solamente 15.000 miembros, el Partido ha sabido conducir luchas enérgicas contra el capitalismo. Pero es necesario dejar establecido que mientras nuestro Partido estaba en el mejor período de su actividad, en el seno mismo de nuestra organización se desarrollaba la lucha fraccionista que se está liquidando con la directa intervención del Komintern. La Internacional Comunista indicó el peligro de derecha que se estaba infiltrando en nuestro Partido, sobre el cual hablaré más tarde.

Es lógico que nuestros Partidos latinoamericanos se interesen por saber qué ayuda les puede prestar el Partido de .Estados Unidos en sus luchas contra el imperialismo. Ante todo, es menester tener en cuenta la situación del proletariado de nuestro país y, en segundo término, la condición en que se encuentra el imperialismo yanqui. En este período, se acentúa la penetración imperialista yanqui en busca de mercados para la colocación de sus productos y capitales y para apropiarse de las fuentes de materias primas, tomando caracteres de franca agresividad, la cual aumenta incesantemente. La elección de Hoover, su gira por los países semicoloniales de Sud América y su proyecto para visitar los países de Centroamérica, indican claramente que el imperialismo yanquí utiliza todos los medios a su alcance para la penetración imperialista en los países de Latinoamérica, con el objeto de desplazar al imperialismo rival, o sea, el británico. Se traducen estos acontecimientos por la mayor agudización de la lucha interimperialista.

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¿En qué situación se encuentra el imperialismo yanqui? Su potencia lo coloca en la situación de dominador del mundo. Esta misma potencia incontrastable del imperialismo más joven, generó en nuestro Partido el nacimiento de una corriente que sobreestimó esta fuerza del imperialismo. Este error se cometió por algunos militantes que tomaron en cuenta al imperialismo yanqui, pero sin relacionarlo con el estado del capitalismo internacional. Si es cierto que el imperialismo yanqui es el más fuerte de la tierra en la hora actual, es también exacto que sufre la crisis mundial del capitalismo. El compañero Codovilla, en su informe trató la situación de América latina con respecto a la situación mundial y esa misma relación se debe hacer cuando se juzgue al propio imperialismo yanqui. La actual crisis que se nota en los ramos de textiles, minería y agricultura se extiende a otras industrias. ¿Qué consecuencias trae para el proletariado de Estados Unidos? Como resultado de la crisis en la minería y textiles el proletariado se encontró abocado en la defensa de su "standard" de vida, por medio de luchas tenaces. Igualmente, la adquisición de armamentos por el imperialismo yanqui origina el proceso de la mayor radicalización de las masas, puesto que se reduce la capacidad de adquisición y la rebaja o estabilización de sus salarios. Esa misma radicalización no solamente se encuentra y se nota en los trabajadores de las industrias citadas, sino que se extiende a todo el proletariado. Las masas desorganizadas y los obreros no calificados desempeñarán un gran papel en esas luchas que se avecinan con caracteres alarmantes.

No debemos sobreestimar la fuerza económica. del imperialismo y el desarrollo técnico de los Estados Unidos. El aumento y mejoramiento de la maquinaria es una revolución técnica; pero yo creo que es un error llamarla la "segunda revolución industrial". Esto significa decir, en otras palabras, que el capitalismo tiene larga vida, lo que carece de verdad. El desarrollo de fuerzas productoras, produce nuevos antagonismos al mismo tiempo la mayor radicalización de la clase obrera. Algunos compañeros han dicho que en vista de la potencia del imperialismo yanqui, será imposible luchar eficazmente contra él. ¿De dónde surge esta idea errónea? Precisamente, de la sobreestimación de la fuerza del imperialismo, y también, de la subestimación de la fuerza del proletariado y la carencia de visión política. Por ejemplo, los compañeros delegados del Perú dicen "que las masas obreras no se adherirán {SIC} en estos momentos a un Partido Comunista y que es necesario constituir un partido socialista". Esta idea surge de la falsa concepción de no constituir un Partido Comunista hasta que las masas obreras estén preparadas. Un Partido Comunista se constituye sobre la base del programa de la Internacional Comunista y con los elementos que están de acuerdo con este programa, aunque agrupe solamente una parte del proletariado. Es un error considerar que no se puede formar el Partido porque no todo el proletariado adherirá al mismo. Es necesario, compañeros, tener fe en la clase obrera, valorar exactamente su capacidad de combatividad, no subestimar las fuerzas con las cuales haremos la revolución. Igualmente, es preciso formarse una idea exacta de la potencia del imperialismo, sin sobreestimar sus fuerzas.

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Algunas palabras sobre un problema de alcance internacional: el peligro de derecha. Aún en esta misma Conferencia que tratamos especialmente de la formación o conformación de los Partidos Comunistas latinoamericanos, es necesario decir breves palabras sobre las desviaciones de derecha producidas en Alemania, Checoslovaquia y Estados Unidos. Los hechos de Alemania, especialmente, aleccionar. Hay que evitar los errores de los que consideran la estabilización del capitalismo internacional no como precaria, transitoria, sino como una realidad; en la actividad sindical no ·adoptar una línea independiente sino empujar a los líderes reformistas. Este peligro se nota también en América latina. En las pocas semanas que llevo en América del Sur, he podido notar dos ejemplos de esta índole, Primero, en Brasil, el manifiesto lanzado el 1 de mayo aconseja "empujar a los líderes reformistas para que cmnplan con su deber o dejen sus puestos", que es el mismo error de derecha cometido en Alemania. Segundo, en Uruguay, existe la tendencia de conceder a los anarquistas "puros" el derecho de guiar las huelgas, a pesar de que las huelgas fracasan por su mala dirección. En la reciente huelga del frigorífico "Artigas", nuestros compañeros convocaron asambleas de los obreros que trabajan en otros departamentos que no estaban en huelga, pero no extendieron y tomaron la dirección del movimiento para la lucha reivindicatoria de "todos" los obreros, como era necesario.

Me parece necesario discutir algunas teorías erróneas. En los Estados Unidos, se ha dicho que es imposible una lucha armada, unidas! todas las fuerzas del imperialismo, contra la Unión Soviética, por la lucha interimperialista que todos notamos entre los yanquis y los ingleses. Los que éstos manifiestan no tienen en consideración el enorme peligro que entraña para el imperialismo internacional, la sola existencia de la Unión Soviética. Esta teoría en la práctica se traduce por el debilitamiento de nuestra enérgica defensa del Estado Proletario. El segundo error que deseaba criticar, es el referente a la concepción que han tenido sus participantes en Estados Unidos, al considerar que los pueblos de América latina no podrán luchar contra el imperialismo por carencia de fuerza y por la superabundancia de la misma en los Estados Unidos. Si todos nosotros creyéramos esto, indicaría la enormidad de someternos sin lucha, pasivamente al imperialismo yanqui. El mismo ejemplo de Sandino, es capaz de refutar completamente tal equivocación.

El compañero Codovilla se ha referido a la traición de los socialistas de la Argentina y el mismo caso se ha producido en Estados Unidos. Desempeñan el mismo papel apoyando a los líderes reformistas sindicales, a los agentes del imperialismo en la lucha contra nuestro Partido y los sindicatos revolucionarios, contra nosotros que somos el único Partido revolucionario de la clase trabajadora. En la última campaña presidencial, el Partido Socialista de los Estados Unidos se ha declarado en favor de la Liga de las Naciones y del Pacto de Kellogg. A pesar de que el P.S. ha perdido gran parte de sus efectivos obreros, es necesario proseguir la campaña contra los traidores del proletariado. Este peligro del reformismo existe no solamente en mi país (Partido Socialista, los líderes reaccionarios de la Federación Americana del Trabajo, los proyectos de colaboración de clases, etc.), sino que también se extiende a toda América latina. Hay compañeros que han afirmado que tanto el reformismo como el anarquismo están completamente muertos en América latina y que nos queda el camino libre para nuestra actividad. Me parece que es exagerar y, sobre todo, subestimar el peligro del reformismo. Yo creo que es menester tener siempre presentes al reformismo y al anarquismo para combatirlos con todos los medios y eficazmente. Estos errores también los consigna la Internacional Comunista al tratar de los peligros de derecha.

Me parece que en América latina debe hacerse una campaña más intensa contra la propia burguesía nacional, contra los propios gobiernos nacionales, inclusive en Argentina y Uruguay, donde todavía existen gobiernos de tinte liberal. A nosotros, comunistas norteamericanos, nos corresponde luchar contra la imperialismo yanqui en primer término, como lo estamos haciendo, pero a los Partidos de América latina no les debe bastar gritar “Abajo el imperialismo” sino también agregarle la consigna: “Abajo los gobiernos reaccionarios, agentes del imperialismo”. Igualmente, es necesario que los compañeros se apresten a la lucha no sólo contra el imperialismo yanqui, sino contra todos los imperialismos.

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Debemos preguntarnos porque nuestros partidos no han sabido luchar con eficacia contra las empresas imperialistas, especialmente los frigoríficos y la industria automovilística de la Argentina y Uruguay. Los Partidos no han prestado toda la atención que merece esa cuestión y no se han preocupado de dar una organización sindical a los obreros de esas empresas. Es necesario que nuestros Partidos presten mayor atención a este aspecto de la lucha antiimperialista.

En cuanto a nuestra posición con respecto a las otras capas sociales, los compañeros del Perú han manifestado, por una parte, que no se puede establecer la alianza con la pequeña burguesía y, por otra parte, afirman que es necesario constituir un Partido socialista con programa reformista, porque todavía no ha llegado el momento de constituir el Partido Comunista. Estos errores, estas contradicciones surgen de la incomprensión con respecto a las funciones que debe desempeñar un Partido Comunista, y, por otro lado, que no se conoce bien la táctica del frente único.

En cuanto a la doctrina Monroe, es necesario tener presente que actualmente se discute en el Congreso yanqui el cambio de esta política imperialista, manifestando que la doctrina de Monroe tiene un carácter que sólo alcance a los países del Mar Caribe. Debemos estar en guardia contra esta nueva manifestación que en nada aminora la penetración imperialista en América latina.

Debemos rechazar absolutamente la concepción del compañero Suárez al manifestar la eficiencia del atentado individual como medio de lucha contra el capitalismo y especialmente contra los tiranos latinoamericanos. Las masas deben hacerse justicia revolucionaria cuando llegue el momento, como acaeció en China, pero eso no justifica la teoría del atentado individual, que se utilizó por los nihilistas rusos, en condiciones especiales, y cuando toda forma de organización y propaganda les fué prohibida. Debemos, ante todo, organizar a las masas para la insurrección y no proceder como dice el compañero Suárez, sobre todo en América latina donde existe fuertemente la falta de organización debido a la existencia de restos de influencia de la ideología anárquica "pura", que sustituye la acción organizada de las masas, por el atentado individual. Sin organización no podrá haber revolución proletaria. Es preciso desterrar el sistema que nos propone el compañero Suárez y ponernos a trabajar en el sentido de organizar a las masas. Sin organización habrá caudillismo, y caudillismo no puede ser igual a revolución proletaria.

El compañero Codovilla ha manifestado que existe la lucha entre los imperialismos inglés y yanqui, aunque el segundo muchas veces se ve obligado a hacer' concesiones. Es necesario aclarar este punto. Es menester afirmar que a pesar de estas concesiones, Inglaterra continúa la lucha. Las concesiones no son índice del abandono de la lucha. Muchos errores se han cometido sobre este punto.

Por ejemplo, recientemente, un compañero de los Estados Unidos declaró, después de una visita a México, que el imperialismo inglés trabaja bajo la hegemonía y dirección yanqui. Hace algunos años, muchos dijeron que en China, el imperialismo americano era un instrumento del imperialismo inglés. Eso es falso; el imperialismo yanqui jugaba un rol independiente, buscando sus propios objetivos. Algunas veces sus intereses coincidían con los intereses ingleses, pero ambos, luchaban entre sí, por la hegemonía.

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Quiero referirme a las relaciones que deben mantener entre sí todos los Partidos. Nuestro VI Congreso aprobó la resolución siguiente: "Coordinación de nuestro trabajo antiimperialista con los Partidos Comunistas de América latina, Canadá, China e Inglaterra. Más atención a la lucha contra el imperialismo yanqui en América latina. Apoyo más activo a las masas trabajadoras de América latina en su lucha contra el imperialismo americano. Estrecha colaboración con los Partidos Comunistas de América latina. (Conferencias, intercambio de delegaciones, literatura, etc.). Debemos prestar el más eficaz apoyo al Secretariado Sindical Latinoamericano."

Hay que declarar que las relaciones entre nuestro Partido y el Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista no eran suficientes. Es necesario que establezcamos verdadera ligazón entre los dos organismos. Debemos activar el intercambio de periódicos, libros, folletos entre los países latinoamericanos y Estados Unidos establecer un cuerpo de traductores para todas las publicaciones en inglés y español. Por esta falta de traductores, no se publican en la prensa revolucionaria latinoamericana, las noticias sobre las luchas que sostiene el Partido y el proletariado de Estados Unidos. Es menester, pues, corregir todos estos defectos.

Quiero terminar mi intervención en este debate, con algunas palabras sobre los peligros de guerra. El VI Congreso de la Internacional Comunista estableció que "el problema de combatir la próxima guerra imperialista, de trabajar por la defensa de la Unión Soviética, de luchar contra la intervención imperialista en China y de defender a la revolución china y a los levantamientos coloniales, son las principales tareas internacionales del movimiento comunista en esta época". Hay hechos que demuestran completamente la proximidad, la necesidad para el imperialismo internacional ele desencadenar la guerra:

1. El dinero invertido en la compra de 15 cruceros, en el momento en que se aprobaba el hipócrita Pacto Kellogg;

2. La gira de Hoover a América latina;

3. El proyecto del Canal de Nicaragua;

4. El discurso de Coolidge el día del armisticio, quien dijo:

 “Los acontecimientos recientes nos han colocado en una nueva situación ante el resto del mundo, no sólo económica, sino también políticamente… Para preservar nuestra civilización, velando por nuestra propia tranquilidad nacional y establecer verdaderas relaciones con los demás pueblos del mundo, mantener un ejército y una armada adecuada… Las relaciones internacionales nos exigen tener mayor número de cruceros para nuestra defensa…”

5. El destino de 700.000.000 de dólares para gastos militares y navales;

6. La declaración del “Marine Board” (Consejo Naval) de que preparan la marina para lanzarse en cualquier instante a la guerra.

Es claro que nuestro primer deber es luchar contra la guerra imperialista; pero esa lucha no significa una acción aislada. La Internacional Comunista, en el VI Congreso últimamente realizado, ha establecido:

 “Debemos ligar estas tareas con la lucha diaria de la clase trabajadora contra la ofensiva capitalista y debemos dirigirla hacia la lucha por la dictadura del proletariado.”

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No es suficiente la publicación periódica de un manifiesto contra la guerra imperialista, sino que debemos ligar las huelgas y demás movimientos de masas de la clase trabajadora, hacia la lucha anti guerrera. Esta propaganda contra la guerra imperialista debe realizarse en las fábricas y talleres, aprovechándose de todos los medios y comentando las mismas noticias que leen los trabajadores en los diarios burgueses. Hay que destruir la concepción de la guerra "defensiva" entre países imperialistas. Hay que luchar contra la propia burguesía nacional, en primer término. Los Partidos Comunistas deben prestar toda la atención al trabajo y al reclutamiento de nuevos efectivos en las fábricas y talleres y penetrar tanto en las empresas imperialistas de industria de artículos generales, como en las que se dedican a la fabricación de armamentos. Hay que hacer mayor propagada en el seno de los ejércitos burgueses. Es necesario combinar el trabajo legal con el ilegal. Ya el compañero Codovilla en su informe nos ha indicado la necesidad de realizar la Jornada contra la guerra imperialista para el 19 de agosto próximo. Debemos preparar con bastante anticipación tales demostraciones. Es menester, por último, reforzar los cuadros de la Liga Antiimperialista.

Yo me he referido a las relaciones que debemos mantener mutuamente, es necesario, compañeros, que intercambiemos experiencias, que liguemos más las Partidos revolucionarios del Hemisferio Occidental, para luchar eficazmente por el triunfo de la revolución mundial. (Aplausos).

Romo (Presidente). ‑ Tiene la palabra el compañero informante para resumir el debate.

Codovilla (S.S.A. de la I.C.). ‑ Compañeros: Como no he tenido tiempo para ordenar los apuntes, mi contestación a las cuestiones tratadas por los diversos compañeros en el curso de estos debates, aparecerá un poco dislocada. Queda entendido que la Comisión que hemos nombrado se encargara de preparar el proyecto de resolución sobre este punto del orden del día, en el que se establecerá con precisión, nuestra táctica y nuestras consignas en la lucha contra los peligros de guerra.

Me limitaré, pues, a tratar algunas cuestiones, ya que podemos decir que nadie ha hecho objeciones fundamentales a la línea política de nuestro informe.

Empezaremos, entonces, por decir algunas palabras respecto de:

La estabilización capitalista

Todos hemos estado de acuerdo al analizar el "tercer periodo" que este no representa un periodo de mayor estabilidad de regímenes capitalistas, sino que, por el contrario, se caracteriza por el aumento y la agravación de sus contradicciones, por la radicalización de las masas, por la crisis revolucionaria siempre más amplia, que llevara a la revolución proletaria mundial.

Que las masas se radicalizan de más en más ‑ y de eso tenemos ejemplos en todos los países de América latina, amén de los ya citados en lo que respecta al resto del mundo ‑, es un hecho incontrovertible. Como es un hecho incontrovertible, también, que la Unión Soviética se consolida y construye con ritmo acelerado el socialismo. Repetimos, entonces, que la inestabilidad capitalista se hace cada día más visible y el momento de la desaparición del capitalismo se acerca a pasos agigantados.

Establecido lo que antecede, pasemos ahora a contestar algunas observaciones hechas al informe y a precisar algunos de los puntos tratados en el mismo. Empecemos por analizar la intervención del compañero Simons, de la cual podría deducirse que subestima la gravedad que asume la lucha entre el imperialismo yanqui y el inglés por la dominación de la América latina ‑ sobre todo en lo que respecta al imperialismo inglés ‑, ya que el compañero Simons parece no compartir nuestro punto de vista, cuando afirmamos que el imperialismo ingles se ve obligado a abandonar muchas de sus antiguas posiciones en América latina, pasando del compromiso con el capital yanqui a la cesión de esas mismas posiciones. Ante todo, es bueno constatar que en lo que respecta al significado del periodo histórico actual para los países de América latina, no pueden manifestarse dudas: representa una mayor presión del imperialismo sobre las grandes masas trabajadoras y el desencadenamiento de la reacción más brutal contra las mismas. Todos estamos de acuerdo en que la penetración imperialista en América latina significa la deformación de la vida económica nacional, impide el desarrollo normal de esa economía y detiene el desarrollo industrial permitiéndolo solamente en las ramas secundarias, que no afectan fundamentalmente sus intereses de país exportador de artículos manufacturados.

Se han citado varios casos de países en que se ha deformado esa economía. No creo necesario insistir en esa demostración, puesto que todos concordamos sobre ella y sobre el carácter colonial y semicolonial de estos países.

Hemos dicho que la lucha interimperialista por la dominación del mercado mundial, tiene una repercusión inmediata en la vida económica de América latina; y eso lo vemos, por ejemplo en el caso de Chile, cuya economía ha sido deformada completamente por el imperialismo. Si tomamos de ese país la rama de producción más importante ‑ el salitre ‑, veremos cuáles han sido las consecuencias de la deformación de la economía nacional.

Es sabido que antes de la guerra, Inglaterra disponía de la casi totalidad de la producción salitrera de dicho país y detentaba el monopolio mundial del mercado salitrero. Norteamérica dependía también de Inglaterra, en lo que a los productos del salitre se refiere, y de allí que haya buscado por todos los medios de independizarse. Esos medios pueden resumirse en dos fundamentales, y que accionaron paralelamente: primero, la fabricación de nitrato sintético que era lanzado al mercado internacional ‑ muchas de las mismas fabricas alemanes han sido financiadas par los yanquis ‑, para romper el monopolio inglés; segundo, la adquisición de terrenos salitreros y de minas ya pertenecientes a empresas ingleses, por el "apoyo" directo del gobierno dictatorial (Ibáñez) comprado por el imperialismo yanqui. Mediante la lucha de precios en el mercado mundial, Norteamérica obligó a Inglaterra a disminuir la producción salitrera en Chile, creando una crisis económica grave para el país, y mediante su intervención directa en la política nacional, produjo la agravación de la lucha entre las diversas capas de la burguesía nacional, pequeña burguesía y burguesía industrial naciente, ligadas a los yanquis, contra la gran burguesía agraria, ligada a los ingleses, lo que trajo una inestabilidad política que culminó con el gobierno nacional-fascista de Ibáñez, agente del imperialismo yanqui.

Dejo exprofeso de analizar el factor fundamental de esa inestabilidad política, que fue el gran desarrollo del movimiento obrero, ya que para el caso que nos ocupe, no es necesario. Como hemos dicho, la disminución de la producción de salitre fue creando una crisis económica en todo el país, reclamando una "solución" rápida, so pena de transformarse en catastrófica; y la "solución" se produjo mediante el "gobierno fuerte", que permitió a las empresas extranjeras ‑ particularmente yanquis ‑, "racionalizar" la producción, además del mejoramiento técnico, por una explotación más intensa de las masas laboriosas.

El imperialismo yanqui consiguió éxitos rápidos en la "racionalización" de la producción, en las empresas salitreras adquiridas después de la guerra ‑ sistema Guggenheim, que reduce en un 50 % el costo de producción ‑, haciéndole competencia directa a la producción inglesa. Ciertas capas de la pequeña burguesía se encargaron de poner de relieve esos "éxitos" y, aprovechando el estado de crisis y el malestar de las masas populares, hicieron demagogia contra el gobierno de los grandes terratenientes y proclamaron la necesidad de cambios "radicales" en la política económica nacional. Es así como Ibáñez sube al poder y se transforma en agente del imperialismo yanqui. Suprimiendo las ventajas concedidas al monopolio inglés, las empresas americanas intensificaron la producción mediante el sistema "racionalizado"; haciendo competencia a las empresas inglesas ‑ que disponían de sistemas anticuados de producción ‑, no ya mediante el salitre sintético, sino mediante la misma producción natural "racionalizada", lo que obligó al monopolio ingles a llegar a un acuerdo momentáneo con los yanquis, para evitar una concurrencia catastrófica en el mercado internacional. Al mismo tiempo, los yanquis han adquirido los intereses de varias minas salitreras con el apoyo de los mismos propietarios nacionales, que vieron perspectivas de ganancias mayores, apoyándose en el capital americano que había emprendido con rapidez la "racionalización" de la producción. Hoy es sabido que en el "trust" mundial, los intereses yanquis se acrecientan y tienden a predominar.

He ahí un caso típico ‑ se pueden citar una infinidad ‑, en que el imperialismo ingles ha tenido que recular frente al yanqui, pasando del compromiso momentáneo al abandono de sus posiciones.

Los hechos son los hechos y no depende de nuestra voluntad cambiarlos. De manera que las observaciones del compañero Simons, respecto a que no hay que subestimar la importancia de imperialismo inglés en América latina, es justa; pero eso no debe impedirnos ver cuál es la relación de fuerzas de nuestros enemigos, para, aun combatiéndolos por igual, reforzar nuestra lucha contra el enemigo más fuerte y más avasallador.

Queda entendido que cuando se trata de reforzar el sector de nuestra lucha ‑ entendiendo, repito, que se debe luchar por igual contra todos los enemigos ‑, debe tenerse en cuenta la situación específica de cada país, la relación de fuerzas interimperialistas a objeto de hacer nuestra lucha más eficaz.

El camarada Luis en su intervención, ha formulado precisiones completamente necesarias respecto a las características de la penetración imperialista en América latina. Nos dijo ‑ con razón ‑, que es necesario no tomar solamente el monto de los capitales invertidos por los diversos imperialismos en América latina, para llegar lisa y llanamente a la conclusión de que un país está siendo colonizado por uno u otro imperialismo, sino cuáles son sus consecuencias en la vida económica nacional y las consecuencias políticas de esa penetración. Pues bien: los capitales extranjeros invertidos en América latina han servido solamente para deformar su economía. Creo que nadie, a excepción de los social-traidores, puede hablar del rol "progresista" de la penetración imperialista en América latina. Su adaptación a las formas de explotación semifeudales y semiesclavistas, su represión del movimiento revolucionario de masas, su apoyo a las formas dictatoriales más violentas, son la demostración de que el imperialismo representa una fuerza retrograda en la vida económica y política de estos países.

En lo que respecta al carácter de la revolución democrático-burguesa, los fines que se propone y a las fuerzas motrices de la misma, creo que no se han producido divergencias, y ese asunto será tratado con amplitud en el segundo punto del orden del día. No existen dudas respecto a la absoluta necesidad para el proletariado de obtener la hegemonía en la acción, en los movimientos de masas, porque en la lucha antiimperialista, aun los movimientos nacionalistas sinceros, tienen como aspiración máxima la independencia política del país, mientras las masas obreras y campesinas luchan contra toda clase de explotación de la burguesía nacional y del imperialismo.

La lucha más fundamental debe desarrollarse, entonces, entre el proletariado y la pequeña burguesía, por la dirección de movimiento revolucionario. De quien tenga esa dirección, depende que se realicen o no las consignas de la revolución democrático-burguesa, se vuelva por la vía del sometimiento al imperialismo, o se desarrolle hacia el socialismo.

Pasemos ahora, a las observaciones hechas respecto a:

Los métodos de lucha contra los peligros de guerra

Todos estamos de acuerdo, repito, en que es necesario precisar bien nuestras consignas de lucha contra a guerra, para lego popularizarlas y organizar la acción de las masas sobre la base de esas consignas.

A través de la discusión y del análisis de las experiencias de lucha contra los peligros de guerra en América latina, se ha venido a confirmar nuestra afirmación de que el peligro más grave que se ha manifestado en nuestras filas ha sido el de derecha. El "provincialismo" se ha manifestado, no solo a través de la opinión de que la guerra ha de desarrollarse siempre en el otro hemisferio, sino también en la subestimación de los conflictos propios de estos países que pueden ser origines de guerras. Es entonces, más que nunca necesario colocarnos en el marco internacional y comprender que las contradicciones imperialistas se agudizan en nuestros países como parte de los conflictos internacionales, y que la guerra puede iniciarse aquí como en cualquier parte del mundo, ya que los gobiernos de los países latinoamericanos son instrumentos de los imperialismos. Se ha hablado de que es preciso dar consignas claras de lucha contra la guerra. Eso es completamente justo. Si no se tienen perspectivas claras sobre la trayectoria de la lucha, aun partiendo de premisas justas, se pueden cometer errores graves.

Tal es el caso de nuestro Partido de la Argentina en su lucha contra el derechismo de Penelón. En efecto: la mayoría del comité central de nuestro Partido sostenía la consigna justa del sabotaje al aprovisionamiento de los países imperialistas en guerra contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos, y de apoyo directo a los mismos. Esa línea política justa ‑ como lo establece una resolución de la Internacional Comunista, y lo ha reconocido nuestro Partido ‑, era incompleta. ¿Por qué? Porque no establecía claramente el trayectoria ulterior de la lucha contra la guerra. ¿Qué es lo que decía el renegado Penelón? La consigna "ni un kilo de carne ni una fanega de trigo" presupone la revolución. ¿Estamos preparados para ella? Y ese renegado que veía el movimiento obrero a través de los reducidos efectivos sindicales y no a la gran masa de la campaña y de las empresas fundamentales, que son las que sufren directamente las consecuencias de la guerra y están, por consiguiente, mas dispuestas a la lucha, ¡contestaba que no!

¿Qué es lo que debía hacerse frente a las objeciones de ese renegado? Completar nuestra consigna, es decir: que, reconociendo que efectivamente el sabotaje al abastecimiento de los ejecitos imperialistas presuponía la revolución, lanzar ya las consignas para la misma. "Lucha para el derrocamiento de la burguesía nacional; contra el imperialismo; por la entrega de la tierra a quienes la trabajen, por el gobierno obrero y campesino."

La crisis catastrófica que se produciría en el país en caso de guerra y con ella el cierre de los mercados extranjeros ‑ que tanto temen los social-traidores y los renegados penelonistas ‑, podía asustar solamente a la burguesía nacional, nunca al proletariado urbano y rural y los campesinos, puesto que la reorganización de la economía nacional de acuerdo a los intereses de las grandes masas permitiría su reconstrucción sobre nuevas bases. Esto, es claro, ligado al proceso revolucionario internacional que hace que todo movimiento revolucionario no quede aislado sino que sea parte integrante del mismo.

He citado este caso, justamente para demostrar cómo es preciso que nuestras consignas sean claras a fin de que sean accesibles a las masas y les den perspectivas nítidas de lucha.

Manifestaciones oportunistas, tipo Penelón, las tuvimos también en Bolivia y Paraguay y nos satisface el hecho de que los compañeros de esos países a través de sus intervenciones, lo hayan reconocido. En efecto, el social-patriota Ibarrola, replicando a la consigna de fraternización que se indicaba lanzar para los soldados de Paraguay y Bolivia, y la de volver las armas contra las burguesías nacionales y el imperialismo, objetaba que la fraternización sería buena si al otro lado de las trincheras hubiese comunistas y no "las hordas salvajes de Siles". Y eso para "justificar" la pasividad del Partido frente a la guerra. La misma pasividad se manifestó desde el principio de parte de nuestros compañeros de Bolivia. Se temía lanzar nuestras consignas a las masas porque "estaban borrachas de chauvinismo". No se tenía en cuenta que la consigna de "la tierra a los campesinos" penetraría inmediatamente en el ejecito, formado en su casi totalidad por campesinos indígenas que iban a la guerra forzados por la situación, pero añorando las cosechas que quedaban tras ellos, sin poder realizar la recolección en forma debida, lo que implicaba el hambre por sus familias.

El compañero Mendizábal nos ha dicho como los indios campesinos, ya por tradición, rehúyen al servicio militar; como varios grupos desertaron de los cuarteles o antes de llegar al frente; en fin, como hubo diversas manifestaciones aisladas contra la guerra.

En realidad, las que más "chauvinistas" se demostraron fueron las capas de artesanos y de obreros urbanos. El compañero Dellepiane también nos informaba que en los cuarteles no había ni vestidos ni armas para los soldados, alimentación insuficiente y el descontento cundía entre los movilizados.

Ahora bien: ¿existía o no una situación objetiva para nuestra propaganda? Todos vemos que sí. El compañero Mendizábal nos decía que dado el atraso de las masas, no comprenderían todavía las consignas comunistas. ¿Es que los campesinos indígenas de Bolivia no comprenden la consigna de "la tierra a quienes la trabajen"? ?No es, acaso, motivo de luchas permanentes por parte de los indios el rescate de las tierras que les han sido robadas por los terratenientes y los imperialistas? ¿Cómo no iban a comprender, entonces, nuestra consigna sobre la entrega de la tierra? Lo mismo puede decirse en lo que respecta a Paraguay. Si tomamos, por ejemplo, la consigna lanzada por nuestro Partido contra el aporte de un fusil por cada ciudadano paraguaya para equipar el ejército nacional, hemos visto como una consigna justa repercute rápidamente entre las masas. "Ni un centavo para armar al capitalismo", fue la consigna lanzada por nuestro Partido que repercutió entre las masas obreras y campesinas, haciendo fracasar en gran parte el propósito del gobierno.

En fin: todos esos hechos demuestran cómo era posible desarrollar con grandes resultados una acción efectiva contra la guerra, tanto en Bolivia como en Paraguay. Para eso, es claro, es menester contar con verdaderos partidos comunistas.

El espíritu de pasividad lo encontramos también en nuestros compañeros de Perú frente al conflicto de Tacna y Arica. El compañero Saco, dándole una interpretación torcida a las manifestaciones que yo hiciera en mi informe sobre este asunto, preguntó si se pretendía que los comunistas debían "unirse a los que reclamaban una solución más patriótica de la cuestión".

Estamos, evidentemente, frente a una exageración polémica del compañero Saco. De no ser así, no hubiera afirmado tal cosa. No se trata de exigir soluciones "más patrióticas" del asunto de Tacna y Arica, sino de poner en guardia a las masas trabajadoras peruanas contra el arreglo, que no interesa solamente la burguesía de Chile y de Perú ‑ como pretende hacerlo creer el compañero Saco ‑ sino también a las masas trabajadoras de esos países y de la región en litigio, puesto que con ese arreglo se le remacha aún más la cadena de su esclavitud respecto a la gran burguesía nacional y al imperialismo.

Indiscutiblemente, hay que ver las fuerzas sociales en juego en el conflicto para poder determinar la acción revolucionaria. En las últimas manifestaciones de protesta contra el arreglo de Tacna y Arica hecho por Leguía, había propósitos chauvinistas; pero, según manifestaciones del mismo camarada Saco, gran parte de la pequeña burguesía y los intelectuales participaron en estas manifestaciones, no tanto por el asunto de Tacna y Arica, como por la protesta que significaban contra el gobierno dictatorial de Leguía. No sé si podemos aceptar en forma absoluta lo que dice el compañero Saco, de que ningún obrero participo en esas manifestaciones de protesta. Sea como fuera, el partido no podía estar ausente, no podía dejar de hacer conocer sus consignas, que debieron ser: contra el gobierno dictatorial de Leguía, vendido al imperialismo yanqui; contra el imperialismo yanqui, único beneficiado en dicho arreglo; por el derecho de autodeterminación de los habitantes de Tana y Arica; por el plebiscito bajo el contralor obrero y campesino; etc.

No se trata, entonces, de sumarse a la protesta patriotera, sino de lanzar y hacer conocer las consignas del Partido y no permanecer pasivos.

El trabajo antimilitarista

La intervención del compañero Ghitor, en representación del Secretariado Sudamericano de la Internacional Juvenil Comunista, ha sido acertada en cuanto ha puesto de relieve la necesidad del trabajo antimilitarista, porque sin un trabajo antimilitarista serio no hay acción efectiva contra la guerra.

Efectivamente, el trabajo en el ejército ha sido descuidado por nuestros partidos o no se le ha dado importancia alguna. En el mejor de los casos se ha "dejado" el trabajo a la juventud. Y como se ha descuidado la organización de la juventud comunista es lógico que el trabajo antimilitarista haya sido casi nulo. Sin embargo, hay que reconocer que allí donde se han hecho algunos trabajos antimilitaristas serios se han obtenido resultados muy satisfactorios.

Creo que a nadie escapara la importancia que tiene para nosotros desagregar los ejércitos nacionales y hacer que en el momento de la acción (huelgas, insurrecciones, etc.), en lugar de tener a soldados frente a nosotros, fraternicen con los huelguistas o los insurrectos. Para darse cuenta de los resultados rápidos que se pueden obtener en el trabajo de disgregación, hay que tener presente que en la gran mayoría de nuestros países, más del 80 % de los soldados son campesinos, los cuadros intermedios de la oficialidad pertenecen a la pequeña burguesía, y los altos oficiales, a la gran burguesía. Las condiciones de vida del cuartel ‑ con excepción de algunos países ‑ son las más duras, esto cuando gran parte del ejército no es utilizado para fines de lucro personal por la oficialidad.

Ahora bien: sabiendo ligar la consigna de la tierra a quienes la trabajan con la consigna de la fraternización del ejército con las masas obreras y campesinas, pueden obtenerse grandes resultados positivos. En efecto, ¿que nos enseña la experiencia de la gran huelga bananera de Colombia? Justamente que mediante un trabajo en el ejército se obtiene resultados inmediatos. Cuando el gobierno reaccionario de Colombia mandaba las tropas a las plantaciones de la United Fruit Company para masacrar a los obreros de esa zona, nuestros compañeros se infiltraron en los regimientos y teniendo en cuenta que se trataba de campesinos y obreros, les explicaron cuál era el origen del conflicto, demostrándoles como los obreros de las zonas bananeras no eran sus enemigos, sino que, por el contrario, luchando contra las empresas imperialistas tenían como consigna: la tierra a los campesinos, tierra que les había sido confiscada por los latifundistas, por los imperialistas.

Con un trabajo de algunos días ‑ de horas, a veces ‑ consiguieron que los soldados fraternizaran con los obreros en lucha, y todos sabemos cómo con una dirección del partido mejor que la que tuvimos en Colombia, se hubiese podido llegar a la implantación de los soviets en la zona bananera, ya que se contaban todas las condiciones ‑ objetivas y subjetivas ‑ para eso.

Conclusión, entonces: es necesario, para hacer eficaz nuestra lucha contra los peligros de guerra, dedicar más atención a la organización de la juventud y al trabajo en el ejército.

Nuestra táctica frente a nuevos tipos de guerra

El compañero Ghitor nos ha hablado de la necesidad de incluir en la tesis dos tipos más de guerra, para establecer nuestra táctica frente a la misma. El primero sería el caso de una guerra imperialista ‑ realizada directamente por el imperialismo o por un país latino americano dominado por el imperialismo ‑ contra un país latinoamericano que ha realizado la revolución antiimperialista.

Me parece que ese caso, si bien no lo especificamos anteriormente, está incluido en los tipos de guerra previstos, es decir: en líneas generales nuestra consigna debe ser la misma que en el caso de guerra contra Rusia y los pueblos oprimidos, o sea: "Sabotaje por todos los medios al abastecimiento de los ejércitos imperialistas, disgregación de su frente, pasaje de los soldados del ejército imperialista al revolucionario, apoyo por todos los medios a este último", que son, por otra parte, las consignas que dimos en el caso de Sandino.

El segundo caso, es decir: de guerra civil en el interior del país provocada por dos imperialismos contendientes, no quepa duda de que nuestra táctica debe ser la de denunciar a las masas trabajadoras los propósitos manifiestos de los imperialismos; pero de ninguna manera frenar los movimientos insurreccionales espontáneos de las masas, sino que, por el contrario, lanzar consignas que los llevan a su desarrollo ulterior hasta transformarlos en una guerra contra los dos bandos imperialistas y por la independencia nacional efectiva.

Indiscutiblemente, en la tesis se pueden precisar algunas de las observaciones hechas por los compañeros del S.S.A. de la Internacional Juvenil Comunista, si ello sirve para esclarecer más nuestras consignas.

Necesidad de precisar nuestras consignas contra la guerra

Pasamos ahora a las cuestiones planteadas por el compañero Suárez, el cual ‑ con la vehemencia que le es característica ‑ ha planteado en forma "relámpago" los asuntos más diversos, que comprenden los peligros de guerra, el trabajo antiimperialista, el atentado individual, la segunda revolución en México, la crisis del partido argentino, etc.

El compañero Suárez ha dicho que no se le han dado indicaciones prácticas para la lucha contra la guerra. "¿Que debemos hacer ‑ nos preguntaba el camarada Suárez ‑ en caso de guerra contra la Unión Soviética?" Contestamos: lanzar las consignas que hemos esbozado en nuestra primera intervención; pero sobre todo, tomar las medidas necesarias para poderlas llevar a la práctica. Ni nosotros ni nadie tiene la formula "exacta" para cada país, aplicando la cual se hará imposible la guerra contra la Unión Soviética. Reduciendo la cuestión a términos fundamentales, se puede decir a los compañeros lo siguiente: la verdadera forma de acción contra la guerra, y la más eficaz es la de desarrollar el movimiento revolucionario en cada país y conquistar el poder para los obreros y los campesinos. Como contra la Unión Soviética se coaligan todas las fuerzas imperialistas, cada acción y cada revolución antiimperialista es un acto efectivo de lucha contra la guerra antisoviética.

Se nos piden planes concretos de trabajo para la lucha contra la guerra; pero, compañeros, esos planes no se pueden improvisar. Deben surgir de la situación objetiva de cada país, de la relación de fuerzas en su interior, de las posibilidades de desarrollo rápido de la revolución antiimperialista. Pero el compañero Suárez no nos ha hecho ese análisis, ni nos ha explicado cuales son las experiencias de su partido en la lucha contra la guerra, cual será en ella el rol de su país, etc.; y como he dicho, nos ha hablado de las más variadas cuestiones y sobre esa base ‑ aunque lo quisiéramos ‑ no podríamos darle indicaciones concretas para el trabajo en su país.

Por otra parte no es exacto que no se hayan dado consignas concretas. Por ejemplo: "Ni combustibles para los ejércitos imperialistas en guerra contra la Unión Soviética y los pueblos oprimidos" es una consigna concreta que presupone todo un trabajo con vistas, también, a la revolución en el país en que se aplica. Lo mismo dígase de la "fraternización", de la "transformación de la guerra imperialista en guerra contra el imperialismo". Se trata, entonces, compañero Suárez, de aplicar las consignas, que indiscutiblemente podremos precisar todo lo que sea necesario, pero que quedarán tan solo sobre el papel si no le sigue una acción efectiva para su aplicación.

El atentado individual

Pasamos ahora a otro aspecto de las cuestiones planteadas por el compañero Suárez: el de la eficacia del atentado individual. El camarada Simons ya ha contestado al respecto. Yo creo que es preciso desechar de nuestras filas la mentalidad "simplista" de que con la supresión de algunos tiranos, sin una amplia acción de masas, se resuelve el problema de las dictaduras latinoamericanas. Es un poco el criterio que han sostenido nuestros compañeros de Venezuela, que han ido abandonando paulatinamente, y que el Comintern ha combatido y combate con toda energía.

¿Cómo entendían nuestros compañeros de Venezuela la revolución en dicho país? Aliarse con algunos grupos burgueses descontentos de la dictadura ‑ a la cabeza de los cuales había varios generales ‑, obtener armas y municiones en otros países, penetrar de "sorpresa" en una región del país, organizar simultáneamente el atentado individual contra Gómez y aduanarse del poder. Cuando se les planteaba la necesidad de penetrar primero en el interior del país, ellos nos hablaban de la imposibilidad de realizar esa acción; en una palabra: de la imposibilidad de organizar la revolución desde el interior.

Las cuestiones sociales no se pueden solucionar mediante el atentado individual, o haciendo la "revolución de las cabezas". Si la cosa fuera tan simple, tendríamos muchos compañeros con el valor necesario para suprimir a todos los Gómez habidos y por haber. Pero como la supresión de Mussolini no es la supresión del fascismo italiano, la supresión de Gómez u otro cualquiera no es la supresión de los gobiernos reaccionarios agentes del imperialismo, yanqui o inglés; ya que a Gómez le sucedería otro instrumento tan perro como él. únicamente la lucha revolucionaria de las masas obreras y campesinas contra todo el régimen de explotación semifeudal y semiesclavista y contra el imperialismo y sus agentes nacionales, es la que podrá dar la solución efectiva a los problemas sociales y suprimir los gobiernos dictatoriales latinoamericanos.

Naturalmente; si es necesario que salten algunas cabezas de potentados en el periodo de la insurrección, no seremos nosotros quienes nos hemos de oponer; pero siempre que eso sirva a lo que es fundamental: al desarrollo revolucionario de los movimientos de masas.

La huelga general

Se ha planteado, también, y no recuerdo si fue por parte del compañero Suárez u otro camarada, la importancia de la huelga general en la lucha contra la guerra. Indiscutiblemente, la huelga general es de una importancia muy grande en la lucha contra la guerra; pero como uno de los métodos de lucha y no el único y absoluto. La huelga general en sí, sin estar ligada a una serie de acciones contra la guerra ‑ de las cuales puede ser el comienzo o la culminación ‑ no es "todopoderosa", no es la que pueda resolver sobre el resultado de la lucha contra la guerra. La huelga general es, indiscutiblemente, un arma importante de lucha contra la guerra, si se saben ligar las reivindicaciones inmediatas de las masas obreras y campesinas con esa lucha.

Para concluir, debemos una vez más recordar, que actualmente en el orden internacional, se debaten dos sistemas antagónicos cuya coexistencia "pacifica" no puede durar por mucho tiempo más. Nos referimos al sistema capitalista y al socialista.

Como ya hemos dicho, todas las fuerzas capitalistas se coaligan de más en más entre sí, para la lucha contra la Unión Soviética, mientras esta tiene el apoyo de las masas trabajadoras y de los pueblos oprimidos de todo el mundo. La lucha deviene, pues, de más en más, internacional. Es preciso, entonces, internacionalizar más nuestros partidos, ligar más los problemas nacionales y continentales a los internacionales.

Una de las formas de combatir el "provincialismo" de nuestros Partidos es, entonces, la de ligarlos más a los problemas internacionales y hacer comprender a las masas trabajadoras que es preciso supeditar los intereses "nacionales", para la acción más amplia que se desarrolla en el frente internacional. La acción combinada de la colonia con la metrópoli, hace que la lucha contra el imperialismo sea más eficaz.

Pero, establecido lo que antecede, queda entendido ‑ como ya lo ha explicado el compañero Suárez ‑, que de ninguna manera debemos frenar un movimiento revolucionario de un país determinado, por el miedo a que no pueda mantenerse el gobierno obrero y campesino en el poder, a causa de la intervención del imperialismo.

Suárez ha dicho con razón, que esa teoría en el fondo, no representa sino la pasividad frente a la ineluctibilidad de la dominación imperialista. ¡Eso es completamente justo! Primero, porque hay que comprender que el movimiento revolucionario en América latina, dada la situación objetiva para la revolución democrático-burgués, respondería de inmediato con otras acciones iguales a las del país insurreccionado. Segundo, porque las condiciones topográficas de nuestros países permiten una guerra de guerrillas prolongada que mantendría en jaque las fuerzas imperialistas, dando tiempo a organizar una gran solidaridad con el país en lucha contra el imperialismo. En el primer caso, nadie puede concebir, por ejemplo, una revolución de las masas trabajadoras en México, sin que tenga de inmediato una repercusión en la situación política de los otros países del Centro y del Norte de la América latina. Es sabido que en tiempo ‑ no muy prolongado, por cierto ‑, en que el gobierno pequeño-burgués de México, resistía la penetración imperialista, surgió el movimiento de Sandino en Nicaragua, se desarrolló el movimiento revolucionario en Venezuela, Cuba y otros países de Centroamérica. Con mucha más razón, las masas trabajadoras de América latina apoyarían un movimiento revolucionario de las masas obreras y campesinas de cualquier país de América latina, y se dispondrían a imitar el ejemplo.

Creo, entonces, tomando un caso concreto, para contestar al compañero Suárez, que si tenemos las fuerzas subjetivas necesarias en Colombia para hacer la revolución, a nadie que se diga comunista puede ocurrírsele que esa revolución no debe realizarse por el miedo a la intervención de los ejércitos imperialistas. Esa teoría, repetimos, es la de la pasividad y nada tiene de común con el comunismo. No olvidemos el caso de Sandino que se sostiene desde hace más de dos años con un punado de hombres, contra los ejecitos invasores de Estados Unidos, a pesar de su inferioridad en los medios técnicos de lucha.

Hemos dicho que en el porvenir, es necesario utilizar de más en más la autocrítica sana para corregir los errores de nuestros Partidos, y ya que estamos para realizar la autocrítica, debemos decir que muchos de los errores cometidos por nuestros Partidos, han sido en gran parte, el resultado de su inexperiencia y de eso tiene también su responsabilidad la Internacional Comunista, la cual se ha preocupado un poco tarde del movimiento comunista latinoamericano.

Es indiscutible que esta Conferencia representa el primer gran paso hacia la conformación política de nuestros Partidos. La Internacional Comunista, por otra parte, se preocupa en la actualidad de nuestro movimiento y nos ayuda en la elevación del nivel político de nuestros Partidos, mediante la publicación de ediciones en castellano, creación de sectores españoles, en las escuelas políticas, ha creado el Secretariado Sudamericano y la publicación de su revista, que hay que tender a hacerla de más en más una revista teórica. Pero no basta que la Internacional Comunista preste mayor atención al movimiento latinoamericano, sino que es necesario que nuestros Partidos se esfuercen por ligarse más entre sí y con la Internacional Comunista, y ejercitan la autocrítica fraternal para corregir sus errores. En este sentido, me parece bien la indicación del compañero Contreras de que en una sesión especial se haga conocer la situación del Partido de la Argentina, ya que de sus experiencias, pueden los otros Partidos, extraer enseñanzas para evitar posibles errores.

Mis palabras finales son de que todo lo que hemos discutido con respecto a los peligros de guerra, todas las consignas que hemos de adoptar para la lucha contra la misma, no tendrán resultado efectivo si no contamos en cada país, con verdaderos Partidos Comunistas.

Las primeras acciones contra la guerra realizadas en los países en que no existían Partidos Comunistas, han demostrado que allí donde no existen las fuerzas comunistas conscientes de su misión, no es posible acción seria alguna contra la guerra. Fortificar nuestros Partidos, darles una composición social verdaderamente proletaria, dotarlos de una ideología comunista, es la condición "sine qua non" para hacer efectiva la acción contra la guerra y llevar a las masas trabajadoras a la revolución.

Compañeros: vivimos en una época de una importancia histórica trascendental, en la que los acontecimientos se suceden con una rapidez extraordinaria. El imperialismo prepara la guerra sobre todos los frentes. Al luchar contra la guerra imperialista, preparémonos para la guerra civil, para la destrucción del capitalismo, para el triunfo del comunismo en todo el mundo. (Muy bien. Aplausos).

(Se pasa a cuarto intermedio.)


[1] "Es también, muchas veces, la competencia [...] dejar el menor provecho posible a la capital nacional": frase reproducida conforme a la fuente.


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