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El movimiento revolucionario latino americano 

 

Decima séptima sesión, realizada el 8 de junio

Preside Suárez. (México).

Juárez. — Camaradas: Por primera vez en un Congreso de la naturaleza del que estamos celebrando se trata la cuestión negra en América latina. El asunto es tan importante que requiere estudios bastante profundos; pero nosotros no nos encontramos en condiciones de hacerlo porque hasta estos momentos ningún partido de América latina se ha planteado la cuestión ni ningún compañero, en consecuencia, ha hecho esos estudios. Es más: muchas veces en que se ha hablado de esta cuestión, por parte de algunos compañeros que han representado a partidos, se ha negado la existencia de este problema en muchos países de América latina. Sin embargo, el problema existe y nos impulsa, cada vez más imperiosamente, a tratarlo y a buscar la línea que respecto a él debemos seguir los comunistas. Estamos obligados a considerar todos los problemas, por escabrosos y difíciles que sean, y a aplicarles nuestro criterio marxista, para hallarles la solución que requieren. Los pocos datos que respecto a este asunto he logrado adquirir de los compañeros delegados me permite afirmar que el problema de los negros existe en todos los países de América latina. Naturalmente que en algunos no se manifiesta con la agudeza que en otros: pero el hecho de existir un porcentaje de gente negra — ya arraigada en el país porque haya sido traída cuando la conquista, ya de reciente importación por las necesidades del imperialismo — nos demuestra que lo manifestado por algunos compañeros referente a esta cuestión no es la realidad de los diversos países de América latina, lo que nos hace dedicar a este asunto una parte importante de nuestra discusión.

La historia, de la que tomamos aquello que nos es de utilidad, nos dice que los negros fueron importados de África con el objeto de satisfacer las ansias de riquezas de los conquistadores, ya que los indígenas, por causas que no creemos nuestro deber analizar en estos momentos, no las satisfacían en la medida por ellos deseada. Distribuídos por toda la América latina, se adaptaron y sufrieron la misma condición de servidumbre que anteriormente habían sufrido los indígenas. Servidumbre y esclavitud que originaron un idéntico tratamiento para ambos y que a través del tiempo no ha sufrido ninguna modificación esencial y ventajosa para ellos.

De aquí que al tratar el problema de los indios, al reconocer la existencia del mismo como problema que afecta a la economía de la generalidad de los países de Latinoamérica, nos vemos obligados a tratar paralela o simultáneamente el problema de los negros; que, como tal, no ha desaparecido, ni mucho menos, en nuestros países de falsa democracia y mentida liberalidad. Encontramos al negro en todas las Antillas: Cuba, Santo Domingo, Haití, etc., países de antigua dominación española; y en Martinica, Guadalupe, Barbados, etc., de dominación francesa e inglesa. También lo encontramos en los países de Centro América: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, y aún en México. Lo mismo ocurre en toda Sud América: Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, etc.

En todos esos países, con raras excepciones, el negro forma parte del proletariado industrial y agrícola, no existiendo a su respecto el problema de la tierra, porque, al contrario de lo que ocurrió con el indio, a quien no se pudo desarraigar completamente de la tierra, al negro no se le concedió en medida que pudiera haberlo vinculado a ella hasta nuestros días. Y lo que se le concedió, cuando merced al consiguiente esfuerzo de trabajo lograba arrancar lo suficiente para “comprar su libertad al amo”, le fué arrebatado con diversos pretextos en pasadas épocas. En ésta la razón de que en la actualidad solo se le vea en el campo y en la industria, como asalariado. Abolida la esclavitud, no tanto por la magnanimidad de las naciones que hacían el tráfico negrero, como por las necesidades del desarrollo industrial en las diversas colonias y la consiguiente creación del proletariado, modalidad económica que no podía coexistir con el sistema esclavista, los negros formaron parte de los pueblos de América latina en calidad de “iguales ante la ley”, pero sufriendo la condición que ya hemos señalado.

Así lo encontramos cuando comienzan las guerras por la independencia política de estos países a las que, desde luego, aportó su consiguiente. La independencia de los países de América latina del poder de España, no produjo ninguna alteración en la condición social y económica de los negros; pues de la misma manera que eran tratados, desde ambos puntos de vista, por el gobierno colonial, lo ha seguido por los actuales. “Iguales ante la ley, etc.”, pero en la práctica una desigualdad irritante, cuando no es algo que tiende a ser igual al trato que reciben los negros en Norte América. Esto nos los explicamos por el desmedido deseo que existe en las burguesías de América latina de “ser agradables” a los señores de Wall Street. Hemos señalado al principio la carencia de elementos para tratar esta cuestión con toda la amplitud que requiere. Por eso nos vamos a referir concretamente a Cuba que es donde tenemos mayores experiencias.

Sin embargo, esperamos que planteada la cuestión en líneas generales las delegaciones aquí presentes discutirán este asunto y obtendremos lo que nos hemos propuesto al incluir en el orden del día de nuestra Primera Conferencia, la cuestión negra e indígena: encontrar los elementos necesarios para el estudio de tan importante cuestión y poderla tratar próximamente con toda la amplitud que ella requiere.

Cuba es uno de los países donde con mayor agudeza se presente este problema, a pesar que hipócritamente se pretende negarlo por parte de la burguesía cubana. Se presenta con más agudeza porque es quizás uno de los países de mayor porcentaje de gente negra en su población, en que es mayor el mestizaje y donde los negros se han visto obligados, aunque sin definidos propósitos, de actuar en la vida social como raza que se encuentra en las peores condiciones, a constituir sociedades recreativas y culturales, donde, como es obvio, se trata la cuestión de la situación del negro en Cuba; esas sociedades pueden ser un magnífico campo para la propaganda del marxismo, único ideal social que puede colocar al negro en las condiciones de igualdad en la sociedad, que él anhela. La prueba más elocuente de que en Cuba el problema de razas existe respecto al negro, es la existencia de una ley que prohíbe a los negros ser elegidos candidatos a la presidencia de la República. Con motivo de su promulgación, en el año 1912, hubo una rebelión llamada “guerra de razas”. Indudablemente, la elaboración y aprobación de esa ley, así como la mismo rebelión fueron maniobras políticas de la facción que en aquella época gobernaba el país; pero ello no excluye la existencia del problema de las razas en Cuba. Al contrario: lo evidencia, ya que ese hecho demuestra que los negros son una fuerza política en el país. Los que intervinieron, tanto en la elaboración de la ley como en rebelión, fueron los profesionales negros; la enorme masa de los proletarios industriales y agrícolas, a pesar de todo, no participó; y quizás sea esa la causa de que la rebelión haya podido ser dominada tan fácilmente. Si hubiera intervenido la mayoría, tal vez hubiéramos asistido a una reproducción de los acontecimientos memorables de Haití.

En Haití ocurría que el negro sufría una condición de semiesclavitud, a pesar de su pretendida abolición. A pesar de la declaración de “los derechos del hombre” hecha por Francia, los gobernadores de esa colonia francesa continuaban aplicando los mismos procedimientos que se estilaban antes de la revolución. Los negros, cansados de sufrirlos, se concentraron, y una noche asesinaron a todas las personas blancas que les fué posible. Muchas versiones se han dado de los verdaderos motivos de esa matanza; pero todas ellas tratan de ocultar el real, que no es otro que el que dejamos dicho. Y la consecuencia de esta actitud de los negros haitianos ha sido que se les dejara la parte de la isla que hoy ocupan; y donde asediados por el imperialismo, y aún por los gobiernos que los rodean, no pueden desarrollar el progreso que como nación necesitan.

Pero volvamos a Cuba. No tenemos necesidad de insistir en que el problema de razas existe en Cuba. Sin embargo nos vamos a referir a algunos hechos concretos que destruirán cualquier duda que aún pudiera quedar.

Es curioso ver que mientras se proclama la igualdad ante la ley, etc., y todas las monsergas con que la burguesía pretende cubrir sus atroces y criminales contradicciones, el negro sólo puede emplearse en aquellas labores más pesadas; en aquellas ocupaciones que no alcanzan una remuneración que pueda considerarse suficiente para vivir con cierto decoro. No puede ser empleado en la banca, en el comercio, etc. Y en aquellas ocupaciones en que es posible esa remuneración, y donde no se puede prescindir de él, so pena de evidenciar lo que la burguesía trata de ocultar a todo trance, se le pone límites: tal ocurre con los empleados de los tranvías urbanos e interurbanos en que los negros sólo pueden ser motoristas, estándole absolutamente vedado el empleo de cobrador. En muchos oficios son sistemáticamente rechazados. Al que habla le ha ocurrido y por eso es que los hace con conocimiento de causa. Cierta vez el Sindicato de Panaderos de La Habana tuvo que luchar para impedir que fuera rechazado del trabajo por ser negro. Pero la burguesía cubana no sólo tiene esta táctica para con el negro nativo, no sólo lo excluye de determinadas ocupaciones en que es necesario el obrero calificado, sino que los hace en todo lugar y establece rivalidades entre éste y los negros haitianos que está importando continuamente.

Es éste otro aspecto de la cuestión que deberemos considerar, porque es de bastante importancia en la apreciación del problema de las razas en Cuba. Me refiero a la inmigración de haitianos y jamaiquinos, que anualmente importan las empresas imperialistas para las labores de la zafra azucarera.

Siempre la burguesía cubana, haciendo coro a las empresas imperialistas, ha declarado que la importación de obreros de Haití y de Jamaica para las labores de la zafra, obedecía al hecho de que “el cubano no le gusta el trabajo de campo”; pero la única realidad positiva es que se importan estos obreros para hacer al nativo la más criminal de la concurrencias. Indudablemente, los latifundistas azucareros, los imperialistas que explotan en Cuba la industria azucarera son la mejor corroboración de nuestra afirmación. Y es lógico que al obrero nativo, — tanto como a aquellos inmigrantes que necesitan de mejores condiciones de trabajo y mayor remuneración — , ya sea negro o blanco, que tiene un nivel de vida superior y que por tanto tiene mayores necesidades, se le elimina y se le utiliza solamente en aquellas labores, donde por su idoneidad no se puede prescindir de él. Por eso se lleva a Cuba, como se lleva a todo los países de Centro América donde el imperialismo americano posee grandes plantaciones, esa enorme cantidad de trabajadores haitianos y jamaiquinos, que por la situación económica y social que prevalece en sus lugares de origen están en condiciones de desempeñar el papel que les asigna el imperialismo. Y mientras en la prensa burguesa se inician capciosas campañas contra esas corrientes de inmigración, el gobierno autoriza periódicamente a las compañías imperialistas a introducir determinadas de esos trabajadores. Desde luego que las condiciones en que se les traslada a Cuba y el trato que reciben una vez en el país son de lo más oprobioso. No tienen nada que envidiar a las condiciones en que eran tenidos los negros durante la esclavitud de los mismos.

Todos estos hechos demuestran que es preciso iniciar una serie de trabajos respecto a la cuestión negra en América latina. Y no está lejano el día, en que por virtud de nuestras actividades en este sentido, se vea incorporada al ejército de los luchadores por la abolición del régimen capitalista, esa enorme masa de trabajadores negros, tanto industriales como agrícolas. Sólo nos resta recomendar a los compañeros que al tratar la cuestión lo hagan con todo el lujo de detalles que les sea posible, a fin de ilustrar un tanto más la discusión.

Dos palabras más: este problema no es sólo patrimonio de la América latina sino que es también bastante agudo en Norte América; a esa enorme masa de negros que sufren una condición todavía más terrible que la que sufre el negro en los países latinoamericanos, estamos obligados a ayudarla en su lucha contra todo lo que, como la “ley de Lynch”, es atentatorio a su integridad física y moral. Vale, entonces, decir: una lucha activa y sistemática por la igualdad de todos los seres. (Aplausos).

LEONCIO. (Brasil). — Compañeros: El problema de las razas en América en latina es un asunto de fundamental importancia y esto se ve a través de la tesis que ha presentado el compañero de la delegación peruana. Estoy seguro que el Secretariado Sudamericano ha confiado a un compañero del Perú, la elaboración de esta tesis, debido al hecho que el Perú es uno de los países latinoamericanos en que el problema llamado “del indio” se presenta con mayor agudeza. Estoy también seguro que si un cubano y un brasileño han sido encargados de tratar esta cuestión en el curso de estos debates, esto se debe a la existencia de la raza negra en sus respectivos países.

Creo, entonces, que a nosotros los correlatores, nos incumbe mucho menos estudiar la cuestión de razas en toda América latina, que esclarecer y analizar la situación de las razas que existen en el territorio de la Antillas y en Brasil. Haré, sin embargo, algunas consideraciones en orden general comparando todos los países con los que efectivamente se puede hablar del problema de razas como es el caso del Brasil. Tomaré el problema del indio.

El problema del indio.

¿Existe el problema del indio en América latina? Podemos contestar afirmativamente, pero sin encararlo como un problema étnico propiamente dicho. Substitúyase la expresión “problema indígena” por la de “problema agrario” y tendremos la cuestión colocada en sus términos exactos.

En un país de producción agraria, semi-feudal, donde dos tercios o cuatro quintos de la población (caso del Perú), se componen de indios, es natural que el problema de la tierra sea el del pueblo indígena que la cultiva, ¿Qué es lo que determina la condición miserable de los descendientes de los aztecas y de los incas, sino el régimen del latifundio? Antes de él, el indio vivía de acuerdo a sus costumbres y tradiciones, en las comunidades agrarias. Con el advenimiento del régimen del latifundio, el indio pasó a la condición de simple siervo dependiente del señor feudal, cuando no como esclavo, dispersándose por todo el territorio y abandonando su civilización.

¿Latifundio o comunidad?

Más, si el mal está en el latifundio, la salvación no se encuentra en las comunidades agrarias. El grado de desarrollo económico alcanzado por américa latina, no permite más el retroceso al régimen de las comunidades primitivas. La vuelta hacia la civilización india es un ideal sin sentido en la época en que vivimos.

Lucha de clases y no de razas.

“America para los indios”, es uno de los puntos fundamentales del programa del A. P. R. A. Un programa absurdo que necesitamos combatir porque no tiene en cuenta la realidad social. Encarar el problema del indio como un problema exclusivamente étnico, es procurar desviar, en sentido reaccionario, el movimiento revolucionario de clase, de los indios explotados hacia el combate a una raza, que está representada en América latina, no solo por opresores, sino que también por oprimidos.

El papel que corresponde desempeñar a nuestros camaradas de Bolivia, Perú, México y Ecuador, es esforzarse por dar el movimiento del proletariado indígena, agrícola e industrial, un carácter neto de clase. “Lucha de clases y no lucha de razas”, tal es la consigna que debemos oponer a la de “América para los indios”. Hay que llevar a las poblaciones de indígenas esclavizados, la certidumbre de que solamente un gobierno de obreros y campesinos, de todas las razas que aquí habitan, los emancipara verdaderamente, ya que éste solamente podrá extinguir el régimen de los latifundios. Tendremos realizada de este modo la tarea grandiosa de incorporar las masas de trabajadores indígenas, al movimiento revolucionario de los trabajadores de todas las razas.

El preconcepto del color.

La cuestión de razas, en los términos que ella se presenta en los Estados Unidos, no existe entre los latinoamericanos. El cruzamiento de razas ha sido incesante desde que éstas se pusieron en contacto, y por regla general, la miseria económica y la opresión política, nivelan a los trabajadores blancos con negros.

Este hecho se explica por la absoluta escasez de mujeres europeas en los primeros tiempos de la colonización y la conquista; Portugal y España enviaban de preferencia, para sus colonias, a hombres arrancados de las cárceles y de las capas más miserables de la población. Y por el imperativo biológico, se hizo desde los primeros días de la conquista y colonización, el cruzamiento del blanco y del indio, lo que determinó el tipo “mameluco” (designación dada en el Brasil al mestizo). El deseo de perpetuar la casta hacía que señores de la aristocracia colonial legítimas de sus hijos naturales, transmitiéndoles de esta manera, sus nombres y privilegios.

El indio en el Brasil.

En el Brasil, el indio no soportó la esclavitud a la que los conquistadores quisieron someterlos, y no se adaptó a las faenas agrícolas. El indio brasileño había vivido siempre de la caza y de la pesca. Sus nociones de agricultura eran rudimentarias al extremo. Le era imposible fijarse en un lugar particular, y así el nomadismo era el rasgo fundamental de su carácter. Los jefes de las “bandeiras” comprendieron esto y pasaron a atacar de preferencia, en el siglo XVIII, las “reducciones” de los jesuitas, ;as que se componían de indios mansos, aclimatados hasta cierto punto a los trabajados de la minería y de la agricultura, bajo el influjo de métodos diferentes, como la sugestión religiosa. Pero las luchas eran encarnizadas y la travesía de los “sertones” con los indios reclutados a la fuerza, resultaba dificilísima y penosa, lo que ocasionaba casi siempre el desperdicio de la mayor parte de la carga humana arrastrada por los “bandeirantes”. Los que llegaban vivos al litoral, caían al poco tiempo bajo el peso de los arduos trabajos a que se los sometían. Los que escapaban de las garras del conquistador, se internaban en los bosques.

No hay cálculos exactos, o por los menos aproximados, sobre la población indígena del Brasil en la época del descubrimiento. Se puede afirmar, sin embargo, sin temor a equivocarse, que por lo menos dos tercios de la población ha desaparecido, ya sea por el cruzamiento con los blancos, ya sea por la mortandad que hacían entre las mismas nativas los colonizadores, en su afán insaciable de conquistar esclavos y abrir caminos para las minas del interior del país.

Según una apreciación optimista del general Cándido Rondón, — jefe del servicio de protección a los indios—, existen actualmente en el país cerca de 500.000 indígenas. Estos viven en tribus poco numerosas, enteramente apartados de la civilización del litoral y penetran cada vez más en los bosques, a medida que los latifundistas van extendiendo sus dominios hasta las tierras ocupadas por aquellos.

Hay una institución oficial en el Brasil, que protege teóricamente a los indios, pero es imposible encontrar en los medios oficiales, algún documento o estudio referente a este asunto y sobre todo, los trabajos prácticos realizados por este Instituto. Este no ha publicado hasta la fecha ningún informe sobre la cuestión.

El negro en el Brasil.

Gran parte de la población del litoral brasileño está compuesta por mulatos. El tipo de negro puro, es hoy muy raro. El cruzamiento se hace cada día más intensamente, produciendo tipos cada vez más claros ya que no vienen al país desde hace más de medio siglo, inmigrantes negros. El prejuicio contra el negro asume caracteres de reducidas proporciones. En el seno del proletariado, no existe en absoluto. En la burguesía y en ciertas capas de la pequeña burguesía, esos prejuicios se perciben. Se traduce en el hecho de que en esas esferas, se ve con simpatía la influencia del indio en las costumbres del país y con mala voluntad, la influencia del negro. Tal actitud no proviene, sin embargo, de un verdadero odio de razas, como es el caso de los Estados Unidos, sino que en el extranjero se refieren al país, llamándolo despectivamente: “país de negros”. Esto excita la vanidad patriótica del pequeño burgués que protesta, esforzándose por demostrar lo contrario. Pero es común, también, encontrar a ese pequeño burgués exaltando el valor de sus ascendientes africanos. Se debe hacer notar, igualmente, que muchos negros y mulatos ocupan puestos elevados en el seno de la burguesía nacional.

¿Se deduce de lo dicho que en el Brasil no se podrá hablar del prejuicio del color? Es claro que el Partido debe combatirlo en el momento que aparezca, pero es innecesaria una acción permanente y sistemática, por cuanto muy raramente él se manifiesta.

Conclusiones.

De lo expuesto, podemos concluir lo siguiente:

1° El principio: “América para los indios”, sustentado por el A. P. R. A., es una consigna contrarrevolucionaria, a la cual debemos oponer: “Lucha de clases y no lucha de razas”.

2° No se puede hablar, en la generalidad de los países de América latina, de una cuestión de razas semejante a la existente en los Estados Unidos, por cuanto entre los latinoamericanos no existe en puridad de verdad, sino solamente en muy pequeña escala, el preconcepto del color.

3° Las reivindicaciones de los indígenas y negros que forman parte del proletariado industrial, como se encuentran en gran escala en Bolivia y Cuba, serán las mismas que las que plantee el proletariado mestizo o blanco, exigiendo igualdad absoluta en las condiciones de trabajo para todos los hombres de diferentes razas.

4° El “problema del indio” en los países tales como México, Perú, Ecuador, etc., de gran población indígena y de producción agraria, no es un problema fundamental racial, sino más bien económico, pudiendo ser considerado como sinónimo de “cuestión agraria”.

5° En el Brasil los pocos millares de indios que conservan sus costumbres y tradiciones, viven aislados del proletariado rural, siendo imposible su contacto, en nuestros días, con la vanguardia proletaria y su incorporación al movimiento revolucionario de las masas proletarias.

6° La situación de los negros en el Brasil, no es de tal naturaleza como para exigir que nuestro Partido, organice campañas reivindicatorias para los negros, con consignas especiales.

Es cuanto quería exponer a los compañeros delegados de la Conferencia.

Peters (I.J.C.). ‑ Me parece que en los informes se confunde la cuestión de razas con la cuestión nacional. Eso no es justo, no solamente porque teóricamente la "raza" y la "nación" no coinciden (hay, por ejemplo, naciones constituidas por diferentes razas, y naciones diferentes, formadas por una sola raza), sino también, porque eso puede conducirnos a confusiones u errores en la táctica.

En América latina tenemos el problema de las razas, por ejemplo, en el caso de Panamá, donde la política de los imperialistas que explotan los antagonismos raciales, da a ese problema formas agudas; y tenemos, también, el caso en que existen diferencias de razas, ligadas al problema agrario, relacionado con todo el proceso histórico de la servidumbre de esas razas por los "blancos", dando a este problema todos los aspectos de la lucha nacional, de la cuestión nacional. El caso típico, se presenta con los indios de Perú y Bolivia. (Con esto no quiero decir que la cuestión de los negros, no pueda tomar el carácter de cuestión nacional.)

Al plantear el problema de los indios, es preciso evitar algunos errores, como por ejemplo, considerar este problema solamente como un problema cultural o racial, como los hacen los "defensores" pequeño-burgueses de la "raza indígena". Los camaradas del Perú, con mucha razón, han reaccionado contra esta concepción idealista y pequeño-burguesa, precisando la base agraria, la base de clase de este problema, pero en esta reacción de todo punto de vista exacta, me parece que han caído en el error contrario: el de negar el carácter nacional a la lucha de los indígenas. Una cosa no excluye la otra, sino que la completa. El camarada Lenin decía que "cada cuestión nacional es, en el 90 %, cuestión agraria", porque es claro que la lucha de los pueblos atrasados desde el punto de vista del desarrollo capitalista (es decir, pueblos de producción agraria preferentemente, con grandes masas campesinas) es, justamente, esta lucha contra las metrópolis capitalistas lo que constituye el eje principal de cada cuestión "nacional". En resumen, cada lucha nacional que se presente, tiene su base agraria; y solamente los pequeño-burgueses antimarxistas lo niegan, pero sería igualmente un grave error, reducir la cuestión a la cuestión de clase, a la cuestión agraria, porque esto significaría olvidar, justamente, las condiciones históricas de la lucha contra los conquistadores, etc.; peculiaridades que han determinado a los revolucionarios marxistas, a proclamar, al lado de las reivindicaciones de clase, la consigna, para nosotros fundamental, del "derecho de los puebles a disponer de ellos mismos, hasta el derecho de separación". Según mi opinión, la confusión de algunos de los camaradas peruanos, sobre el contenido nacional del problema indígena en el Perú, los conduce a estar contra esta consigna, que me parece debe ser lanzada por nuestros Partidos, allí donde existan masas compactas de indígenas ligadas con la cuestión de la tierra, que da a la lucha de los indígenas el aspecto de lucha nacional. En este sentido, los casos de Bolivia y Perú, son característicos.

¿Cuáles pueden ser las objeciones a la consigna de la autodeterminación de los pueblos, en esos casos?

Tomemos, por ejemplo, la "objeción" que ha hecho el camarada Saco ‑ en una conversación personal ‑, ha manifestado que lanzar esta palabra de orden, es desarrollar el chauvinismo entre los indígenas, facilitando que estos en sus revueltas, asesinen a todos los blancos, inclusive los obreros. Que los indios, en sus levantamientos, masacren a los blancos, es exacto, es indudable, también, que masacran a los trabajadores blancos, porque el odio que siente el indígena por el blanco conquistador, lo amplía al odio contra todos los blancos sin ninguna distinción. Para combatir esto, el Partido proletario del Perú, puede hacerlo solamente estableciendo que los trabajadores blancos defiendan las reivindicaciones de los indígenas, tales, por ejemplo, como la reconquista de la tierra y el derecho de autodeterminación. Y si se plantea la cuestión de esta manera, se verá que la consigna de los pueblos a disponer de ellos mismos, no solamente no desarrolla el "chauvinismo" de los indígenas, y "facilita" la masacre de los trabajadores blancos, sino que, en concreto, es el solo camino hacia la solidaridad entre los indígenas y los trabajadores blancos, la sola posibilidad de disminuir la lucha entre esos trabajadores y los indígenas insurreccionados. Y al contrario, crear las condiciones para la lucha en común contra los explotadores peruanos y extranjeros. "Por la unión de todos los explotados, por su solidaridad de clase, es indispensable el reconocimiento del derecho de separación de los pueblos", decía Lenin[1].

En el fondo, la objeción del camarada Saco, refleja inconscientemente, el espíritu chauvinista de los "blancos" del Perú, que no acepta la idea de Perú sin indios. Esta opinión del camarada Saco, no creo que la comparten los compañeros del Perú, pero es significativa, porque demuestra adonde conduce la negación de la consigna del derecho de autodeterminación.

En general, al plantear el problema nacional en América latina, es menester abandonar el espíritu "estatista", es decir, el fetichismo de las fronteras actuales entre los países latinoamericanos (del cual peca más que otros camaradas, el compañero Saco).

Es necesario comprender claramente que esas fronteras no son fronteras nacionales, en la mayoría de los casos; es necesario comprender que, Perú, por ejemplo, no es una nación. En general, las naciones se forman con la penetración de las relacionas capitalistas. Este proceso de formación, en países como el Perú, Bolivia, etc., no está terminado, y no podrá terminarse, porque la revolución victoriosa borrara las actuales fronteras, creando la federación de las repúblicas obreras y campesinas, sobre una nueva base; y no debe excluirse que en el proceso de la revolución ‑ como consecuencia de levantamientos simultáneos de indígenas en diversos países ‑, tengamos formada una república indígena. En todo caso, los partidos revolucionarios deben proclamar con energía, este derecho de los trabajadores indígenas. (A este efecto, la experiencia de las insurrecciones indígenas nos demuestran como ampliándose, pasan las fronteras de los Estados actuales.) Si se plantea la cuestión de esta manera, a mi juicio, el único exacto, desaparecen las objeciones contra la consigna "del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos", como por ejemplo, la objeción de que en países como Bolivia donde la población la constituyen en su mayoría, los indios, no se puede lanzar esa consigna para las minorías nacionales. Esta objeción es, en general, falsa, porque tenemos muchos casos ‑ la antigua Rusia zarista, por ejemplo ‑, donde la minoría de los grandes rusos oprimía una mayoría de otra nacionalidad. Pero seria indubitablemente falso, deducir de este hecho, que la consigna análoga lanzada por el Partido Comunista ruso, era inexacta por esto mismo. En general, la experiencia soviética, sobre el sistema de la creación de repúblicas federativas de pueblos como los "chuvachi"[2], los "kirguises", etc., cuyo nivel cultural y económico no es muy superior al de la mayoría de las poblaciones indígenas, ha demostrado claramente que la consigna del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, no solamente es exacta porque nos permitirá unir la lucha de los trabajadores indígenas con los mestizos y blancos, sino también, porque es el solo camino real del desarrollo rápido y verdaderamente libro de los pueblos. (El camarada Peters cita un artículo de Lenin en el cual combatía la objeción de Ros Luxemburgo, contra la consigna de la autodeterminación.)

Creo que es bien claro para todos, a pesar que la discusión actual nos ha dado mucho, que sabemos todavía poco sobre este problema capital para la América latina; salvo los camaradas del Perú ‑ especialmente el camarada Mariátegui ‑, nuestros Partidos en su conjunto no han profundizado este problema. Debemos, entonces, estudiar mucho todavía, camaradas. Pero justamente para que este estudio y la discusión actual se oriente bien, es indispensable que le demos una dirección exacta, es decir, basando nuestro análisis sobre la comprensión de que el problema de los indios ‑ allí donde toma una forma aguda ‑, es una cuestión nacional (y no solamente, la cuestión agraria), y que desde ahora, liguemos esta cuestión con la consigna de la autodeterminación.

Quisiera plantear algunos otros aspectos de la cuestión, que podrán servir como material para la discusión. Es necesario que nuestros Partidos estudien la táctica a seguir para el caso de los levantamientos de indígenas; es claro que nuestros partidos deben tomar parte en estos levantamientos y trabajar por dirigir y orientar esas revueltas; es claro, también, que nuestros Partidos deberán aprovechar la crisis general del país, provocada por estos levantamientos, hacer todo lo posible por desencadenar los movimientos proletarios simultáneos, por la solidaridad con los indígenas en lucha, y por la amplitud de esa misma lucha. Pero, si bien es cierto que estas líneas generales deben ser bien claras para todo revolucionario, es necesario el análisis más concreto de la táctica de nuestro Partido. Es preciso, por esto, analizar muy seriamente cada experiencia de los levantamientos indígenas que han ocurrido hasta la fecha.

La segunda cuestión que quiero plantear, se refiere a la forma de penetración de nuestra influencia entre las masas indígenas. Para esto, es menester estudiar las formas de organización de masas entre los indios (escuelas, ligas campesinas, sociedades deportivas, etc.); debemos, también, estudiar la organización de los indígenas en los lugares en que los podemos organizar más fácilmente, en las fábricas de las ciudades, y sobre todo, en las minas, a las cuales vienen a trabajar muchos indígenas. Creo que debemos estudiar la creación de grupos indígenas en los sindicatos obreros, y en las otras organizaciones de masas.

Debemos, también, estudiar la posibilidad de editar periódicos en idioma indígena (me parece que hay sistemas especiales de escritura en caracteres latinos); es necesario, igualmente, hacer publicaciones con grabados (método que ha dado buenos resultados en la propaganda de nuestro Partido francés, entre los árabes analfabetos, en Argelia, y también, en China).

Es preciso hacer grandes esfuerzos para organizar a los jóvenes indígenas, porque es la capa de ellos más fácil a ganar para nuestra ideología.

Me permitirán los compañeros, que plantee un problema todavía más importante para nuestros Partidos y que se deberá estudiar con mucha seriedad, y es el grado de la diferenciación de clases, entre los indios. No hay duda que al lado de las antiguas castas, allí donde ha penetrado el capital mercantil, deben desarrollarse elementos usureros y explotadores entre los mismos indígenas; por otra parte, la política gubernamental tiende a crear los elementos indígenas ligándolos al aparato de Estado. Este proceso es necesario analizarlo con mucha atención, porque allí donde esos elementos existen entre los indígenas, la lucha revolucionaria es imposible sin la lucha contra estos elementos.

Queda sobreentendido que nuestros Partidos deberán preocuparse mucho del trabajo entre los soldados indígenas en el ejército regular, lo mismo que en los cuerpos mercenarios. Nada más, camaradas.

Martínez (Venezuela). ‑ Compañeros: Diré solamente algunas palabras, ya que considero exacta la manifestación del compañero Peters, cuando decía que no tenemos todos los materiales necesarios, como para discutir completamente y agotar este serio problema de las razas. Recuerdo que los compañeros del Brasil, en el 6° Congreso de la Internacional Comunista, negaban categóricamente la existencia del problema de razas en el país que representaban. Ahora vemos que tal problema existe y que es serio.

Los compañeros del Perú parecen tender a una especie de "semitismo" en América cuando se refieren a los indígenas. Ya el compañero Peters ha señalado los errores en que han sido esos compañeros. Creo que se debe plantear como reivindicación, la autodeterminación de los indígenas y que es necesario defender la cultura indígena...

Peters (I.J.C.) No es así, compañero. Nuestra consigna debe ser: derecho de desenvolvimiento libre de cada cultura.

Martínez (Venezuela). ‑ ¡Ah; bien!... Este problema tan interesante lo ha tomado con interés el compañero Peters, por cuyo motivo creo que él debe formar parte de la Comisión que preparará la resolución sobre el tema de razas.

En Cuba, Puerto Rico, etc. el problema racial es de mucha importancia y se presenta con caracteres tales, que es una cuestión inmediata, por lo que es necesario estudiarlo a fondo, para extraer conclusiones que nos puedan servir par a la agitación y organización de los trabajadores de color. Creo que debemos estudiar bien la consigna de autodeterminación, porque no sé hasta dónde es una palabra de orden de contenido revolucionario. ¿No crearemos con ella, la posibilidad de constituir una capa social en el seno del proletariado, que luego pueda convertirse en factor negativo o en un peso muerto que retrase la liberación del proletariado en su conjunto?

El mismo problema que se plantea en el Perú, la Internacional Comunista lo ha destacado para el caso de Sudáfrica, como se verá por el siguiente párrafo de la tesis respectiva aprobada por el 6° Congreso[3]:

"En la Unión Sud Africana, la mayoría de la población está compuesta por los negros. Las tierras les son expropiadas por los colonistas blancos y por el Estado; carecen de derechos políticos; no pueden trasladarse libremente de un punto a otro del territorio; son víctimas de las formas más brutales de opresión racial y de clase; sufren, al mismo tiempo, las consecuencias de las formas de explotación y opresión precapitalistas y capitalistas. El Partido Comunista que ha obtenido ya ciertos éxitos entre el proletario negro, tiene la obligación de continuar aún más enérgicamente la lucha por completa igualdad de derechos para los negros, por la anulación de todas las leyes y medidas dirigidas contra aquellos y la confiscación de latifundio. Al mismo tiempo que trabaja para atraer a su organización a los trabajadores negros, que los organiza en sindicatos de clase y conduciendo la lucha por la admisión de los negros en los sindicatos de los trabajadores blancos, el Partido tiene también la obligación de luchar, por todos los medios, contra toda suerte de prejuicios raciales en las filas de los trabajadores blancos y arrancar de cuajo dichos prejuicios de sus propias filas. El Partido debe, decidida y consecuentemente, lanzar la consigna y luchar de hecho por su realización, de la instauración de la república indígena con la garantía de igualdad de derechos para la minoría blanca. A medida que la evolución de las relaciones capitalistas determina la disolución del sistema económico indígena, el Partido debe reformar su labor de educación de clase de las capas explotadas de la población negra y contribuir a arrancarlas de la influencia de los explotadores de su clase, los cuales se van convirtiendo cada vez más, en agentes del imperialismo."

He aquí la solución que da la tesis del 6° Congreso de la Internacional Comunista al problema que nos ocupa, y que me parece se ajusta también a la situación de los países de América latina. Este problema lo volveremos a discutir en forma más amplia en el seno de la Comisión; por ahora, es todo lo que quería decir.

Braceras (Cuba).

— Mi intervención en este debate se justifica por la necesidad que noto de traer algunos detalles sobre el problema indígena o especialmente, sobre la situación de la raza negra en nuestros países, a objeto de que los compañeros de la Comisión respectiva recojan esos datos para elaborar nuestra táctica. En nuestro país se manifiestan con caracteres alarmantes los prejuicios de los blancos contra los negros y viceversa. Ya se ha dicho que los negros no tienen el derecho de penetrar en las organizaciones culturales o deportivas y otros detalles que el compañero Juárez ya ha mencionado. Para mí, la única forma como debemos resolver este asunto, es la organización en los sindicatos, de los trabajadores negros y blancos indistintamente, porque abrigo la esperanza de que así, solamente así, desterraremos estos prejuicios entre el proletariado.

Se estableció una ley en Cuba por la cual el 75 % de los obreros de la industria tabacalera debía ser blanco, y el resto (25 %) negros. Esta ley, llamada “el 75 %” fue el origen de una seria agitación de nuestro Partido que contribuyó en esta forma a penetrar entre los obreros negros y que estos, prestaran apoyo a nuestra organización.

Los sistemas que se utilizan para el transporte de los negros de unas regiones a otras del mismo territorio o de distintos países, son los mismos que se empleaban cuando legalmente se permitía, la esclavitud. En este aspecto, estamos en la época de la conquista española.

Yo también quiero afirmar que en el Brasil, aun contra las informaciones de los compañeros de ese país al VI Congreso de la Internacional Comunista, existe el problema. En las organizaciones deportivas y culturales, no se permite la entrada a hombre de origen negro; en los mismos sindicatos de clase existen ciertos prejuicios con respecto a ese problema, prejuicios que todos debemos combatir encarnizadamente; pero las organizaciones obreras ya han previsto este prejuicio y establecen que puede entrar en las filas del Sindicato todo obrero, del color, credo religioso o político que sea.

En la clase media, ese prejuicio se nota más acentuado y el peligro de nuestro movimiento es que la clase trabajadora se contagie de esa lacra. No es la situación que, por ejemplo, notamos en Estados Unidos, pero el problema existe con todos sus caracteres.

También existen en el Brasil cantidades de indios en las cuencas del Amazonas, pero este problema no ha sido estudiado todavía. En el Brasil, los negros no se consideran como una nacionalidad distinta de los blancos, sino, por el contrario, se llaman a sí mismos, brasileños.

Era todo lo que quería decir referente a este problema importante. Repito que mi intervención en estos debates no tiene otro sentido que el de traer más detalles con respecto a este asunto, pues noto que muchos compañeros no lo conocen todavía.

Mendizábal. (Bolivia). — Las proporciones de la población indígenas en Perú, Bolivia y Ecuador son equivalentes en la manifestaciones del compañero informante, camarada Saco. En Bolivia existen dos razas de indios; aymarás y quíchuas. Los caracteres de estas dos razas son completamente diferentes: mientras la quichua soporta estoicamente la situación que le impone el capitalismo y el imperialismo, la aymará es completamente rebelde y jamás ha llegado a conformarse con su situación, siendo muchos los casos de revueltas por esa aspiración del aymará de libertarse de las represiones de los capitalistas e imperialistas. Debo agregar que al aymará no se le conoce su procedencia, y son muchas las conjeturas de los hombres estudiosos que han tratado de ahondar ese problema. Yo creo que sin ir a esos extremos y sólo teniéndolo como factor para nuestro movimiento, la conquista de los indios a nuestras ideas, y en especial, de los aymarás puesto que son muy combativos y valientes, es de suma importancia.

Voy a referir brevemente las condiciones que soportan los indios en nuestro país. Con respecto al blanco, el indio se encuentra en una absoluta inferioridad está humillado, y así por ejemplo, tiene la obligación de saludar prosternado a todo blanco. No pueden penetrar en los locales donde habitan blancos; no tienen el derecho de utilizar los mismos utensilios que ellos etc. pero como fenómeno que solamente es explicable por la cadena inacabable de represiones que ha sufrido y sigue sufriendo, se considera y tiene la concepción arraigada de que no puede formar parte de la sociedad de los blancos. Yo creo que será preciso aprovechar de esa aversión contra los explotadores blancos para conquistarlo mejor a nuestras ideas.

El indio que ha llegado a la ciudad para emplearse en los talleres o en casa de lo artesanal, ha variado en su indumentaria primitiva y costumbres, y no puede volver más a su medio ambiente; es decir, los mismos componentes de su raza lo repugnan violentamente. En general, se nota en Bolivia una repugnancia muy marcada, muy notable, de razas; pero cuando el indio ve que hay una organización o un grupo de hombres y hasta de un solo hombre, que trata de defenderlo, presta decididamente su apoyo y es capaz de todos los sacrificios por conseguir su objetivo.

Por eso, hay que hacer un trabajo efectivo entre esa masa de indígenas en la seguridad de conquistarlos. Las condiciones de trabajo se pueden inferir por las demás situaciones que hemos anunciado.

Resumiendo, podríamos decir, que soporta peores condiciones que el resto del proletariado. Es preciso, que se establezca una táctica tendiente a verificar la alianza entre los obreros blancos o mestizos y los indios, y mandar todo este frente contra el capitalismo y el imperialismo. Nada más.

Suárez (México). ‑ Creo conveniente aportar a estos debates las experiencias de los movimientos de índole indígena en nuestro país, con respecto especialmente a los comunidades indígenas.

Durante algún tiempo, se creyó que se podría diferenciar entre el problema del proletariado y el del indio; pero en los momentos actuales, este error ha sido enmendado, considerando todo el problema como un aspecto de la explotación capitalista. Pero me parece notar que algunos compañeros caen en el campo contrario de aquella concepción. Hay indígenas, que con todos los resabios de su civilización particular y que han salido de las tribus, se manifiestan de acuerdo con el proletariado, se une a este para combatir en un solo bloque el imperialismo o al capitalismo.

En la revolución mexicana, las comunidades agrarias jugaron un papel preponderante, por no decir descollante, en la lucha contra Porfirio Díaz. De las comunidades agrícolas mexicanas salieron esos ejércitos que combatieron denodadamente contra la tiranía de los latifundistas. La pequeña burguesía los sedujo prometiéndoles la entrega de las tierras, o mejor, la restitución de las tierras confiscadas o robadas por los latifundistas y la iglesia; pero triunfante la revolución, inmediatamente los indios comprendieron el engaño y hasta la fecha han intentado con medios violentos, conseguir esta aspiración; teniendo este antecedente, es necesario que nuestro Partido comprenda perfectamente el problema y por medio de reivindicaciones inmediatas, conquistemos a esta masa que nos servirá para la insurrección, de donde saldrá la liberación completa del indio.

Pero no se crea que todas las tribus indígenas han participado en la revolución mexicana, puesto que llegan a un total de 12 a 15 las existentes en el territorio. Este hecho demuestra que debemos tratar de organizar, de disciplinar, de conquistar a las tribus que no han jugado ningún papel en las revoluciones mexicanas, pero que tienen la aspiración, alimentan ese ideal de conquistar sus tierras, de poseer sus parcelas. Estos indios, en total, cuando han olvidado sus tradiciones y penetran en la masa campesina, se encuentran en un pie de absoluta igualdad con respecto al nativo, blanco o mestizo.

Sobre el asunto que plantea el compañero Peters creo que es exacta la consigna de autodeterminación sin que esto implique en todos los casos la formación de gobierno aparte.

Nosotros tenemos la obligación de ir hasta las tribus indígenas y ayudarlas en todas formas en sus luchas violentas contra los latifundistas o contra el gobierno, porque será la única manera de conquistar su confianza.

Cierto que es difícil penetrar en las tribus indígenas, pero a este respecto no hay necesidad de repetir aquí los sistemas que anunciaba cuando debíamos plantearnos la forma de llegar hasta los campesinos indígenas. Es también importante saber que los indígenas han sido llevados hasta la montaña, por las innumerables represiones a que periódicamente han sufrido. Otro procedimiento que me parece debe darnos buenos frutos es el de conseguir indios proletarios e instruirlos de manera que se conviertan en agitadores entre las tribus a que será enviado por el Partido.

Resumiendo todo lo que he manifestado, creo oportuno plantear las siguientes reivindicaciones.

1° Restitución de las tierras que les fueron robadas;

2° Lucha contra los impuestos que gravan sus mercaderías;

3° Libertad de tránsito y de comercio en los territorios de los feudos y pueblos en general;

4° Lucha contra la "leva"; es decir: el sistema gubernamental de forzarlos a formar parte del ejército;

5° Lucha contra las leyes que estipulan el trabajo obligatorio en condiciones inferiores como por ejemplo, la ley "vial" del Perú;

6° Lucha por la autonomía en sus tierras.

MUÑOZ. (Argentina). Voy a decir pocas palabras sobre el problema y solamente para referirse a la orientación de los movimientos insurreccionales indígenas, que según las opiniones vertidas por algunos compañeros, especialmente por el compañero Suárez, corren el peligro de ser solamente movimientos militares. Creo que darle solamente ese carácter a los movimientos de las masas indígenas, constituye un serio peligro, diría una desviación “putchista” de nuestra táctica.

Nuestra posición ante este problema, debe ser la de pedir para los indios, el derecho de darse un gobierno propio. Debemos tener una orientación política respecto al problema del indio, el cual es, evidentemente, un problema campesino. Debemos, entonces, penetrar entre los indos, mediante un programa claro y definido, encarándose desde el punto de vista social, y no verlo, solamente, a través de las escaramuzas y de las guerrillas. Nada más.

SIMONS. (Estados Unidos). Voy a proporcionar algunos datos sobre la situación de los negros en los Estado Unidos. Existen en el país 12 millones de negros, la mayor parte de los cuales se encuentran en las regiones del Sur ocupados en la agricultura y en los trabajos más pesados, más sucios y menos pagados de la industria. Prácticamente no tienen derecho al voto y la injusticia es una institución para ellos, llegándose a aplicar frecuentemente, la llamada “Ley de Lynch” a los negros a quienes se acusa de haber cometido un delito más o menos grande. Este odio se acentúa tanto que en los tranvías y en los trenes hay divisiones especiales para blancos y negros.

Existen capitalistas negros que piden a sus connacionales de color que sólo compren en los establecimientos pertenecientes a negros. Nuestros compañeros han hecho propaganda entre las organizaciones negras para llevar a los congresos negros que se realizan anualmente, programas y formas de lucha de clases. Se han bregado por el derecho de autodeterminación para los negros. El Partido no ha tenido éxito en ese trabajo y ello se debe a que recién lo hemos descubierto ahora, de la misma manera como ahora muchos partidos latinoamericanos descubren el problema indígena. En todos nuestros organismos partidarios y en los que están bajo nuestra influencia, creamos departamentos especiales para atender el trabajo entre los negros. Esos departamentos existen en la Liga Sindical.

Yo espero, camaradas, que en el porvenir, el Partido hará esfuerzos para superar las fallas del pasado y para ponerse en contacto con los negros de Haití, esforzándose también, para que los compañeros de ese país se relacionen con nuestras agrupaciones de negros.

ZAMORA. (Perú). — Las manifestaciones hechas por el compañero Peters, especialmente, son las que nos traen a esta tribuna. El camarada Peters en su discurso afirma que debe lanzarse en América latina la consigna del derecho de autodeterminación para los pueblos, como ya se ha hecho en Europa; y nos dice que más se acerca el indio del Perú con el indio de Bolivia, que el blanco de Perú con el indio del Perú.

Hay que considerar, camaradas, que la independencia fué la expresión política de una casta criolla y que la indígena fue a esa guerra de la independencia con el deseo de reivindicar las tierras, no lograr su independencia política.

MENDIZÁBAL. (Bolivia). — Cuando el indio iba a la guerra también anhelaba la independencia política, compañero!

ZAMORA. (Perú). — Por otra parte se ha visto en el Perú el continuo despojo de las tierras a los indios y se formaron castas de caciques indígenas que son poseedores de enormes extensiones de territorios.

Cuando los indios comunarios realizan sus congresos, van contra gamonalismo, que significa en el Perú el caciquismo. El hecho mismo de que Leguía disuelva esos Congresos significa el predominio del caciquismo en la política del país.

Se pretende que los indígenas de todos los países latinoamericanos se unan para determinar su nacionalidad, etc. Yo creo que lanzar esta consigna es dar oportunidad a nuestros enemigos que tergiversen el sentido de nuestra lucha de clase. Eso da lugar al nacimiento del sentimentalismo tipo “La Sierra”.

Cuando estuve en Moscú, se oponían reparos de parte del compañero Dujovne a mi interés de que se tratara el problema indígena, que por sus características, es apto para la penetración de nuestra propaganda.

El compañero Peters, para reforzar su argumentación, traía citas de Lenín (contra Rosa Luxemburgo) que consideraba que la libre determinación de los pueblos era una concepción absoluta marxista. Podría citarse muchos casos de Rusia; pero el compañero Peters comprendió que no podía hacerse tan fácilmente el traslado y agregó “hay que estudiar el problema antes de lanzar consignas de lucha”.

Creo que es necesario hacer resaltar en este Congreso que existen instituciones propias para nuestra labor, tales como las comunidades indígenas, de donde sale el indígena para las minas, para los feudos y para el ejército. Yendo hacia la comunidad, hemos ganado mucho en nuestro trabajo. Por lo pronto, me declaro de acuerdo con la tesis de mi compañero de delegación.

CHAVES (Panamá). Compañeros: Me ha tocado a mí presentaros en estos instantes, el saludo fraternal de los compañeros de Panamá.

No dudo que de la centralización capitalista de que es objeto el mundo, surjan los millonarios, los multimillonarios, en fin, todos los reyes de la posesión imaginable. Asimismo, creo que será de vuestro dominio, que a medida que ellos amasan formidables cantidades de dinero, es más desesperante la vida de aquellos que por la necesidad, se ven impulsados a trabajar mucho, para que luego sus explotadores les asignen un salario miserable, manteniendo al obrero en un nivel de vida social que poco se diferencia con el de los antiguos esclavos; todo esto en beneficio de la clase del poder y del tener.

En estas condiciones se ve al obrero panameño como ajusticiado por los gobiernos: el que llamamos allí el propio, o sea, el compuesto por las familias burguesas, y el extraño, o sea, el norteamericano. Este último gobierno ha llevado al país maquinarias modernas para la ejecución de sus trabajos en el canal, el cual comenzaron a construir un año después del tratado de 1903. A este canal le han dado el nombre de Canal de Panamá, aunque de tal no tiene más que el nombre, porque está ubicado en territorio de Panamá.

El gobierno de este país ha importado de las diferentes islas de las Antillas, 75.000 antillanos con el propósito de utilizarlos en la ejecución de los trabajos de apertura; estos, con el previo compromiso de repatriarlos una vez terminados los trabajos, cosa que no ha ocurrido y lejos de ellos está la idea de la repatriación, pues hoy los usan como medio de sustituir al panameño y a todo ciudadano latinoamericano; digo esto, porqué he podido observar la preferencia para los antillanos y la indiferencia para los panameños y latinoamericanos.

Conste, camaradas, que los hijos de esa región privilegiada de Panamá, por su posición geográfica, no han tenido quien les haga valer sus derechos, pues en el mismo tratado del Canal existe una cláusula que establece que después de los norteamericanos, los únicos que tienen derecho a ser involucrados en el Rol Oro son los panameños, cosa que no ha ocurrido, pues desde el principio de las obras del canal, tenían estos que pasar por extranjeros para poder devengar salarios del Rol Oro.

Pueden mis camaradas pensar en el gobierno de Panamá como medio de defensa de los obreros de esa región; pero no hay tal cosa y esa complicidad se debe al hecho de que el gobierno americano paga al de Panamá 250.000 balboas o sea dólares anuales, esto, según ellos, por derecho de explotación, lo que dicho sea de paso, es algo así como un soborno.

Cabe pensar en una posible inteligencia entre los gobiernos, ya que es así nomás; pues las fuerzas que a este le faltan se las pide a su vecino. Tal cosa ocurrió en 1925, cuando el movimiento de los inquilinos, en que, como el gobierno local no podía, contener al pueblo que pedía rebajas en los alquileres de las casas, se valió de sus vecinos y les pidió que mandara el ejército a lo que accedió este. La clase de “argumentos de convicción” de que se salieron los soldados, está demás que las exprese. El resultado fue varios muertos y heridos. A estos últimos los vemos todos los días en la ciudad, hoy menesterosos.

Haciendo historia del movimiento de inquilinos de Panamá, diré que lo ocurrido fue tal y será siempre un ultraje para los derechos del pueblo panameño, el cual desea cambiar de una vez por todas su precaria situación, pues no espera que alguien lo defienda, y esto se deba a que los convencidos, los verdaderos luchadores de la clase obrera, se hallan coartados en su afán de libertad, por los sicarios de estos dos gobiernos; el de América, que es el guardián atento de sus intereses y se levanta amenazador con sus fortificaciones, que son una amenaza permanente de guerra en el continente, y el nacional que nada se opone al primero. Así vimos como en año 1925, camaradas que eran realmente los verdaderos defensores del pueblo y de sus derechos, fueron deportados por ese motivo; el argumento de que se valieron de que eran extranjeros. Los nombres de estos son: Luis F. Bustamante, Nicolás Herrero, Esteban Pavletich, Dagoberto Ojeda, Pío Fammayo, Carlos M. Céspedes, Roberto Risco, Cárdenas Toledo y otros.

Ya antes se había deportado violentamente a J. M. Blázquez de Pedro y días más tarde a su hermano Martín y a la señora polaca Sara Cratz y su niñita.

Dos años más tarde fueron deportados dos camaradas más el camarada Toraño Martín y el camarada Isidoro Azzario (italiano). De este último hasta hoy no sabemos su paradero; debió desembarcar en Génova: hasta ahora todas nuestras indagaciones han sido estériles.

Camaradas: un hecho que llena de ira a propios y extraños es el estado de explotación en que está sumido el pueblo obrero de Panamá. El obrero gana, por 9 horas de trabajo en al construcciones 1.25 balboas; hay salarios que no cubren las necesidades orgánicas, así que no es extraño ver a obreros que trabajan uno o más años en una casa comercial, que al enfermarse, no pueden ni recurrir al hospital, porqué les es imposible con salarios como estos crearse una póliza individual; después de esto existen en Panamá y Colón, ciudad de la Costa Atlántica, numerosas cantinas, las cuales absorben las pocas economías, que no es ninguna porque no puede hacerse economía de estas piltrafas. Además de esto, la existencia de burdeles que son muy frecuentados, cosa explicable como quiera que la burguesía paga al obrero lo indispensable para que pueda existir y por lo tanto se ve imposibilitado de contraer compromiso con ninguna mujer. Por estas razones se ve precisado a concurrir a estos sitios, algunas veces por necesidad orgánica y otras, por ignorar las desastrosas consecuencias.

Todas estas condiciones que se imponen al obrero, motivan la impresión social que hay en el pueblo de esa región.

El gobierno americano no es el proveedor del consumo de agua de las ciudades de Panamá y de Colón; este derecho en virtud de una cláusula del tratado de Panamá.

Pero en el tratado de Panamá no se hace mención de si el ejército americano tiene derecho o no de hacer excursiones al interior del país; tampoco trata de la expropiación de que ha sido objeto la ciudad del Colón de su cementerio por las autoridades americanas.

Respecto al comercio, debo manifestar que tiene una vida muy raquítica, pues el Canal de Panamá, o sea la administración de éste creó desde so comienzo los “comisariados”, que son los surtidores, mejor dicho los abastecedores de los diferentes artículos que el hombre ha menester, inclusive artículos de primera necesidad que son comprados en su totalidad por los mismos empleados del Canal, mediante cupones denominados “libros” del Comisariato. Estos son de 5 y 10 dólares, para los que ganen sueldos del Rol Plata y 15 y más, para los que ganan Rol Oro, que son los americanos.

El comercio en las ciudades de Panamá, Colón y otras ciudades intermedias del país es en su mayoría, propiedad de chinos, los que se bastan entre si para el manejo de él, teniendo en cuenta que no son pocas, pues en Panamá solamente existen barrios; a centenares de ellos en Colón, ídem en las demás ciudades del interior; también existe preponderancia de estos con respecto al comercio. Debo decir, que según nos han manifestado algunos que en diferentes ocasiones hemos interrogado, hay entre ellos algunos que trabajan como empleados, pero con la perspectiva de ser dueños de tienda.

Estos no trabajan a nadie que no sean sus paisanos. El número de chinos en Panamá es de más o menos de 15 a 20 mil.

Para terminar, camaradas, les diré que nosotros mismos no podríamos anticipar juicio alguno de lo que nos puede ocurrir a nuestro arribo a Panamá, pues son los enemigos de nuestros pueblos los que han de recibirnos en su muelle, que para beneficio del mundo, debieran ser internacionales. (Aplausos)

VILLALBA. (Guatemala). — Los oradores precedentes han tocado ya los puntos que más se relacionan con el problema de las razas. Yo tan solo aportaré algunos datos.

En Guatemala existe un gran porcentaje de indígenas que constituyen el 75 % de la población y de los cuales el 70 % es analfabeta. Conservan su régimen primitivo, su idioma, sus costumbres. En esta raza está arraigada la cuestión clerical y eso lo deberemos tener en cuenta, pues los indígenas aportan a veces, fuertes sumas de dinero a las organizaciones clericales.

La acción de nuestro Partido, no ha logrado todavía introducirse en aquellas regiones. En Guatemala, camaradas, tenemos también otros dos problemas raciales no menos importantes: el de los negros y el de los chinos.

Este último, principalmente, no ha sido tenido en cuenta por los compañeros del Perú que dieron informe, a pesar de que, como lo ha podido comprobar cuando pasé por dicho país, el problema es mayor que en Guatemala.

Existen en Guatemala 40.000 negros, la mayoría de los cuales trabajan en las grandes plantaciones bananeras, mientras los nativos tienen las peores perspectivas. Si a veces los negros se prestan a movimientos huelguísticos, lo hacen tan solo por un costado económico. Consideramos necesario no expulsar a los negros del territorio, sino ir a educarlos a sus países de origen.

Lo mismo ocurre con lo referente a los chinos. Consideramos que los culpables de esta situación son las grandes compañía imperialistas que les pagan salarios miserables, tal vez más bajos que la de los propios nativos. Dejamos constancia de que creemos que solo la educación clasista, podrá contrarrestar la concurrencia en el trabajo que traen los compañeros extranjeros.

MARQUEZ. (El Salvador). — El problema de las razas solo podrá solucionarse de una manera perfecta cuando la dictadura del proletariado esté en pie. Solamente por medio de la revolución podremos llegar a esta cuestión.

En Rusia, vemos que después de la revolución se va hacia las tribus no civilizadas, no agitando la consigna de la autodeterminación, sino tratando de asimilarlas.

La revolución debe ir de la ciudad al campo. Es necesario aclarar por qué se piensa que es necesario hacer antes un estudio concreto de la cuestión india. Lo importante es hacer la revolución en la ciudad y luego por la misma fuerza revolucionaria tiene que venir el indio. La minoría revolucionaria es la que siempre triunfa. Las capas indígenas tendrán que ser fatalmente arrastradas por el movimiento.

JUÁREZ. (Cuba). — Hemos considerado la cuestión de las razas. Y no hemos tenido en cuenta más que a la raza indígena, sin acordarnos de las razas emigradas que pudiéramos catalogar entre los elementos inmigrantes: los negros y los chinos. El compañero delegado de Guatemala ha señalado perfectamente la cuestión y tengo la necesidad de remarcarla porque la considero un problema de enorme importancia. Más aún: considero que es una imperfección de nuestro orden del día la no inclusión de un punto especial destinado a considerar el problema de la inmigración, en países como los de América Latina, lo que nos priva de la oportunidad de discutir profunda y detalladamente esta cuestión que es, repito, de gran importancia para nuestro movimiento.

Tenemos que catalogar a estos elementos en el rubro de la inmigración; pero debemos tener en cuenta que pesan como factores en la economía nacional. Es el hecho que comprobamos en Perú, en Cuba y aún en Méjico. En lo que se refiere a Cuba, declaramos que este elemento fue uno de los que vinieron a concurrir y reemplazar de la explotación de ese país al elemento indígena. También el elemento chino tomó parte activa en la guerra de la independencia y actualmente la colonia china es tan poderosa en Cuba que en determinadas ocasiones rije el ritmo político del país. La colonia china financió en cierta manera, el advenimiento al poder del presidente Zalles, que fue llamado por esta razón “el Presidente chino”. La colonia china, pues, pesa efectivamente en la economía cubana de los actuales momentos.

Repito que posiblemente la falta de un estudio serio de este problema inmigratorio se deba a una deficiencia de nuestro orden del día. La colonia china invade el comercio; son muy ingeniosos industriales, poseen bodegas, almacenes de comestible, etc. En Méjico, este elemento tiene la mayor parte de los chinos representan un sector importante de la población.

Tengo entendido que durante una de las tantas revoluciones mejicanas, Pancho Villa se dedicó a la caza de chinos. Esto demuestra que también allí los chinos representan un sector importante de la población.

Esto es cuanto quería decir.

SUÁREZ (México). — Muy poco puedo decir respecto de la inmigración china en Méjico, donde tiene dos aspectos: el comerciante y el asalariado.

En general hay que decir que todo el país está contra la inmigración china. Pero ocurre como siempre: se fundaron sociedades antichinas, que estaban contra los chinos obreros y con los burgueses.

En un principio hubo grandes matanzas de chinos, las que las realizaron bajo la dirección de los norteamericanos.

Frente a eso, nuestro Partido trató de explicar a los trabajadores que no era posible impedir la entrada de chinos al país; que había que pedir para ellos, salarios iguales a las de los nativos, pero sin obtener gran éxito. Es bueno, pues, que este problema sea estudiado por la Conferencia y se nos dé directivas claras.

ROMO. (Argentina). — Compañeros: dos palabras solamente sobre este asunto, para aclarar algunas cuestiones que considero de importancia. No he oído hablar a los compañeros que han intervenido en este asunto, sobre las diversas formas de prestación personal que se imponen a los indígenas en los feudos. Solo se ha mencionado la conscripción o prestación vial. A fin de que se tengan en cuenta al elaborarse la resolución y sobre todo, las reivindicaciones y palabras de orden para nuestra agitación y propaganda, quiero recordar que existen muchas formas de prestación personal, impuestas a los indios, tales como las de “vaquera”, que deben realizar las mujeres indígenas en beneficio del terrateniente; la de los “muleros”, impuesta a los hombres; el “pongueo”, el postillonaje impuesto a las comunidades por medio de algunos de sus componentes, las multas aplicadas por los terratenientes, etc., formas de prestación personal bien conocidas por los camaradas de Perú, Bolivia, etc., a las que, repito, no he oïdo hacer mención en el curso del debate y creo deben tenerse en cuenta en la resolución. Nada más.

Luis (C.E. de la I.C.). ‑ Camaradas: es la primera vez que abordamos el problema de las razas en una Conferencia de la Internacional Comunista.

Cuando se hallaban en Moscú nuestros delegados de los partidos comunistas latinoamericanos, al discutirse los problemas de sus respectivos países, les hemos planteado siempre el problema de las razas. Intuíamos en América latina un complicado problema de razas, y de ahí nuestro interés en documentarnos sobre sus características. Pero casi todos los compañeros respondían a nuestras demandas con el argumento siempre repetido, que en América latina no habían conflicto de razas; negaban la existencia de tal problema, limitándose a plantear la cuestión de las razas como una simple cuestión social, y afirmando que en las repúblicas de América latina, no existen los prejuicios raciales, que se manifiestan en los Estados Unidos o en el Sur de áfrica. Los debates del Congreso Sindical de Montevideo, y sobre todo, los de esta Conferencia, han demostrado claramente, no solo que existe en América latina el problema de las razas, sino que es de una extrema complejidad: íntimamente ligado al problema social de la tierra, al pasado histórico de la América latina, realizado a base de conquista violenta, de esclavitud y de servidumbre, al problema de los idiomas y de las diversas nacionalidades indígenas de las diferentes regiones, a la coexistencia de tres razas y de un número considerable de mestizos y de criollos, a la pérfida política del imperialismo que crea y fomenta las rivalidades entre las razas, para poderlas explotar mejor.

Existe, entonces, el problema social, el nacional y el racial propiamente dicho: la lucha de razas entre sí, el levantamiento de los indios, contra los blancos. Naturalmente, que el blanco es con frecuencia el explotador, pero ello no obsta para que se marche contra los blancos por diferencias raciales.

Opino que después de este debate, para todos nuestros Partidos se plantea claramente la cuestión; y si el 6° Congreso de la Internacional Comunista no produjo una tesis sobre la cuestión de las razas, es porque, repito, los compañeros de Latinoamérica afirmaban la no existencia de ese problema.

Creo que después de esta Conferencia, los compañeros de nuestros Partidos deberán realizar el estudio detenido del mismo, para poderlo plantear más clara y concretamente en una próxima conferencia. Por eso creo que los proyectos de la resolución cuyas líneas generales se han escuchado, deben servir como una base de estudio y discusión, aunque incompleta; y por esto, en el estado actual de nuestro estudio, me parece más prudente que la Conferencia no tome todavía una resolución definitiva, invitando a todos los Partidos y a todos los camaradas de la América latina y de la Internacional Comunista, a profundizar el problema antes de adoptar tesis definitivas.

Los proyectos no tocan, en particular, el problema exclusivamente agudo y difícil de la introducción, por parte del imperialismo yanqui, de millares de trabajadores negros de Haití, Santo Domingo y de Jamaica, en las plantaciones bananeras de Panamá y Guatemala; en las plantaciones azucareras de Cuba, etc., donde los trabajadores de color, reemplazan a los indígenas en la producción. Se desencadena una lucha, frecuentemente violenta, de los indígenas contra los obreros negros, lucha que solo aprovecha a los accionistas yanquis que los explotan tanto más fácilmente, estando divididos. La solución adoptada por la legislación mexicana, prohibiendo la entrada al país de los negros y de los chinos, y fijando un porcentaje mínimo que no puede exceptuarse, no puede ser la solución del proletario revolucionario que debe, por el contario, unir a todos los explotados de las diversas razas, para la lucha contra el imperialismo, que crea y aviva los rivalidades. Además, los proyectos de tesis no diferencian el problema racial del nacional. Ello puede ser exacto para los negros, que han perdido su idioma, sus costumbres y sus nacionalidades primitivas, porque han adquirido una nueva nacionalidad que provoca en el seno de la raza negra, rivalidades y luchas artificialmente creadas por el imperialismo. Pero los indios vienen de tribus muy diferentes, cuya lengua, costumbres y tradiciones son diversas: constituyen una raza pero con muchas nacionalidades, muchas tribus frecuentemente en lucha. El problema social, se compone, entonces, de problemas nacionales, al mismo tiempo que del problema social que es fundamental, porque la posición de la tierra une a todos los indios contra los que las ocupan y explotan.

El problema nacional es uno de los factores más pujantes de la revolución. Del cambio de ideas entre los compañeros Suárez y Muños despréndese que considerar el problema tan solo del punto de vista militar, es un grave error; pero sería un error también no ver el problema militar; lo que hay que hacer es encarar todos los aspectos (económico, político, militar) del problema. Eso es lo exacto.

Particularizándome con el problema indígena, opino que no se ha encarado todavía la cuestión de las tribus que aún viven en estado salvaje. Debemos estudiar también el problema de las tribus constituidas en comunidades, que se plantea de una manera especial.

Pasemos ahora a las consignas de autodeterminación. Dada la situación que hemos analizado, la consigna de la autodeterminación de las naciones oprimidas, su derecho a disponer de ellas mismas, no sería suficiente para solucionar el problema racial en América latina. El problema aparece más complejo. Las tribus indígenas han sido arrojadas de las mejores tierras, en parte se han retirado de ellos mismos ahora que han sido expoliados y arrojados de las tierras que trabajaban, seria, en los hechos, consagrar el derecho de los conquistadores. El derecho de autodeterminación debe ser completado por el derecho de arrebatar las tierras a quienes las han conquistado.

Pero este aspecto del problema presenta también dificultades evidentes. No se puede lanzar la consigna de la América latina solamente para los indígenas, hay millones de negros, de mestizos, de criollos y de blancos, que no pueden ser arrojados simplemente de la América latina con los imperialistas y los grandes terratenientes porque constituyen una gran masa explotada de trabajadores. A un chino nosotros le decimos: "Arroja al imperialismo de tu país"; pero en la América latina, la situación no es tal como para que podamos lanzar la consigna de la autodeterminación.

Encaremos el problema abordado por el camarada Peters que podría confundirse con la idea expuesta con anterioridad por el A.P.R.A.: "Latinoamérica para los indios". ¿Acaso podemos lanzar esa consigna? Evidentemente, no; porque sería una consigna francamente reaccionaria.

Creo que esta cuestión deberemos estudiarla a fondo; pero, sobre todo, dar a las comunidades indígenas el derecho a disponer de las tierras que les han sido arrebatadas. El problema, vuelvo a repetirlo, es más complejo que el de las minorías nacionales europeas; pero opino que toda nuestra acción debe girar alrededor de esta consigna fundamental: "el derecho a la tierra". Solo un gobierno obrero y campesino, aplicando las soluciones adoptadas por la Republica Soviética en el viejo imperio de los zares, podrá solucionar realmente este problema.

Para terminar, algunas palabras sobre las luchas entre los obreros de color y los indígenas. Sobre este punto pueden surgir errores. Algunos compañeros de países de fuerte inmigración, preguntan si hay que cerrar las puertas de los mismos a los negros, a los chinos, etc. No, camaradas. Es ese, precisamente el error cometido por el partido Comunista francés con respecto a la inmigración y que ha sido criticado duramente por la Internacional Comunista. Nuestro punto de vista debe ser distinto. Nuestra táctica debe ser seguir la línea que preconiza la Internacional Comunista en los países de inmigración, y considerar a los inmigrantes como hermanos que sufren al lado nuestro. Nuestra tarea especial es, entonces, la de dar al proletariado que emigra, una conciencia de clase tal que se ligue a la lucha del proletariado nativo. Nuestros Partidos interesados y sobre todo, el norteamericano, deben penetrar por cualquier medio en Haití, por ejemplo, para educar a los negros que serán enviados a los países de inmigración. Los indígenas deben fraternizar, de tal manera que los negros enviados por la "United Fruit Co." no sean los agentes del imperialismo, sino los aliados de los indígenas en sus luchas contra esa empresa imperialista. Ligar los intereses de los trabajadores indígenas a los de los negros, y quebrar el deseo imperialista de confrontarlos: he aquí la cuestión.

Estas son las consideraciones que deseaba hacer. El problema ha sido planteado; es necesario abordarlo más profundamente antes de tomar cualquier determinación. Por eso propongo que no se tome una resolución definitiva en esta Conferencia, y se tomen los dos proyectos de tesis como base de discusión; se abre la discusión en "La Correspondencia Sudamericana" y se resuelva el asunto en una próxima Conferencia. Queda entendido que el Secretariado Sudamericano se encargará de dar indicaciones para el trabajo practico de cada país.

Saco (Informante). Como conclusión de la discusión, debo constatar que este debate sobre la cuestión de las razas en la América latina, ha evidenciado la existencia de puntos de vista diferentes en el planteamiento de esta cuestión y en la apreciación de sus aspectos. Asimismo, ha permitido conocer muchos datos importantes expuestos por los delegados de los varios países de América Latina que contribuyen valiosamente al conocimiento y a la solución de este mismo problema. Voy, en primer término, a pasar brevemente en reseña las observaciones y las opiniones que los compañeros han remitido a raíz de nuestro informe durante la discusión del mismo.

El compañero Peters denuncio "cierta confusión" entre la cuestión racial y la cuestión nacional. Fue precisamente objeto de mi exposición, al tratar este el separar netamente el factor "racial" del factor "nacional", al constatar que nuestra posición había sido interpretado como si opusiéramos el aspecto de la lucha de clases, al aspecto racial, lo que no hacemos de ninguna manera.

Lo que sí queremos separar es precisamente el concepto "racial" del concepto "nacional", negando la importancia actual de este último.

Voy a aclarar estos puntos para evitar precisamente la confusión formal de interpretación de nuestras palabras, en la que parece haber caído el compañero Peters. El carácter de la "nación" de una colectividad es un carácter completamente contingente y está condicionado por la concurrencia, en distinta medida, de una serie de factores cuya agregación y suma tiene un valor temporal; factores geográficos, étnicos, idiomáticos, religiosas, histórico-políticos y hasta climáticos.

El carácter "nación", por su misma complejidad reviste el máximo de sus actualizaciones, perdiendo en la misma medida su valor potencial; mientras que el carácter de "raza", considerablemente más simple y puro, esta menos condicionado, menos actualizado y conserva un carácter potencial proporcionalmente mayor.

Afirmo y sostengo que el problema racial indio no es necesariamente, en la actualidad, un problema nacional.

El compañero Peters dice haber "tenido la impresión que los delegados del Perú están demasiado ligados al concepto actual del Perú como nación estable". Quiero rectificar esta impresión, afirmando que creemos que los límites actuales de los países de América latina, que encierran grandes mayorías de indígenas, tal como han sido sancionados al finalizar las guerras llamadas de independencia, son completamente arbitrarios. Es cierto lo que el compañero afirma: "hay más afinidad entre un indio del Perú y uno de Bolivia, que entre un indio peruano y un blanco o mestizo peruano". El factor racial es de una importancia innegable.

El compañero Peter señala que nuestra reacción contra la opinión burguesa de que nos encontramos de frente a un problema exclusivamente cultural y racial, ha sido justa pero exagerada conduciendo a una subestimación del contenido "nacional" no implique por parte nuestra un desconocimiento del aspecto "racial" de la cuestión[4]. "Este problema nacional ‑ dice el compañero Peters ‑ tiene un 90 % de problema campesino." Nosotros enunciamos esta misma proposición en sentido inverso: "Este problema campesino tiene un 90 % ‑ y aun mucho menos[5] ‑ de aspecto racial." Ya apunté, en mi informe que si bien es cierto que la gran mayoría de los proletarios agrícolas y campesinos están compuestas por indios, hay una fuerte cantidad de mestizos comprendidos en esas mismas clases, y especialmente en la primera, de los asalariados agrícolas. Por otro lado, también apunte que el 80 % aproximadamente de los mineros peruanos son indios, habiendo 29.000 obreros mineros en el Perú, país de economía agrícola. En Bolivia, país esencialmente minero, la casi totalidad de los obreros mineros está formado por indios. Emite también, el compañero Peters, la opinión de que existe en nosotros el temor fundamental de que orientando los indios hacia sus reivindicaciones nacionales, pueda ello constituir un peligro de que los indios lleguen a luchar en contra del proletariado no indígena. "Este peligro ‑ dice Peters ‑ es casi inevitable. Solo es evitable ‑ agrega ‑ con una propaganda que demuestre a los indios que el proletariado no se opone, sino que está dispuesto a ayudarlos, en la adquisición de su autodeterminación india. Esta afirmación combatirá la desconfianza histórica hacia el blanco y el mestizo".

Nosotros creemos que la palabra de orden que hará del indio un aliado del proletariado no indio en lucha por sus reivindicaciones, no debe ser la palabra de orden de la autodeterminación india, sino la palabra de orden que plantee a los indios sus reivindicaciones de clase oprimida y explotada: eso podrá transformarlos en aliados del proletariado alógeno, eso podrá llegar a darles un espíritu de clase, tarea fundamental de la propaganda marxista. El proletariado deberá limitarse en afirmar por el momento, su voluntad de respetar los derechos de la raza indígena, de reconocer su paridad racial con las demás razas, de no obstaculizar en ninguna forma, sino impulsar al libre desenvolvimiento de su cultura y de sus características raciales.

En otras palabras: hay que tener en cuenta el problema racial, pero hay que supeditarlo al problema de clase.

Hay una serie de sugestiones prácticas que nos hace el compañero Peters las que creo debemos aceptar y actualizar en las medidas de nuestras fuerzas.

Plantea el deber de constituir las "Ligas Campesinas". Creemos que es una tarea de gran importancia: esta nos será facilitada por la existencia de asociaciones indígenas, existentes en las masas agrícolas con fines de defensa contra las expoliaciones de tierras y los métodos esclavistas.

Sugiere la posibilidad de constituir escuelas para los indios; creemos de suma importancia llevar a la práctica este propósito, puesto que este medio constituirá la base de una influencia considerable de nuestras ideas entre los indígenas agrícolas.

El compañero Peters insiste sobre la creación de una prensa especial para ellos en forma fácil, ilustrada, en idioma quichua. Actualmente nuestro periódico penetra en la masa indígena minera del Perú, y hemos tenido numerosas pruebas de la influencia en ocasión de las campañas que realizamos en su favor. Aceptamos integralmente esta proposición; es necesario que en Perú, en Bolivia y otros países, se editen periódicos especiales para los indios mineros y agrícolas. Por lo que se refiere a la cuestión del idioma, hago presente que, no existiendo alfabeto quichua, el indio que aprende el alfabeto, aprende también el castellano. El mismo, al leer a sus compañeros analfabetos, puede hacerlos la traducción en quichua. Sin embargo, un idioma en periódico quichua[6] tiene que ser mucho más eficaz.

Subrayo la necesidad de organizar a los indígenas mineros. Su nivel cultural es en general, algo superior al del indio agrícola. Es importante organizarlos dentro de los cuadros clasistas. Los compañeros de Bolivia están más adelantados que nosotros, peruanos, en esta tarea. Nosotros debemos seguir su ejemplo y todos intensificar nuestra acción. Demuestra la necesidad de penetración de compañeros en las masas indígenas. En Perú y Bolivia hay compañeros que han penetrado en las masas indígenas y han logrado formar entre los indios propagandistas admirables, verdaderas revolucionarios que han jugado un papel importante en más de una sublevación.

El compañero Martínez, de Venezuela, dijo que no debemos temer la formación de un estado nacional indio, porqué será un estado revolucionario sin divisiones de clases. Rechazo de manera terminante esta concepción antimarxista. No solo una revolución nacionalista, no solo una revolución democrático-burguesa, sino tampoco una revolución proletaria será capaz de crear automáticamente un Estado sin clases. El proletariado ruso, en marcha hacia la socialización de la producción y de la sociedad misma, tiene que mantener firmemente su dictadura hasta que cesen las razones que la determinan, la existencia de las clases y la consiguiente lucha de clases. Dentro de la táctica marxista, la I.C. ha contemplado el caso de apoyar revoluciones nacionalistas en los pueblos atrasados, pero de ningún modo se ha basado en la creencia de que esta revolución haga cesar la diferencia y la lucha de clases; el compañero Martínez al referirse a las consignas que la I.C. dio para Sudáfrica, hace una confusión lamentable entre los alcances de una revolución nacionalista que conduzca a la formación de una libre republica negra en Sudáfrica, y los marcos en los que se ha de desarrollar la revolución democrático-burguesa en la América latina, donde la coexistencia de distintas razas dentro de cada Estado, la diferenciación de clase que no coincide de ninguna manera con la de razas, y del problema agrario cambian completamente los objetivos, las fuerzas, y el curso de la revolución.

Estoy completamente de acuerdo con las afirmaciones hechas en la comisión por el compañero Jolles cuando insiste sobre la importancia enorme que tienen la existencia de instituciones de colectivismo económico primitivo entre los indígenas y la supervivencia del espíritu de cooperación en el trabajo.

Hago resaltar que este colectivismo tiene caracteres ligados íntimamente a la producción y ningún carácter racial, menos todavía nacional. Es sabido que hay numerosas colectividades agrícolas mixtas, de indígenas y mestizos. Hay que utilizar este colectivismo económico y aprovecharlo para acentuar el colectivismo de clase.

Las exposiciones de los compañeros Braceras y Juárez de Cuba, han demostrado la creación artificial, por parte del imperialismo, de conflictos económicos dentro de la misma raza negra.

El compañero Leoncio, del Brasil, nos demostró la persistencia de las luchas de clases sobre la del problema racial negro en el Brasil.

El compañero Mendizábal, de Bolivia, ha evidenciado un hecho importante: la desconfianza del indio, en general, para el que se acerque a él con intención de enseñarle algo nuevo y captar su voluntad, especialmente si el propagandista no pertenece a su raza. Señala asimismo la necesidad de que la propaganda entre los indios sea realizada por medio de indios. Estoy completamente de acuerdo con esta apreciación y con esta indicación del compañero.

Al anunciar los aspectos del problema indio, el compañero Mendizábal nos habló, primero, de la necesidad de manifestar a los indios que los proletarios no quieren alterar las características y costumbres raciales indígenas; después nos dijo ‑ se le explicara su rol en la lucha común de todos los explotados contra los explotadores; por ultimo nos dijo ‑ se les declarará que ellos tienen derecho a la posesión de las tierras que cultivan y que para eso deben luchar. Agregó que una sola propaganda sobre la base de la reivindicación de la tierra no sería útil sino unida al respeto de las características raciales y al reforzamientos de los lazos de clases.

Sobre cada uno de los tres puntos, tomados aisladamente, estoy de acuerdo con el compañero. No he entendido bien si el sostiene que el orden en que los ha enunciado sea el mismo que debe regir en nuestra propaganda. En este caso, yo opino que debemos colocar en primer término, la reivindicación de la tierra, luego los lazos de clase, y luego la formación de las características raciales.

Mendizábal (Bolivia). ‑ En primer término, tenemos que considerar el problema de las clases. El indígena está considerado en un nivel más bajo que el del proletario. Debemos tender a elevar el bajo nivel del indio y eso lo podremos realizar, afirmándole en primer término, que es nuestra intención respetar sus características y costumbres raciales. Con eso nos habremos ganado su confianza. Luego le haremos comprender el derecho que tiene a la tierra.

Saco. ‑ Quisiera saber si el compañero tiene en cuenta, en primer término, la lucha de clases.

Mendizábal (Bolivia). - Efectivamente, es así.

Saco. ‑ El compañero Suarez, de México, nos dijo que al considerar el problema indio, debemos evitar los dos extremos: una consideración puramente clasista así como una consideración puramente racial. En esto estoy de acuerdo con él. Agregó también que él conceptuaba que para el indio agrícola debían considerarse reivindicaciones agrarias, mientras que para el indio proletario, plantearse reivindicaciones proletarias. Además dijo que en México, el problema indio es un problema proletario, excepto en el caso del Estado de Yucatán, donde además existe un problema racial que puede plantear la cuestión de la autonomía de esa región.

Sugirió, además, un programa de agitación dentro de los indios, colocando en primer término la reivindicación de la tierra. Señala, además, un programa de reivindicaciones concretas como las de la liberación de impuestos que gravan sobre sus productos, la libertad de tránsito, y la liberación de muchos otros vejámenes. Creo que es precisamente nuestra tarea inmediata, la de luchar por esas reivindicaciones concretas, cuyo programa hay que elaborar con particular atención.

El compañero Muñoz ha defendido con mucho calor sus puntos de vista. No creo que haya agregado aportes nuevos a la discusión. Estigmatizó una concepción puramente militarista de la revolución y afirmó que el problema indio no es solo una cuestión de clase, sino también una cuestión racial. Sería muy difícil que yo pudiera objetar algo a estas afirmaciones.

El compañero Taboada, de Guatemala, subrayo la importancia nefasta que tiene en ciertos medios proletarios la propaganda clerical y dijo que debemos contrarrestarla. Creo que debemos combatir la campaña de corrupción ideológica llevada a cabo por el clero y sus adherentes, al mismo tiempo que perseguimos nuestra propaganda revolucionaria clasista, sin iniciar, en general, campanas exclusivamente anticlericales, las que podrían en muchos casos, no tener ninguna posibilidad de eficiencia.

El compañero Márquez, de El Salvador, dice que "la solución completa del problema indio solo llegará con la dictadura del proletariado". Coincido plenamente con esta afirmación del compañero, apuntando, sin embargo, que uno de los elementos fundamentales del problema indio, la reivindicación de la tierra, podrá ya ser solucionado dentro del proceso de una revolución democrática-burguesa. De aquí surge la necesidad imperiosa, de dar antes al indio una educación clasista para que luche para sus reivindicaciones en estrecha alianza con el proletariado mestizo o alógeno.

El compañero Juárez, de Cuba (como también lo había apuntado el compañero de Guatemala), demuestra la significación de la presencia de la raza china en su país. Dice que en Cuba fue importada como mano de obra asalariada, pero llenó un papel próximo al de la esclavitud.

Contrajo, sin embargo, ciertas relaciones con el país, habiendo participado en las guerras de independencia. Actualmente conserva su importancia en las luchas políticas. No tiene ninguna reivindicación específica de su raza. En el Perú, la inmigración china está constituida por asalariados agrícolas en las haciendas de la costa, y por pequeños comerciantes, especuladores del comestible, en las poblaciones y ciudades. Hay formación de una clase burguesa china con intereses vinculados a la de la burguesía nacional y extranjeras. La raza china no tiene reivindicaciones específicas de raza.

En general, en la América latina, la raza china no ha contraído raigambre con la tierra, no habiendo abandonado su carácter inmigratorio.

Martínez (Venezuela). ‑ Quiero intervenir nuevamente con muy breves palabras sobre este asunto. Diré que cuando se planteó la cuestión de razas, he leído el párrafo bien explícito de la tesis colonial de la Internacional Comunista[7].

Hemos dicho ya que por encima de la cuestión de razas, se ha planteado la cuestión de la tierra, pero me parece que nadie podrá negar a los indios el derecho a seguir siéndolo. Si planteamos la cuestión en la forma como la enuncia el compañero Juárez, tendremos una infinidad de problemas a resolver.

Debo hacer otra pequeña aclaración: el compañero informante nos ha dicho que el compañero Luis está de acuerdo con él, y esto no es exacto. El camarada Luis no ha negado rotundamente el derecho de autodeterminación, sino en caso que los indios se encuentran, por ejemplo, en la cima de una montaña, lo que es bien distinto a lo que sucede en el Perú.

(Se pasa a cuarto intermedio.)


Azzario fué deportado a Italia. Las feroces torturas que le infligieron las autoridades fascistas le hicieron perder la razón. (N. de los C.).

[1]

El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914

Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nación. Por ello sería apartarse de las tareas de la política proletaria y someter a los obreros a la política de la burguesía, [...] el que los socialdemócratas se pusieran a negar el derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho de las naciones oprimidas a separarse, [...]. [...] En cuanto el proletariado de una nación cualquiera apoye en lo más mínimo los privilegios de "su" burguesía nacional, este apoyo provocará inevitablemente la desconfianza del proletariado de la otra nación, debilitará la solidaridad internacional de clase de los obreros, los desunirá para regocijo de la burguesía. Y el negar el derecho a la autodeterminación, o a la separación, significa indefectiblemente, en la práctica, apoyar los privilegios de la nación dominante.

[2]

CHUVASIOS Los chuvasios viven al este del río Sura. en la república autónoma de Chuvashis, aunque un gran número se localiza en las repúblicas vecinas de Tartaria (Tatarstan) y Bashkiria (Bashkortostan). así como en los alrededores de Ulianovsk. Kujbysheusk y Saratov. También se pueden encontrar grandes proporciones de chuvasios en Siberia central. De los aproximadamente 1.5 millones de habitantes de la república, la mitad son chuvasios. Emplean lenguas finesas y la población autóctona fue expuesta durante dos siglos a la cultura turca de los búlgaros del Karma. por eso antropológicamente combinan elementos europeos y mon- goloides.

 

[3] Dans l'Union sud-africaine, les masses nègres constituent la majorité de la population, leurs terres sont expropriées par les colons blancs et par l'état, elles sont privées des droits politiques et du droit •de circuler librement, elles souffrent de la pire oppression de race et de classe et des méthodes d'exploitation et d'oppression précapitalistes et capitalistes. Le parti communiste, qui a déjà obtenu certains succès dans le prolétariat nègre, a le devoir de poursuivre avec encore plus d'énergie sa lutte pour l'égalité complète des nègres, l'abolition de toutes les mesures et lois spécialement dirigées contre eux et pour la confiscation des terres appartenant aux propriétaires fonciers. En recrutant les ouvriers nègres, en les organisant dans les syndicats, en luttant pour l'admission des nègres dans les syndicats des ouvriers blancs, le parti a le devoir de lutter par tous les moyens contre tous les préjugés de race parmi les ouvriers blancs et les déraciner complètement de ses propres rangs. Le parti doit lancer avec énergie et conséquence le mot d'ordre de la fondation d'une république indigène indépendante qui assurerait les droits de la minorité blanche, il doit lutter par l'action pour la réalisation de ce mot d'ordre. Dans la mesure où le développement des rapports capitalistes désagrège le régime des tribus le parti doit renforcer l'éducation de classe des couches exploitées de la population nègre et s'efforcer de les arracher à l'influence des exploiteurs, qui deviennent de plus en plus les agents de l'impérialisme.


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